Parte 4 El Almacén

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El lugar, el Almacén que le había indicado Marina, parecía de lo más deprimente, no por su aspecto, si no que mas que nada parecía un decorado que estaba a punto de derrumbarse. Cerca del Almacén había un hombre que estaba orinado sobre unos arbusto. El hombre una vez que se abrochó los pantalones, se echó a reír y desapareció de entre la oscuridad. Pero ya no se trataba de la oscuridad de la noche sino que además sobre ellas había caído una compacta niebla que las rodeaba. Entonces Judy miró a Marina.

-Esto ocurre todas las noches, mientras dura el invierno. Durante los meses de calor no hay niebla. Por lo que lo más indicado es refugiarse cuanto antes. Y Judy siguió los pasos de Marina y se quedaron delante del portalón del Almacén. Era una construcción mas bien ahecha de madera, solitaria, no había nada más que un desierto de maleza a su alrededor. Marina apoyó una mano en el hombro de Judy como obligándola a entrar pero Judy de forma involuntaria se resistió- ¿es que quieres pasar la noche al raso? -Le preguntó.

-Claro que no -dijo Judy. Pero en ese momento apareció delante de ellas un hombre, no muy alto, vestido de blanco. De cabellos grises y de mirada desafiante.

-Hola Marina -le dijo a Marina. Y después del hombre apareció una mujer, alta, con un vestido negro. El hombre miró para ella y sacó del bolsillo u mechero y encendió el cigarrillo que la mujer llevaba en los labios. Los labios los llevaba pulcramente pintados de carmín.

-Hola Alma -le dijo Marina a Alma. Y Alma lanzó una nube de humo que parecía que milagrosamente se sostenía en el aire, luego una ráfaga repentina de viento helado se llevó a aquella nube de humo.

-¿Cuanto tiempo piensas pasar esta vez, Marina? -Le preguntó Alma.

-Ya sabes que nunca estoy más de un mes.

-Este lugar te resulta insoportable ¿no es cierto? -Marina se encogió de hombros- ¿quién es ella? -Le preguntó Alma.

-La verdad es que me da la sensación de que se ha perdido -dijo Marina.

-¿En serio? -Dijo Alma.

-Solamente tomé el coche equivocado -dijo Judy.

-En eso te equivocas -le dijo Alma- por aquí nadie toma el coche equivocado. Nadie viene aquí por equivocación.

-¿Entonces qué lugar es este? -Alma se echó a reír. Fumó un poco más y el hombre vestido de blanco se apartó y dejó que Judy y Marina entrasen.

Dentro no había nadie. Unas mesas de madera tosca, un mostrador un tanto sucio y al fondo un par de puertas. Marina empujó un poco más a Judy.

-No te acobardes -le dijo a Judy- a todo el mundo le pasa lo mismo. Esa puerta que ves a la derecha es tu habitación es la tuya, la de la izquierda es la mía, es la que me corresponde siempre que vengo.

Judy se sentó delante de una de las mesas. Paso la mano por la superficie de la mesa y sintió qie en la madera estaba gravadas con la punta de una navaja nombres y dibujos.

-¿Se puede saber cuando vuelve a pasar ese coche?

-¿El coche? -Le dijo Marina- me parece que puedes esperar el tiempo que quieras, pueden pasar días u horas o a veces meses enteros.

-Supongo a que tendré que regresar a pie. Me espera Nicola, me espera Margie. -Y una vez que hubo dicho el nombre de Margie Marina se sobresalto.

-¿Margie? ¿La conoces?

-Me parece que la conozco demasiado -dijo Judy.

-¿Cuando la viste? dímelo

-La conocí ayer, y la vi hoy mismo. Pero desapareció -dijo Judy sin comentar el caso de que había dejado solo a Leo.

JudyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora