Salgo al Exterior

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Hoy es un día demasiado caluroso aquí en Haiti.

Esta mañana, el doctor Harries me despertó con una noticia que me alegró el día, vamos a salir al exterior, ya estoy lista, ya me puse la ropa que me prestaron y me cepillé el cabello.

Siento un leve golpe en la puerta de mi habitación por lo que grito un rápido "adelante", seguido de eso el doctor Harries entra a la habitación, no está vestido como doctor, sino que tiene una camiseta gris y unos jeans oscuros. Yo estoy usando unos shorts, una camiseta de tirantes blanca y una camisa gris atada a la cintura.

- ¿Estás lista para salir después de tanto tiempo? - Me pregunta el doctor con una sonrisa

- Cinco años exactamente -Rio con un poco de tristeza al recordar que hace cinco años estoy aquí encerrada- Ya estoy lista

-Entonces vamos- Dijo el mientras yo caminaba hasta la puerta y el me dejaba pasar, cerrándola detrás de mi.

Caminamos hasta el auto de Harries, no es todo un lujo, pero es lo que se permite en este lugar.

Mientras estábamos en el auto, yo miraba por la ventanilla, no puedo creer que eso sea lo que quedó del lugar. Hay gente en el piso deshidratándose, otros llamando la atención de los pocos autos que pasan por aquí, esperanzados de que alguno frene y los lleve a su destino, otros simplemente se sientan en rocas mientras miran el cielo.

Yo recuerdo que cuando era pequeña, siempre salia con mis padres a jugar, íbamos a plazas, jugábamos a las escondidas, iba al colegio con mis amigos, todo eso quedó en el pasado luego de la muerte de mis padres.

Mis padres...

Se me aguaron los ojos al recordarlos, con la tierna sonrisa de mamá que todo lo iluminaba, con la fuerza de papá que lograba cargarme y llevarme a pasear en sus hombros.

Las lagrimas corrían sin control por mi rostro, el doctor Harries me pregunta constantemente si estoy bien, a lo que yo solo respondo con un leve movimiento de cabeza.

Los necesito.

En ese mismo momento, las voces llegaron a mi cabeza, pasando de susurros a gritos constantes que solo yo escuchaba.

¿Piensas que tus padres simplemente murieron? claro que no, ellos te dejaron, nunca te quisieron, se suicidaron por tu culpa, arruinaste su matrimonio.

Inútil

Llorona

Deja de llorar, no los vas a recuperar

Todo eso y muchas mas frases hirientes pasaron por mi cabeza, a lo que yo solo reaccionaba cubriéndome los oídos, llevando mis rodillas a mi pecho y meciendome en el asiento mientras decía

-No, eso no es verdad, ellos me querían, eramos una familia perfecta

Jajaja, estas muy equivocada, ellos solo te tenían lástima, lástima porque nadie te quería, nadie te quiere y nadie te querrá, hasta que un día se cansaron de ti y decidieron irse.

-No, no, ¡NO!- a todo esto escucho una voz que me pregunta que me pasa, pero no puedo hacerle caso, estoy en un lugar donde todo alrededor en negro, y solo puedo ver las fotos familiares y pensando que son mentira.

Siento que me sacuden, intentando sacarme de mi trance, pero lo único que consigue esa persona son golpes de mi parte, como si el fuera la voz que me atormenta desde niña, como si el quisiera hacerme daño.

-¡NO!- Repito incontables veces hasta que de la nada vuelvo a la normalidad, pero ahora estoy tumbada en una camilla, abro los ojos y estoy de nuevo en mi habitación, en el psiquiátrico, intento moverme, quiero golpear lo que tenga alrededor, me perdí la salida al exterior por uno de mis trances, por otro de mis malditos trances, me siento tonta, pero estoy inmóvil, cuando miro hacia abajo puedo ver una camisa de fuerza puesta en mi torso, comienzo a gritar desesperadamente, llamando al doctor Harries.

Te perdiste la salida, eres una estúpida, no puedes ni siquiera salir al exterior, ahora nunca mas tendrás otra oportunidad, la desperdiciaste, ahora te quedaras encerrada en este lugar hasta que te mueras de hambre.

-¡No!- Grito a esa voz que no me deja tranquila, ya estoy cansada de escucharla.

De pronto siento una presencia a mi lado, son mis padres, con esas sonrisas que reparten tranquilidad, por un momento me siento a salvo, siento que ellos están aquí, conmigo, hasta que esas sonrisas desaparecen y solo quedan sus gritos hacia mi persona

-No te soporto, no puedo verte, nos vamos a hacer lo que nunca pudimos por tu culpa. -Grita mi papá mientras yo solo puedo verles desconcertada.

-Nos vamos, solo queremos que desaparezcas de nuestras vidas y nunca puedas ser feliz, que sufras tanto como nos hiciste sufrir a nosotros, ¡no te queremos!- Esa fue mi mamá, la persona que me brindó su amor en algún tiempo, seguido de eso, las dos figuras comienzan a verse borrosas hasta desaparecer.

Llevo mis rodillas hasta mi pecho, como lo hago siempre que tengo estas pesadillas, por llamarlas de alguna forma. Lo único que deseo, es que eso no sea verdad, que ellos me hayan amado como unos padres quieren a sus hijos, tanto como yo amaba ir a jugar con ellos, como si yo no hubiera arruinado su existencia, como si me quisieran, como si siguieran aquí...

Lo Que Me Atormenta Desde Niña (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora