Capítulo 2

293 40 11
                                    

La gigantesca mansión se imponía orgullosa a mitad de la nada, cuatro pisos construidos con un opaco ladrillo rojizo sosteniendo sus cimientos. La edificación era tan antigua como la misma ciudad de Creda, pues, en su momento, ese mismo lugar fue utilizado para albergar a una de las diez familias principales de aquel pueblo, incontables linajes debieron habitar tras esos muros antes de que, finalmente, se convirtiera en lo que era en la actualidad; el hogar de cien hombres y mujeres atrapados en su propio infierno.

Harry sujetó la mano de Annia con fuerza, su alma pesaba, como si intentara detenerlo de realizar cualquier movimiento y lo obligara a mantenerse de pie a las afueras de esa construcción maldita; pero él no podía hacer algo como eso. A paso lento y cauteloso, atravesaron el jardín principal y se dirigieron a la puerta trasera que daba directamente a la cocina del lugar, encontrándose inmediatamente con Elena, la encargada de entrenar y coordinar a todas las chicas que formaban parte de las líneas.

La mujer parecía estar reprendiendo a una de las tantas encargadas de la limpieza. Cuando se percató de la presencia de Annia, le dio una última orden a la cabizbaja muchacha y le ofreció una mala mirada a la recién llegada.

—¿En dónde estabas, Annia? —preguntó voraz, arrugando el entrecejo como ya era costumbre—. Debemos preparar todo para la llegada del Tigre.

Annia la miró extrañada.

—¿El Tigre? N-no, no es posible, entrenadora —musitó con la voz rota. La alegría de sus fanales nublándose vertiginosamente por el terror—. Se supone que estaría fuera por seis meses. Aún no han pasado seis meses.

El arribo de aquel hombre no presagiaba nada bueno para su magullada anatomía, todos ahí dentro lo sabían, al contrario, implicaba que su tortura daría un violento e inesperado giro. Elena cruzó la cocina, su rubia cabellera resaltando sobre toda la vestimenta negra que le cubría y combinaba a la perfección con el bronceado tono de su piel; sin previo aviso, tomó a Annia por el cuello en un brusco movimiento.

Harry se aferró al mesón a su costado, luchando por no saltar y cometer la mayor de las estupideces que acabaría costándole la vida no solo a él, sino también a Annia.

Elena acercó su rostro, al contrario, una sonrisa carente de emoción plasmándose en su ensombrecido semblante.

—Cálmate, niña. Escucha muy bien lo que voy a decirte... —demandó con voz firme y apretó un poco más su agarre sobre la sensible piel—. Quiero que vayas y te unas a las chicas en los preparativos, y después irás tú a prepararte para su llegada. Ha dicho que quiere verte de inmediato, ¿lo has entendido?

Lágrimas traicioneras se formaron en las comisuras de los orbes de Annia y su mirada se perdió en algún lejano punto al costado del rostro de Elena, parecía haber entrado en una especie de shock, las palabras de la mujer retumbando incesantes en el interior de la habitación. Él quería verla, la quería a ella.

Ante la falta de respuesta, la mujer presionó sus dedos con mayor fuerza.

—Te hice una pregunta, Annia.

—Lo ha entendido. Ahora, aléjate de ella.

Harry se interpuso entre las dos con una postura totalmente a la defensiva, rabia y frustración fluyendo a través de su sistema. Elena se alejó y recorrió con lujuria la tensa anatomía delante; no era un secreto para nadie que, a sus cuarenta años de edad y con una vasta experiencia en ese oficio, resultaba un tanto frustrante para la rubia mujer no conseguir que el hombre de rizos cayera ante sus encantos.

Ella haría lo que fuera para conseguir a Harry.

Una sonrisa coqueta fue su principal respuesta, ojos colmados de deseo y dedos yendo a parar juguetonamente a la mejilla del hombre de mirada esmeralda.

AKTABA (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora