Se encontrarán una semana después, en el mercado. Ella estará comprando guayabas, llevará en la mano una bolsa con manzanas. Él la habrá estado buscando desde esa noche, con los ojos hinchados de recordarla (procuraré justificar bien este encuentro). Se acercará a Ella, que desde metros atrás percibirá el delicado aroma a sudor que tanto le atrajo de Él la primera vez. A ambos les temblarán las manos, Él seguirá, Ella lo esperará clavada al suelo y afianzada de la bolsa con manzanas. Ella recibirá la bolsa con las guayabas y sentirá como otra mano se apodera de la suya. Dentro, se le desatarán 14 mil fragmentos celulares, la imagen del marido quedará sepultada entre el trauma de la infancia y la muerte de su hermano. No tendrá caso contenerse, sus dedos jugarán una danza hasta quedar pegados. Caminarán unidos hasta llegar a casa de Él. Ella tendrá miedo, pero no dudará en querer hacerlo. Al entrar, ella pondrá la bolsa de pollo sobre la mesa mientras Él se asegura que no haya nadie en la casa. Y no habrá nadie. Ella sacará una guayaba de la bolsa, le quitará la cabeza y la pondrá en la boca de el de Él. Será la última vez que ella recuerde, en ese día, la hora y sus minutos, cerrará los ojos.

El amor es solo una hermosa mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora