Capítulo II.
Han pasado dos días de aquel suceso con la dama carmesí, la zona donde vivo sigue siendo un peligro pero por lo menos sé que alguien no va a venir a matarme a mí en específico por lo menos no hasta donde yo sé. Estos días en el consultorio han estado muy tranquilos, he tenido unos cuantos pacientes pero ninguno fuera de lo normal. Un jueves por la mañana había llegado temprano al consultorio, ni si quiera la cafetería del frente había abierto, no había nadie en el consultorio, por lo que tenía que esperar hasta que alguien decidiera aparecer, me senté en la silla donde atiendo a los clientes y deje la puerta abierta por si alguien decidía entrar, cerré los ojos, suspire y repose mi cabeza sobre el regazo de la silla, pasaron diez minutos cuando el suave golpeteo de la puerta me despertaron, al abrir mis ojos puede ver que no era un paciente quien se presentaba por estos lares, era más bien una joven, la que estaba junto a la señora pelirroja aquel día en la cafetería para ser exactos.
―¿Puedo pasar?–Pregunto en medio del seco silencio.
―Claro– Respondí tartamudeando.
Ella era realmente bonita, tenía los ojos color miel, el cabello castaño claro, desalineado, pero se veía coqueto, también tenía unos encantadores labios y unos grandes atributos.
―Pasaba por aquí porque quería disculparme con usted– Dijo mientras se sentaba. –Me entere de lo que sucedió con la señora que vino el otro día y lo de que su esposo casi lo mata- Dijo cabizbaja.
–Lamento que te enteraras de eso, pero estoy bien– Le comente. –Pero ¿Por qué vienes a pedir perdón?– Pregunte.
―Por lo que paso la otra vez en el café, cuando la señora Gonzales se burló de usted– Respondió. ―Vengo a pedir perdón por ella–
―Entiendo pero ¿Quién es la señora Gonzales?– Pregunte.
―La señora de mantenimiento– Respondió.
―¿Quieres decir la señora que limpia?– Pregunte con tono burlón.
―Si, en efecto– Respondió.
―Lo siento pero no acepto tus disculpas– Le dije. ―Ella tiene que ser la que se disculpe no tú... Señorita... ¿Cuál es tu nombre?– Pregunte.
―¡Oh! Que malos modales los míos, soy Cristina Evans soy pediatra y trabajo en el piso de arriba, mucho gusto– Respondió alegre y con orgullo de sus palabras.
―Mucho gusto, yo soy Lucas, psicólogo, aunque creo que eso ya lo sabias– Le respondí seguido de una pequeña risa. ―Es bueno conocerla, como sabrás soy nuevo aquí y no conozco a nada ni a nadie, solo el piso de mi consultorio– Agregue.
―Si, por eso mismo pido disculpas– Dijo. ―Ya te dije tú no tienes que– Le interrumpí. Justo en ese momento se fue la luz en todo el edificio, de inmediato tome mi teléfono e ilumine el cuarto.- ¿Estas bien?- Pregunte.-Si, ¿Y usted?- Pregunto.-Si, estoy bien no te preocupes- Le respondí.
Me levante y con la luz de mi celular me dirigí a las escaleras del edificio, cuando estaba pasando a través del marco de la puerta sentí que alguien halaba mi chaqueta, ilumine detrás mío y era Cristina que al parecer no se quería quedar sola, me asusto esa acción por parte de ella pero fue algo pasajero tenía que concentrarme más en lo que estaba planeado hacer, subí junto a Cristina por las escaleras al otro piso a ver si había gente en el ascensor o alguien que necesitara ayuda y así seguimos por los otros dos pisos, no oímos a nadie pidiendo ayuda alguna ni logramos ver a nadie en apuros por lo que nos dirigimos a la salida del edificio, tras unos minutos de pensar que hacer, decidimos tomar un café enfrente, eran las diez por lo que ya estaba abierto. Al parecer solo nuestro edificio era el único sin luz, antes de ir a tomar café con ella decidí llamar al servicio de luz para informales sobre las fallas que estábamos teniendo pero mientras conectaban las líneas voltee a ver las puertas del edificio y pude ver tras los vidrios de dichas puertas a una niña quien me estaba haciendo señas para entrar, era raro no la habíamos visto cuando revisamos el edificio pero aun así decidí seguirla, colgué la llamada para poder usar la linterna, al entrar la perdí por un momento pero logre verla al final del pasillo, cerca de las escaleras, seguía haciéndome señas para que la siguiera, por alguna extraña razón de vez en cuando la perdía de vista pero siempre la encontraba a lo lejos. La seguí hasta el último piso, ella siguió haciéndome señas hasta un cuarto que se hallaba cerrado con llave, intente tumbarla pero, fracase, voltee para preguntarle a aquella niña porque me trajo hasta aquí, pero por más que busque entre la oscuridad no la encontré, mientras la buscaba note un olor poco particular, no sabía de dónde provenía por lo que deduje que venia del cuarto, me acosté en el suelo y confirme mi corazonada, el olor provenía de la ranura de la puerta, saque el pañuelo que llevaba en el bolsillo y me cubrí la boca y la nariz, me levante e intente nuevamente forcejear la puerta fracasando nuevamente, pero al colocar mi celular en el bolsillo del pantalón para intentar nuevamente abrir la puerta volví a ver a aquella niña, quien me estaba señalando la pared de enfrente, al tomar mi celular la volví a perder de vista pero al seguir sus indicaciones encontré una llave, la tome y abrí la puerta inmediatamente, lo que vi al abrir la puerta fue oscuridad ¿Qué esperaban? El cuarto carecía de luz natural, pero con la luz de mi celular logre ver a la señora Gonzales desmayada en el suelo, al parecer el gas que cubría el cuarto era anestésico, coloque el celular en el suelo, guarde el pañuelo, aguante la respiración y la cargue apoyándome de mi hombro, tome mi celular y me retire de allí. Al llegar a planta me topé con Cristina, quien se vio sorprendida ante mi presencia, lástima que no sea por mi persona.
[¡Hola! Querido lector, muchas gracias por leer ambos capítulos, esta nota es para informar que el capitulo dos esta en modo beta :3 por lo que sufrirá posibles cambios en el futuro, aun no esta terminado. Nuevamente gracias por leer. ATT: Shiro A.]
ESTÁS LEYENDO
Psicología
Mystery / ThrillerEstas historia narra los anécdotas de un psicólogo neoyorkino.