Lunes... El día más asqueroso de la semana. Y lo es aún peor para mi, que ni siquiera estoy en mi cuerpo.
No quería ir al colegio, no me puedo imaginar la escena cuando me encuentre con mi cuerpo. O peor aún, descubrir que ya esté muerto...
Me desperté con desganas, y me fui al salón. Todavía estaba desacostumbrado a esta casa, aunque antes ya haya venido bastantes veces.
Desayuné con Cecilia, que me miró con cara rara:-Qué raro, nunca te he visto así de dormida por la mañana...
-Pasa a veces... - contesté bostezando.
-Hmmm... Bueno, da igual. Tenemos que darnos prisa ya, que si no llegamos tarde.
-¡Ostras es verdad!
Salimos corriendo de casa. Me sentía ligero, como una pluma.
-Sí que es atlética... - murmuré.
-¿Qué? - me preguntó Cecilia.
-Nada, nada.
Llegamos al colegio, era tan animado como siempre. Ahí es cuando vi a mi cuerpo sentado sobre un banco. En ese momento mi cerebro paró de funcionar.
Me decidí acercarme, y al verle, le pregunté sin dudas:
-¿Quién eres?
Levantó la cabeza, me miró raro y me preguntó:
-¿Marcos?
Cuando oí esa palabra, parece que el tiempo se había congelado...