Capítulo I.

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Montería- Córdoba 6/11/2017

Abro los ojos.

Mi mente está vacía, y siento la impotencia invadirme por completo, llevo una mochila conmigo pero no puedo recordar qué hay dentro. Lentamente me incorporo y observo que estoy recostada en una banca de un enorme parque, el ambiente está silencioso y me hace temerle, hurgo en mis pensamientos, intento encajar piezas, ¿cómo llegué aquí? ¿Por qué no puedo recordar nada? Intento e intento pero nada aparece, de un momento a otro, colapso.

Bogotá DC- Colombia 7/11/2017

Nicolás

Samuel se encuentra sentado en su escritorio, puedo observarlo desde aquí, desde el otro lado del cristal de su amplia oficina, sería fácil asesinarlo, solo debo tomar el arma que está encima de la repisa en la sala de visitas, entrar, dispararle, y huir...

Pero a quién engaño, tendría que burlar los guardaespaldas que custodian su mansión, las cámaras de seguridad, las alarmas; toda la protección que se merece el candidato más opcionado a la presidencia de Colombia, también el menos indicado, pero eso no lo saben...

- Nicolás, te necesito, ven de inmediato. – Samuel interrumpe mis pensamientos, me está llamando, trago en seco, debo obedecerle, debo ir hasta donde él. Todo por Ricardo, Por María Ángel, por Cristina...

- Sí, señor. – Le respondo por el teléfono y me dispongo a cruzar el cristal que nos separa. Entro.

- Acabo de recibir una noticia que me puso de muy mal genio, han encontrado a Ricardo y Cristina – Me dice.

Mi corazón se agita... los habían encontrado, toda esperanza había desaparecido.

- Entonces... ¿Por qué está enfadado? – Le pregunto nervioso

- Esa es una muy buena pregunta, la niña no está con ellos, y si la niña no está, ¿ellos de qué me sirven?

Trago en seco.

- Ahí es dónde entras tú – continúa - en este momento esa mocosa es la más buscada del país, porque además de ser la llave para poner a hablar a Ricardo, es la memoria detrás de esos códigos y ubicaciones que pondrían en peligro mi triunfo en las próximas elecciones, nadie la conoce mejor que tú, la has criado, le has cambiado los pañales, y eres la mano derecha de sus padres, tráemela con vida, o compartirás cárcel con tus amigos, tienes 10 días, contando desde ya- Escupe secamente.

Todo se torna confuso por un instante, María Ángel había desaparecido, al parecer nadie tenía conocimiento de su paradero, y eso me asustaba, su desaparición la convertía en el blanco de Samuel, debía encontrarla, debía protegerle, pero, ¿por dónde empezar?

- Necesito hablar con Ricardo y Cristina, eso me podrá aproximar al paradero de la niña - Le miento con la verdad.

- ¿Piensas traicionar a tus amigos de toda la vida?

- Ahora le soy leal a usted, señor - le miento nuevamente.

- No tienes otra opción- Dice desafiante- Ahora, acompáñame.

Samuel toma las llaves de su lujoso Jeep, nos subimos en él, y después de atravesar la ciudad, llegamos a una pequeña prisión de Bogotá, construida por Samuel, para sus propios fines (La había construido durante su alcaldía en la ciudad, la disfrazaba ante el país como un reformatorio de ciudadanos problemáticos, cuando en realidad encerraba ahí a todo aquel que se le opusiera, que pensara distinto, que representara una piedra en su camino)

Nos bajamos y entramos.

En una de las tantas celdas se encontraban mis amigos de toda la vida, golpeados y tratados como criminales, se abre la celda y minutos después me quedo a solas con ellos.

- Nicolás, debes protegerla por encima de todo. - Me dice Ricardo.

- ¿Dónde está ella?

- No podemos decírtelo con palabras exactas hay cámaras y micrófonos por todos lados. - Ahora habla Cristina.

- Mira - Me dice Ricardo en un susurro- Mary está en el último lugar del mundo en el que nos sentimos completos.

- ¿Completos? Ric, ¿De qué hablas? necesito más pistas, por Dios, ¡dime más!

-Es todo lo que puedo decirte, Nicolás. Piénsalo bien. Y cuando la encuentres, no podrá recordarte, ni a ti, ni a nadie, hemos puesto en marcha el plan, de ese modo está más segura - La siguiente frase me la dice en el oído- Ella no recuerda ningún código.

Me quedo frío por un instante, a los segundos me sacan de la celda e inicia mi misión, nada de lo que estaría por venir sería fácil.

María Ángel.

Abro los ojos. Otra vez.

Todo a mí alrededor es desconocido, mi cabeza está a punto de explotar.

Me encuentro en una cama, que, a juzgar por su contextura, es un poco antigua, mi vista se concentra en el techo consumido por el moho, o por termitas, no puedo diferenciarlo, no recuerdo la diferencia. El cuarto en el que estoy está muy oscuro, me pregunto por qué alguien no enciende la luz, me pregunto por qué siquiera estoy aquí.

El picaporte de la puerta es manipulado por alguien desde el otro lado, ¿Acaso es un familiar? ¿O alguien a quien deba temer? ¿Cómo puedo saberlo? Mi memoria está completamente distorsionada y no tengo ni siquiera una noción de mi identidad.

La puerta por fin se abre, del otro lado solo puedo presenciar el rostro de una anciana con una taza de café en sus manos, olía a café, al menos no había olvidado ese olor. La anciana tiene aproximadamente unos 70 años, un cabello gris y un rostro arrugado, quizás cansado de tanto trabajo, o de la vida. Sus ojos son marrones y su mirada perdida.

-Oh, veo que has despertado. – Dice la anciana con una gentil voz.

- ¿Quién es usted? – Pregunto desconfiada, o tal vez... ¿Asustada? Oh Dios, como podía ser tan ridícula, ¿asustarme de una anciana?

- Te encontré en la avenida primera, en la madrugada y totalmente sola, estabas inconsciente, pensé que necesitabas ayuda y te traje a mi casa, si quieres puedes llamar a tus padres en cuanto te sientas mejor, te traje una taza de café – Dice al mismo tiempo en que me entrega la taza caliente.

Me quedé fría por unos segundos.

-No puedo llamar a mis padres... porque no sé quiénes son. No los recuerdo.

No sabía si podía confiar en aquella mujer, pero me había rescatado, así que le cuento toda la verdad. Luego de finalizar, me mira fijamente dudosa, quizás creyendo que estaba alcoholizada o drogada.

- ¿No recuerdas absolutamente nada? ¿Un rostro? ¿Un nombre?

- Nada...- Respondo afligida.

La anciana se queda dudosa por unos segundos.

- Bien, puedes quedarte aquí, no vivo con nadie después de todo, no tendrás que responder preguntas, más de las que te estás formulando, y, en cualquier caso, podrás hacerme compañía. Mi nombre es Caridad y supongo que cuando lo recuerdes me dirás el tuyo, por ahora descansa, has pasado por mucho.

Me da la espalda, abre la puerta, sale, y luego la cierra, dejándome sola, sola con mis pensamientos.







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