~Primera Etapa De La Gran Aventura~

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Ya unas semanas habían pasado, y la ciudad de Londres se veía sumida en una tranquilidad total. El otoño había llegado, y el mes de octubre estaba llegando a su fin. Los árboles habían perdido casi por completo sus hojas, y un viento frío de invierno hizo su aparición.

En la mansión Kesington las cosas habían cambiado desde hacía ya dos semanas atrás. La señora Marianne Kesington no cabía en alegría; su vida había cambiado por completo con el regreso de su querido nieto Peter.

Luego de conocerse mejor entre ellos, Peter le había contado sus planes a su abuela, y ella estaba dispuesta a ayudarle, además de parecerle una idea conmovedora. Luego de esos días, la señora Kesington le había comprado ropa a Peter, para que pudiese adaptarse a su nuevo mundo. Le había enseñado partes de la ciudad, y ese día tenía planeado enseñarle el parque central de la ciudad.

Peter estaba sentado en la mesa de la cocina tomando su desayuno; unas tostadas untadas con mantequilla acompañadas por un vaso de tibia leche. Comía con mucho gusto, pues nunca antes había probado bocado tan sabroso, o por lo menos no lo había hecho mientras vivía en Nunca Jamás. Su abuela le miraba gustosa; estaba complacida.

Señora Kesington: casi había olvidado como eras, mi Peter. Dos años es mucho tiempo. Tenías doce años la última vez que te vi antes de que escaparas

Peter: no he cambiado desde entonces

Señora Kesington: yo creo que si. Ahora que te veo, deberías tener catorce años, y fijándome bien, noté que tu cuerpo comienza a ser el de un adolescente. Estás más alto de lo que te recordaba, tus facciones ya no son tan infantiles.

Peter: eso significaría que he crecido, lo cual es imposible. En Nunca Jamás no crecía.

Señora Kesington: ¿y cómo explicas que tu cuerpo haya cambiado? - Peter había dejado de comer, y se quedó pensativo. Marianne recordó todo lo que su nieto le había contado, sobre una tal Wendy - ¿qué fue lo que esa niña Wendy te dio en el barco de Garfio?

Peter: ...un dedal...

Señora Kesington: ¿un dedal? - el niño asintió

Peter: dijo que me pertenecería por siempre... - su abuela sonreía divertida al ver la expresión que Peter ponía cuando hablaba de aquello

Señora Kesington: ¿puedo saber como era ese supuesto dedal?

Peter no respondió enseguida. Era como si le costase recordar lo que aquel dedal era, si es que era un dedal. La anciana notó que el joven sonreía de a momentos, y que de pronto, llevó sus dedos a sus labios rozándolos delicadamente. La anciana de pronto comprendió todo.

Señora Kesington: posó sus labios sobre los tuyos, ¿no es así? - Peter asintió - ¿y qué sentiste?

Peter: ...no lo sé...fue extraño y...maravilloso...

La anciana rió complacida. Peter la miró confundido, pero ella no le dio importancia y le hizo un gesto con la mano. Le dijo que se apresurara para salir, y Peter acabó los restos de su desayuno.

Aún no estaba acostumbrado a llevar puesto aquello. Con sus mallas verdes siempre se sentía cómodo y libre, pero su abuela le había comprado ropa de la época, y en ese día se puso una camisa y unos pantalones de mezclilla junto con zapatos de cuero negros. La anciana le perdonó que no se peinara, pues de aquella forma se veía más como él mismo.

Salieron a la fría calle de Londres, donde la gente iba y venía con abrigos cubriéndose del frío. Peter alzó la mirada al cielo, notando que las nubes cubrían gran parte del firmamento, y la luz del sol apenas se filtraba por los rendicios de los vapores de la ciudad. Notaba que los fríos vientos tumbaban las hojas de los árboles. Todo se veía triste, y Peter así se sentía. En su país, él controlaba el clima, y como siempre estaba feliz, los días eran siempre soleados. En Nunca Jamás nunca era Otoño o Invierno, solamente cuando Peter dejaba el país por unos días, o cuando se sentía muy triste, como cuando Campanita había fallecido.

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⏰ Última actualización: Nov 12, 2016 ⏰

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