Parte 1 La playa

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 Durante varios días Judy no había podido escribir ni una sola línea. El tiempo había cambiado pero para bien. Las nubes de tormenta habían desaparecido y Judy caminaba por la calle de siempre. Los olmos. Una fuente que parecía que se había secado. Se veía sola. Con la compañía de Igor, pero Igor iba y venía y no le solía hacer demasiado caso. Judy se decía a sí misma que necesitaba nuevas amistadas, una nueva aventura ¿pero cómo comenzar una nueva aventura? Caminaba por la calle con las manos en los bolsillos, mirando a la gente que le parecía ajena, extraña. No tenía nada que ver con su propia vida. Ansiaba un nuevo compañero.

Judy tenía un cabello negro, espeso que caía sobre sus hombros. Como una bandera o una multitud de ellas. Había frescura en sus mejilla y andaba sin prisas. Si pudiera amar a alguien de veras, se dijo, y de pronto se vio como una de sus prpotagonistas de sus novelas y de pronto sonrió. Cuando llegó a casa vio la puerta del portal abierta. Entró y sintió todavía más fresco. Era un buen ese. Mayo. Su preferido y al entrar en casa vio a Igor. Sentado, mirando a la ventana. Tenía unos brazos anchos musculosos, con un poco de vello. Las piernas eran muy fuertes y sus espaldas parecía qie podrían sostener todo edificio. Era como Sansón hecho carne y ella era su Dalila.

-¿Ha dónde has ido? -Le preguntó Igor y Judy nunca le contestaba a aquellas ociosas preguntas. Se acercó a la ventana y vio toda la plaza. Había media docena de bloques recién construidos. En uno de ellos estaban acabando de montar un cine. Y ella amaba, amaba de verdad el cine. Nada más le gustaba que meterse en la oscuridad del cine, con la claridad de la pantalla dandole en los ojos. Observando los gestos de sorpresa de la gente en las películas de acción, su silencio contenido en las escenas de alto voltaje sexual.

Igor estaba a su lado. La besó en el cuello y le apretó con demasiada dureza los pechos. Pero no le dijo nada. Se había acostumbrado a su rudeza. A sus palabras secas y toscas.

Judy dejo de pensar en el cine, en la plaza media vacía. Se inclino un poco en el alféizar para que Igor pudiese ver sus largos muslos, parte de su trasero. Giró la cabeza y los dos se miraron se echaron a reír.

-No sé qué hacer contigo -dijo él con su voz tensa- siempre me estas tomando el pelo. Te estás riendo de mí. Muchas veces me pregunto que cuál es la razón por la que estás a mi lado.

-Pues porque sé que eres el único que me puede proteger de verdad.

-Me parece que estás mintiendo otra vez, Judy -dijo secamente Igor- sé perfectamente que eres capaz de defenderte por ti misma en cualquier situación.

-¿De veras lo crees? -Le preguntó Judy.

-Bien lo sabes -dijo Igor- no hace falta que yo te lo explique.

Judy se arreglo su oscuro cabello y se acercó a Igor y le besó en una mejilla. El ni se movió. Percibió el perfume de su cuerpo, la calidez de su rostro. Igor muchas veces meditaba en la idea de que Judy no estaría con él, a su lado, por mucho tiempo, que lo dejaría. Sabía que Judy buscaba algo más. A su lado él se sentía libre porque Judy era un ser libre. Ligera. Sincera. Con sus suaves manos que le acariciaban el pecho.

-¿A dónde vas? -Le preguntó y aquella era otra de sus ociosas preguntas. Sabía de sobras a donde iba. Judy no le dijo nada. Lo miró con sus oscuros ojos y se separó de él. Igor cogió el mando del televisor y encendió el aparato. Había una película protagonizada por su actor americano favorito. A Igor la mirada se le suavizó y mirando a la película y se fue olvidando de la presencia de Judy.

Judy entró en su cuarto. Lo llamaba SU cuarto porque era la habitación donde había guardado sus enseres más preciados. Cosas que había heredado después de la muerte de su madre. Un armario antiguo, una gran alfombra también muy antigua venida de un país asiático y una pesada escribanía donde se sentaba a escribir sus historias. Miraba alrededor, como si pudiese ver una presencia fantasmal a su alrededor, pero no veia a nadie. Ponía la mano sobre las hojas en blanco y trataba de imaginar las historias de romance que nunca le habia nocurrido en su vida. Quizás ese sea el problema, se dijo Judy, que imagino las vidas de los demás pero no la mías. Me atormento y ahi fuera hay todo un mundo para mí.

JudyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora