1: las cosas nunca son tan faciles como dicen.

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Aparentemente nadie en el tren se fijó en la penetrante mirada que aquel chico posó en mi. Algo muy común que podría pasarme desapercibido, sin embargo había algo en esos ojos que plantó en mi esa duda, esa que te hace querer mirar algo hasta encontrarle una razón lógica. Parecía un chico insípido a simple vista, su aspecto dejaba mucho que desear, una chaqueta negra sencilla me decía, en aquel entonces que no debía prestarle más atención que una mirada represiva por su insistencia en fijar esa mirada sobre mi.

Pero en aquel momento —¡que ilusa era!— cuando baje la mirada y pude observar que inconscientemente esa razón "lógica" que quería encontrar podría haber sido un simple gesto en reacción de mi cerebro, pues al ver la portada del libro que el chico leía con gran fogosidad algo en mi hizo clic. En ese instante él pareció reaccionar y continuó su lectura dejando la batalla de miradas que hace un par de segundos habíamos tenido. Por otro lado los sentimientos que aquel libro me había provocado cuando lo leí, resurgieron del fondo de mi ser.

En ese tiempo —si mi memoria no me falla— fue cuando inició todo, el caos, la felicidad, la incertidumbre. Se que esperan que diga que el chico atractivo de ojos azules fue hacia mí y de ahí hubiera nacido la historia que voy a contar, siento defraudarlos pero no es así. Ese día en el tren el no vino a mi, es más desde ese día jamás volví a verlo, sino hasta después de 5 años. Ahí fue cuando comenzó esta historia —que no es de amor—.

Pero continuando con aquel interesante momento en el tren. Si bien dije que él no había ido a comenzar una conversación conmigo, algo —un presentimiento— me hizo saber que esa no sería la última vez que lo vería. Con un suceso extraño mi cerebro tomó por sentado ese presentimiento.

El tren atravesaba uno de los tantos túneles en su camino, y las luces comenzaron a prender y apagarse, no una sino varias veces, lo que me dijo que algo andaba mal. El miedo que una joven de 18 años podía experimentar se hizo presente y me aferré fuertemente al barrote del asiento delantero.

—¿Qué está pasando? —pregunté asustada.

—Seguro que es una falla eléctrica —dijo un chico despreocupado.

«Claro que más podría ser» me dije a mí misma, tratando de hacerme entender que había sobre actuado la situación.

Un movimiento brusco sacudió el tren, aún seguíamos en el túnel, pero todo —como por arte de magia— volvió a su curso natural. Eché un vistazo a los demás pasajeros y todos estaban de lo más tranquilos, en un acto inconsciente mi mirada busco efusivamente al chico de la mirada misteriosa, pero no lo encontré, en aquel tiempo debí haberme percatado de lo extraño que eso era, pues el tren en ningún momento hizo parada, sin embargo actúe tal como una adolescente de 18 años y deje pasar ese pequeño detalle.

FragmentadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora