07

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—¿Magnus?.

—Si, soy yo Alexander.

La habitación estaba oscura, pero la luz que llegaba desde la ventana permitía distinguir la figura de un humano de pie junto a una cama.

—¿Qué haces aquí?, ¿Cómo es que entraste?—Susurró el que Magnus reconoció como Alec.

—Lo importante ahora es a que vine—Respondió el otro Magnus. Se acercó hacia la cama y se recostó junto al cazador de sombras, cuyos músculos se tensaron al instante.

—No está bien—Fue lo único que pudo decir.

—Existen muchas cosas que no lo están.

Y el Magnus original escuchó felizmente como se besaban. Suspiros acompañados de largos besos que le estaban provocando escalofríos y una necesidad inminente de besar al auténtico Alexander.

—Magnus, no.—Susurró Alec no sonando para nada convencido.

—¿Por qué no?

—Porque no...—Pero de alguna forma el otro Magnus hizo que las palabras desaparecieran de la boca del chico—Porque...

—Al parecer no es tan importante—Dijo con algo de burla y cariño Magnus, quien se encargaba de distraer al cazador de sombras con acogedores besos en su cuello.
Una punzada de celos atacó al brujo. Mas bien de añoranza.

La pareja siguió besándose hasta que, como era de suponerse, las cosas se volvieron desagradables.

No podía esperar menos tratándose de un sueño.

De pronto el brujo se convirtió en un ser rubio, un poco más bajo que Alec y, por supuesto, cazador de sombras.

Siguieron besándose hasta que necesitaron respirar.

—¿Jace?—Exclamó un agitado Alec con sorpresa.

En respuesta obtuvo otro beso. Un beso que distorsionó el mundo hasta que Magnus se encontró en otro lugar. Un lugar donde Jace y Alec seguían besándose, solo que esta vez estaban de pie.

Magnus estaba cansado de ver a Alexander besar a otra persona, una persona que no era él.

—Alec eres tan valiente—Dijo Jace entre los besos.

—No tanto como tú.

Magnus soltó una risa irónica y deseó que Alexander tuviera el valor de abrir sus sentimientos al mundo. No llegaba a entender porque ocultaba algo tan lindo como el amor y, tal como si la mente de Alec quisiera darle una respuesta, el mundo dio vueltas y llevó a Magnus a un recuerdo. Lo supo porque su vista era borrosa y porque podía ver el mundo desde la perspectiva de Alec.

—Es una desgracia—Se quejaba la que Magnus reconoció como Maryse solo que unos años más joven.

—¿Qué es una desgracia madre?—Preguntó hablando sin querer hablar con la preciosa voz de Alexander.

Maryse pareció notar la presencia de su hijo de manera desprevenida.

—¿No deberías estar entrenando?.—Preguntó en respuesta el que Magnus identificó como su padre.

—Estamos en un descanso—Se encogió de hombros. A juzgar por su altura el recuerdo no era tan antiguo.—¿Qué es una desgracia?.

Maryse miró a Robert antes de continuar.
—Bueno, a pesar de que eres muy joven para comprender tal cosa te lo diré, porque confío en tu madurez y en tu lealtad—Si Magnus hubiese tenido control sobre su cuerpo, hubiese rodado los ojos. Cazadores de sombras, siempre dando discursos relacionados con la moralidad. Por dentro se sintió alagado, supuso que eran los sentimientos de Alexander lo cual lo conmovió.—Bien, llegaron noticias de Idris.

—¿Todo está bien?—Saltó preocupado.

—Sí Alexander, es decir no hay nada de qué preocuparse, pero nos llegaron noticias de otro tipo.

—¿Qué clase de noticias?.—La curiosidad lo estaba carcomiendo por dentro, pero mantenía su voz en perfecta calma.

—¿Recuerdas a los Blackthorn?

Alec comenzó a intentar recordar entre los muchos apellidos de las familias de cazadores de sombras que conocía. Recordó a una tal Helga o tal vez Hilda... no estaba seguro, de todos modos asintió. No tenía ninguna intención de defraudar a sus padres.

—Más específicamente a Helen Blackthorn—Asintió nuevamente—Bien, pues esa chica mitad hada es... más bien esta...

—Dime madre está bien.

—Esta con otra chica, mejor dicho con otra cazadora de sombras. Aline, su nombre es Aline.—La noticia le llegó a Alec como un balde de agua congelada.

—¿Esa es la desgracia?—Intentó ocultar el temblor y el miedo tras su voz. El corazón le palpitaba dolorosamente sobre el pecho.

—¿Acaso te parece poco?, pobre Eleanor. Pobre familia—Y mientras su madre se lamentaba Alec no podía dejar de pensar en lo triste que era la situación.

—¿Eleanor?—Intentó cambiar el tema un poco para no sentirse tan agobiado.

—La madre de Helen.—Pero las cosas solo seguían empeorando—Debe ser triste que tu hija te apuñale por la espalda y qué decir de la humillación.

—Deberían despojarlas de sus runas, no merecen ser mitad ángel. No merecen tener nuestra sangre.

La madre de Alec asintió ante el comentario de su padre.

—Esas son cosas de demonios.—Concordó su madre.

Y Alec quería ser tragado por la tierra. También quería vomitar y llorar al mismo tiempo. Tenía miedo y lo abarcaba una tristeza enorme. Pero, por sobre todo eso, había un deseo latiendo con mayor fuerza que cualquier sentimiento en su corazón: dejar de ser como era.

Desde tu interior  [Magnus & Alec]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora