El sol atravesaba la oscuridad de la madrugada con sus primeros rayos. Los bostezos rompían el silencio del espectro noctámbulo que controlaba la madrugada. Apenas amanecía.
Thorne era una ciudad comercial. Con una extensión de treinta mil kilómetros cuadrados, constituía la capital de un país emergente. Los rascacielos recién terminados llamaban la atención de la multitud de ejecutivos, los cuales dedicaban su vida entera a un puesto de oficina. El tránsito espeso, típico de la ciudad, producía ruidos nada armónicos, ruidos que producían estrés en la población entera.
Tyrone, con apenas veintitrés años, ya podía acotar en su currículum postgrados, de psicología, sorprendentes. Su intelecto y desarrollo social le sirvieron perfectos para su desenvolvimiento laboral. Laboraba en una empresa constructora de gran prestigio, en el departamento de recursos humanos. Su horario era recargado y, precisamente ese día, abrió los ojos muy tarde.
Asomó su rostro por la ventanilla del Ford Mustang que manejaba, observó el foco rojo palpitando en el semáforo y maldijo entre dientes. Se frotó la barbilla lampiña como gesto reflexivo y decidió tomar otra ruta. Giro el timón cuarenta y cinco grados a la izquierda y aceleró. Pensó que la autopista estaría libre. Craso error.
El embotellamiento en el que Tyrone se encontraba le resultaba estresante. Sus músculos tensos no hacían mas que acrecentar su impaciencia. La ansiedad producida por su tardanza ya mostraba sus síntomas. Intentando calmarse, bajó del automóvil. Respiró profundo y cerró los ojos. Dibujó en su mente un paisaje apacible: un campo, césped, un gran cedro en una loma, lo típico.
Mientras estiraba los brazos, el bullicio de la ciudad se acentuó de manera fortuita. Un grito atravesó su escena mental y lo transportó a la realidad. Abrió los ojos y notó que una marea de gente corría hacia el lado opuesto de donde él se dirigía.
Un sujeto, cuyo rostro le resultó familiar, lo tomó por los hombros y dijo -La multitud... Corre... Esos hijo de puta... Muerden fuerte...- levantó su brazo derecho y le mostró la herida que le sangraba al lado del codo. Unos dientes, perfectamente definibles, estaban en los bordes de la herida. Tyrone reaccionó al fin. Subió a su automóvil y accionó la función de retroceso, aceleró, piso el freno y giró el timón, derrapó y de inmediato tomó el curso que necesitaba.
A medida que avanzaba, notaba como el paisaje de la ciudad se mantenía en constante cambio. No sabia si era una guerra, pues parecía una invasión. Personas eran atacadas por otras personas, pero no con armas, sino cuerpo a cuerpo y parecían ser devoradas en el suelo.
Conducía entre las calles, plagadas de gente, evitando el tránsito, que era más caótico que nunca. Timoneaba de forma violenta, se subía en las veredas y raspaba su moderno auto con las paredes.
Intentaba volver a casa, pero no lo lograría. No importaba que ruta tomara el final era siempre el mismo: muchos autos, mucha gente muerta, o algo parecido.
Tomó la decisión, que lamentaría mucho después, de bajar del automóvil. Sus zapatos de vestir, lustrados y con brillo, pisaron vidrios que, al parecer, pertenecían al autobús que estaba volcado al lado. La situación era un infierno. En menos de quince minutos, la ciudad parecía el terreno de una guerra.
-Todo se fue al carajo- se dijo. Con la mano derecha se frotó la cabeza y desordenó sus cabellos negros. Se quitó el abrigo y se dirigió a la cajuela del auto. Del compartimento trasero, sacó una mochila gris, que usaba cuando aun era estudiante; en ella puso su saco, una bebida, su teléfono celular y algunas monedas, decidió también meter algunas cosas que llevaba en la guantera.
La marcha empezó. No estaba muy lejos de casa. En un edificio en el centro, en el séptimo piso, estaba su departamento. A cualquier persona no le parecería una gran idea, pero para Tyrone, se trataba de un buen refugio.
*****
-Abrete mierda!- La puerta negra de metal no cedía y ellos se acercaban. No importaba cuantas veces golpeara o gritara, la puerta de metal no se abría.
Intentó evitar las avenidas. Usó los callejones. Aun ahí el escenario era el mismo. Alguna especie de caníbales devoraba a todo aquel que viera.
Cuando estaba por llegar al edificio notó a una pareja en alguna rara sesión. Un joven, con la cara repleta de sangre, escudriñaba entre las vísceras de su compañera, ambos vestían uniforme escolar. Tyrone intentó evitarlos, pero era imposible, era la única ruta hacia la entrada del edificio. Enojado, pateó una bolsa con residuos: estos hicieron mucho ruido. El sujeto que se alimentaba levantó la cabeza, sus ojos grises señalaron hacia su posición. Un graznido raro salió por esa ensangrentada garganta. El estudiante caníbal se incorporó, con movimientos toscos y accidentados, parecía convulsionar en todo momento. Cuando ambos pies estuvieron a la distancia correcta y en la posición correcta, el cadáver empezó una absurda carrera, golpeando lo que sea que esté a su alrededor.
Cuando Tyrone notó su situación, ya tenía cuatro sujetos corriendo detrás de él, graznando, provocando ruidos, llamando aún más la atención.
Sin saberlo, se metió en un callejón sin salida. Solo una puerta al final del camino. Un portón negro, que solo podía ser abierto desde adentro, significaba su única esperanza.
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Virus Zombie: Crisis y Deshumanización.
Mystery / ThrillerTras un accidente en un laboratorio en la ciudad de Thorne, una plaga zombie acecha al planeta. Tyrone hará lo que sea para sobrevivir, incluso olvidar su condición humana.