Cuando Cal despertó, el aula se hallaba vacía. La profesora no estaba. Los otros estudiantes tampoco. Su mejilla se pego brevemente al pupitre cuando intentó levantar la cabeza de golpe. Tenia un sabor amargo en la boca y el mundo daba vueltas. Todo estaba torcido y borroso.
— Está ahí dentro
Era la voz de la profesora.
La profesora Reyes. Dios, esa mujer era horrible. Cal no la soportaba. Ese estúpido espacio entre sus dientes. La forma en que ponía los ojos en blanco cuando hacia una pregunta y nadie levantaba la mano para responder. Quizá debería hacer mejores preguntas, señora.
Sentía que el cerebro le iba a estallar y el sabor agrio de su boca le estaba revolviendo el estomago. Volvió a apoyar la cabeza sobre el pupitre. No era exactamente cómodo, pero era la mejor que tener los ojos abiertos y sentir que la luz le perforaba la frente.
—Es la tercera vez, Roger —decía la profesora Reyes—. Tres veces. Es inaceptable.
—Entiendo, Carie. Gracias por acudir a mi.
—Por supuesto—Cal podía imaginarla poniendo en blanco esos ojos pequeños y brillantes—. Pero la próxima vez....
— Oh, yo no me preocuparía— Roger, su querido papa, rió irónicamente—. No habrá próxima vez.
La profesora cerro la puerta lentamente, pro con un golpe fuerte al final, como si quisiera decir que los dejaba solos pero que no estaba feliz al respecto. Cal tampoco estaba feliz...
Una nueva sensación le produjo un nudo en el estomago, tan fuerte que casi lo hizo vomitar. Pero eso podría deberse a la media caja de cerveza que se había tomado la noche anterior. Lo que había hecho que se desmayara en clase, en primer lugar.
—¿Esto quiere decir que puedo regresar a Greenport?— Cal levanto nuevamente la cabeza. Esta vez, al hacerlo, esparció un pequeño charco de baba por el pupitre—. Por favor, dime que puedo regresar a Greenport
—Creí que odiabas Greenport. No podías esperar para marcharte de allí— Roger (siempre era Roger, nunca papá o pá), se acomodo la barriga que le sobresalía por encima del cinturón, antes de sentarse en un escritorio frente a Cal. El pupitre crujió en señal de protesta por la carga.
—Si, bueno, Greenport es una porquería. Pero este lugar es mucho peor.
Mirar a su padre era como contemplar un espejo mágico que le mostraba su propio futuro si no dejaba la cerveza barata y la pizza del comedor.
Roger tenía un exiguo penacho de cabello castaño rojizo en la cabeza, unos pocos mechones desesperados que peinaba y llenaba de gel para disculparse por su calva pecosa. En las mejillas también tenia pecas, que se veían mas oscuras a través de su bronceado perpetuo. Había sido apuesto alguna vez, un hecho que su madre remarcaba constantemente, hasta que dejaba de ser un comentario cariñoso para volverse realmente deprimente.
Tu padre era tan apuesto, Cal. Un joven tan apuesto...
Cal frunció el ceño y desvió la mirada hacia el suelo. Su madre podía ser tan ilusa. Todavía insistía en decir esa estupidez, aun después del divorcio, como si quizá solo con desearlo pudiera volver atrás en el tiempo. Francamente, Cal creía que tenia suerte de haberse librado de él.
—Ebrio, Cal. ¿Ebrio en clase? ¿Tres veces?—Roger negó con la cabeza, haciendo que sus mejillas caídas se movieran y lo hicieran ver como una morsa—. Gracias a Dios, Caroline acudió a mi. Te estas haciendo mala fama, hijo, una mala fama que no podre atenuar ni mejorar por mucho tiempo mas.
—Oh, pobrecito
—Siéntate derecho.
Y Cal obedeció.
A veces, ocasionalmente, obedecía a ese tono de voz especial que tenia Roger. Era el mismo tono que Cal solía escuchar antes de que lo pusieran sobre las rodillas de su padre, cuando era niño, para una nalgada.
—¿Sabes? Algunas personas dirían que esto es un pedido de ayuda.
Cal se encogió de hombros y movió el cuello para quitarse la contractura que tenia.
—Algunas personas son idiotas.
—No regresaras a Greenport—Roger cruzo los brazos sobre su pecho, endureció la mandíbula y lo miro con desagrado—. No iras a ninguna parte. Te quedaras aquí y tomaras clases particulares. Dejaras de beber y vas a detenerte con estos... estos... caprichos— Se arreglo la corbata y desvió la mirada hacia una de las ventanas altas y manchadas—. Creí que lo de ser gay ya era bastante malo, pero tu comportamiento solo ha empeorado desde que comenzaste a asistir a esta universidad.
—Cielos, Roger, gracias.—lo de ser gay. Las intensas nauseas que sentía disminuyeron. Su padre solo estaba intentando sacarlo de quicio, hacerlo reaccionar, y Cal no iba a permitírselo. No podía permitírselo—. ¿Tomaste un curso sobre como ser un completo imbécil o es un talento innato?
Esperaba ira, pero la bofetada... no la vio venir.
Lo golpeo fuerte, y Cal sintió como sus dientes le hacían un corte en el interior de la mejilla.
Su padre había sido apuesto alguna vez. Su padre había sido un atleta. Su padre seguramente también había sido humano alguna vez.
Bastardo.
—Tomarás clases particulares—repitió Roger, retorciéndose la mano—. Y dejaras de beber.
—¿Y si no lo hago?
Su padre se puso de pie y se acomodo nuevamente el cinturón, observándolo fijamente, con la mirada fría y vacía.
—No me gustan las contingencias, Cal. Clases particulares. Sobriedad. No volveremos a tener esta conversación.
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Scarlets
ParanormalCal llega al colegio preparatorio como cualquier otro joven, con un grupo de amigos, pero también con un padre poderoso que no hace más que presionarlo. Solo cuando se ve desbordado por esa presión, acepta la propuesta para encontrarse en el sótano...