Sobrevivir: Hora de zarpar.

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Abandonaron la carretera en un desvío hacia el poblado costero. Se trataba de un pueblo y era probable que el virus llegase al lugar.

Pisconte, poblado dividido en dos partes: la zona pesquera, la más pobre, y la zona residencial, donde se encuentra la casa del dueño del yate.

Aureliano manejaba con destreza, a pesar de su edad avanzada controlaba muy el vehículo. -Te dedicadas a conducir?!- cuestionó Ty
-Se nota?- respondió en anciano -hubo un tiempo!- hablaba mientras conducía, con una mano fuera del vehículo y la voz alzada -Era conductor de autos de carrera, cuando joven! Iba por el campeonato! Luego estalló una guerra! Reclutaron hombres jóvenes! Y pues, mi carrera de corredor terminó!
-Al parecer la habilidad no la pierdes!
-Por supuesto que no! Pero deja la charla para después. Tomaré una ruta de trocha. Así que agarren bien sus traseros!

El automóvil ingresó a una rúa que pasaba por detrás de na zona pesquera y permitía observar la playa, la marea mansa, la arena blanca, sentir la brisa y olfatear la peste. A medida que se adentraban en el centro poblado, cabezas muertas se asomaban por las callejuelas. Sin haber pasado cinco minutos, ya tenían un corso de admiradores hambrientos detrás de ellos. En su mayoría, descalzos y con las prendas dobladas, gorros de lana y perfume de mariscos, las harapos que llevaban puestos estaban manchados de sangre.
El camino iba cuesta arriba y la mayoría de los zombies no podía seguir el paso del automóvil. El grupo de cazadores se quedó atrás rápidamente.

Media hora después, al llegar a la zona en la que las playas desaparecían y se convertían en acantilados con casas empotradas en ellos, las mansiones recibían al grupo de sobrevivientes. Otra realidad, claramente definida. El sector estaba vacío, no habían domiciliarios en esta época, las mansiones de Thorne eran refugios para los ricos solo durante el verano.

-Busque la residencia Bilton! Se supone que es el número...- Ty revisó el manojo de llaves -35, demonios... Son muchos metros por cada mansión. Don Aureliano, pise el acelerador!- El anciano obedeció.

Las enormes edificaciones repletas de vanidades y decoraciones obsoletas no dejaban de aparecer, con una distancia enorme entre una y otra. Tyrone pensaba en si las personas que han invertido tanto en cosas obsoletas, habrán invertido también en formas de sobrevivir. <<Igual, ya no tiene importancia.>>

La residencia Bilton al fin.

La camioneta se detuvo frente al enrejado. Una edificación color crema con acabados barrocos en la fachada los recibía. Tyrone bajó primero. Le tendió la pistola nuevamente cargada a Rob y se acercó a la puerta. Notó que en la reja no había un cerrojo, sino una caja con una ranura, semejante a las que se usan para las tarjetas bancarias. Tyrone tuvo una idea. Sacudió el manojo de llaves y separó lo que parecía un adorno: una tarjeta con una banda magnética. En una cara de la llave electrónica estaba inscrito: "Una sonrisa abre más puertas que cualquier llave."
-Maldito ricachón- dijo Ty mientras sonreía. De inmediato insertó la llave en la caja y el enrejado cedió. Todos ingresaron.

En grupo caminaba en el amplio jardín, con arbustos de flores y una pileta en el centro de ella. Ty se detuvo en seco y alzó el brazo con el puño cerrado. Susurrando dijo- Hey Rob! Esto te va a interesar.

Desde el lado izquierdo del jardín, salieron cuatro perros de raza Doberman. Tenían heridas evidentes en el vientre, habían sido devorados a medias.
-Retroceda todo mundo!- gritó Ty al ver que los canes se lanzaban al ataque.
Las mujeres cogieron a los niños por los hombros y retrocedieron hasta el enrejado. Tyrone sostuvo el arma, pero cuando intentó disparar uno de las bestias lo empujó, él cayó de espaldas al suelo. Como acto reflejo puso el rifle en el hocico del animal, evitando los mordiscos. Puso la mano izquierda debajo del hocico del perro zombie y levantó su cabeza, el perro no podía acercarse más. Él buscaba en su chaleco algo que lo ayudara, solo habían cartuchos y balas sueltas. Recordó una pieza que le había ayudado mucho esos dos días, el cuchillo. Palpó su cintura y encontró la funda de cuero, tocó el mango del puñal y la tomó con fuerza, la sacó del envase, la levantó a la altura de su mano izquierda y atravesó la cabeza del perro desde abajo hasta perforar su encéfalo. La bestia dejó de moverse. Ty se la sacó de encima y volteó la vista hacia el grupo, Aureliano machacaba a uno de ellos en el suelo con la porra que encontró en la mochila de Ty, las mujeres estaban detrás de él, Rob tenía a uno encima. El joven psicólogo acelero la marcha, hasta correr, y pateó con una potencia increíble al can. Rob se repuso y disparó, certero, en la cabeza del animal.

Virus Zombie: Crisis y Deshumanización.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora