Capitulo 14: El inicio

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Recordar ese día es tan doloroso que me es imposible no querer cambiar todo lo que pasó.

Adoraba con mi alma estudiar la carrera en la que me encontraba. Me sentía completa, lo mejor era que cuando saliera según mis calificaciones ya tenía una trabajo asegurado en el Hospital local de mi ciudad.

Antonio seguía a mi lado pero ya no nos veíamos tanto puesto que había elegido la carrera de Derecho. Me sentí muy orgullosa de él porque era de las más peleadas y pese a eso, se ganó un lugar ahí dentro; un muy buen lugar.

Si pudiese se me formaría un nudo en la garganta y tal vez estaría a punto de llorar, pero eso ya no es posible, la "gente" como yo ya no puede.

Ese día recuerdo que me había levantado seguramente con el pie izquierdo. Intenté ducharme rápidamente pues se más había hecho tarde para mi primera clase.

Pronto acabaría con la Medicina General y me vería inmersa en lo que en realidad me interesaba, la Pediatría. Amaba a los niños por eso es que me decanté por esa especialidad, más bien era la única que me atraía de toda la Medicina.

Estaba ya por empezar la primera clase pero gracias a Dios fue que entre a tiempo. Me senté tranquilamente en mi pupitre que se encontraba a mitad de la clase y me dispuse a platicar por mensaje con Antonio.

-¿Vas a venir por mí hoy?

✔️✔️

-Pues claro, necesito que me acompañes. No compraría un auto sin la opinión de mi mejor amiga.

Sonreí inconscientemente, últimamente se había portado genial conmigo. Ya había madurado y eso se notaba, me trataba maravilloso.

-¿Dónde estás ahorita?

✔️✔️

-Camino a la Facultad ¿porque lo preguntas?

Porque tengo hambre...seguramente.

-Bueno supongo que mejor al rato te digo

✔️✔️

-No, dime que es

Guarde mi celular rápidamente, la maestra ya se encontraba lista para empezar su clase.

Las siguientes clases se me hicieron eternas, pero finalmente llegó la hora del almuerzo y fui con la única chica a la que le hablaba en toda esa gran institución.

-Helena, Helena...Helena! -Grite a todo pulmón ya que no me escuchaba.

-¿Qué quieres Ana? -Preguntó fingiendo estar molesta. -Ay, eres una escandalosa. -Chillo rodando los ojos.

-Es que aparte de que yo soy escandalosa tú eres una sorda. Nunca me escuchas. -Aparente estar molesta también.

-Bien, bien a ver si dices eso cuando necesites a alguien a quien contarle tus cosas. -Me fulminó con la mirada.

-Aja Señorita yo tengo una vida perfecta. -Balbuceé ya algo cabreada.

-Chicas! -Agito las manos desesperadamente Paco, el amigo de Helena.

-¿Qué quieres? -Le gritamos las dos al unísono, para segundos más tarde, partirnos de la risa por tal coincidencia.

-Uff y luego dicen que los hombres son los bipolares y volubles.

-Y ¿quién dice eso? -Ambas miramos confundidas en dirección a Francisco.

Francisco quería especializarse en Odontología y Helena en Cirugías Plásticas, por lo tanto tampoco nos íbamos a encontrar más tarde.

Sí mi vida, definitivamente era una desgracia. Cada persona que entraba en ella salía más rápido que las personas que entran cada año a los gimnasios.

Frank, Fran, Paco, Pancho, Panchito era todo un amor conmigo, pero ningún chico me interesaba en realidad; mi chico especial era Tony.

Después de la pequeña discusión con la única amiga que había tenido en mi vida, se nos ocurrió algo muy loco. Teníamos tiempo, el pequeño receso que nos daban tampoco era muy corto, duraba aproximadamente 45 min.

Salimos corriendo de el edificio en el que nos encontrábamos después de comer una rebanada de pizza cada uno. No se por qué pero me sentía eufórica, con ganas de vivir la vida.

Los veintiún años de vida que me había regalado el destino, me habían enseñado muchas cosas pero divertirme era cosa mía, eso era lo que íbamos a hacer, divertirnos. Aunque ese día en especial quería seguir con vida muchos años más.

En ese momento me di cuenta que no me había levantado con el pie izquierdo ni mucho menos, es más, ni siquiera sabía con qué pie me había parado.

Lo único que si podía asegurar era que ama la vida. Lo que se podía sentir mientras todavía la tenía era...calidez, sí creo que esa era la palabra adecuada.

A pesar de ya no ser adolescente me sentía como una de ellos, con rebeldía pero a la vez madurez recorriendo como electricidad mi cuerpo.

Quería la libertad, esa misma que mi abuela me había enseñado. Lo más probable era que me le habían mandado a ella para demostrarme que aún a su edad era la persona más libre que conocí en mi vida.


El final se acerca repentinamente...
Espero disfruten el cap ❤️
Nos vemos! 👋🏼💕

Otro día más  © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora