Estaba temblando por el frío y por él. Sus manos eran tan cálidas que por alguna razón mi cuerpo reaccionó y tuve que caminar de regreso al salón a su lado, cubriendo mi entrepierna. Gracias, cuerpo, por traicionarme una vez más.
Me había invitado a su casa aún sabiendo que no habría nadie... tenía miedo de que fuera a intentar algo más, pero decidí no pensar en ello. Sabía que era una buena persona. Por eso me gustaba. Siempre tenía una sonrisa para regalar a todos y escuchaba a las personas cuando le contaban cosas. No es que lo acosara... sólo le ponía atención.
Al terminar las clases, él fue conmigo y nos pusimos a platicar de algo que no recuerdo ahora, pero me sentí feliz. Lo siguiente que recuerdo es que estábamos frente a su casa. Entramos y su casa era de paredes blancas, con muebles de madera. Era una casa linda. Linda como él...
-¿Tienes hambre? Había pensado pedir pizza. Si eso te gusta...
Él era alto a pesar de sus diesiseis años, pero su voz era dulce.
-Lo que tú quieras está bien -miré alrededor, estudiando su casa y me senté en el sillón largo, mientras él pedía las pizzas.
-¿Champiñones están bien? -preguntó y yo asentí. Terminó la llamada y colgó el teléfono-. Llegan en media hora.
Me sonrió y se sentó en el mismo sillón, viéndome a mí. Siempre me veía a los ojos. Miré a otro lado, sonrojado.
-Si no estás cómodo, podemos ir a otro lado. Conozco un café a...
-No, está bien aquí. Es cálido, como tú -dije sin pensar y vi cómo se sonrojaba, al igual que yo.
Comenzó a quitarse la chamarra, quedando en la playera del uniforme escolar. Yo me quité la bufanda.
-¿No tienes frío? -dije estirando mi brazo para tomar su mano.
-No, siempre estoy caliente... -su rostro se volvió completamente rojo y yo intenté no reír, fallando en el intento-. Me refiero a que no suele darme frío...
Reí un poco más, e intenté calmarme, apretando un poco su mano.
-Perdón... -sonreí, limpiando una lágrima-. ¿Le dices eso a todos los que vienen a tu casa?
El rió, y su risa me hizo sonreír más.
-De hecho, es la primera vez que invito a alguien a mi casa... -me dijo y algo dentro de mí se movió, y me sentí especial.
-Oh... ya veo, entonces espero ser buen invitado.
-Aún no te has ido, por lo que creo que es buena señal.
Sonrió y se acercó un poco más, con su mano aún en la mía.
-Entonces... -dije, viendo nuestras manos.
-¿Entonces...? -me miró, aun con una sonrisa dulce.
-Ahm... pues... quería saber que qué, tú sabes, si entre nosotros, pues, no sé, qué es lo que...
-¿Quieres ser mi novio? -me interrumpió, tomándome un poco por sorpresa, pero aliviado de que lo dijera él.
-S-sí... -contesté, sonrojándome, pero le sonreí, y él me sonreía a mí.
Se acercó a mí, y se detuvo a unos centímetros. Sabía lo que él quería porque yo también lo quería, pero nunca lo había hecho. Acorté la distancia entre nuestros rostros, pero sin llegar a tocar sus labios, deteniéndome antes de llegar. Miré en sus ojos. Aquellos ojos que habían inspirado a mi poema y me perdí en ellos. Sus labios rozaron los míos y una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo. Nuestros labios parecían bailar torpemente, pero eso no nos detuvo. Lo besé sin saber qué hacer, y sus labios parecían guiar a los míos, mostrándome cómo hacerlo.
Su mano se posó en mi pierna y mi cuerpo tembló. Sentí mi cuerpo congelarse por un segundo, hasta que movió su mano, poniéndola en mi cintura y seguimos besándonos. El tiempo se detuvo a nuestro alrededor...
Hasta que el repartidor de pizza tocó la puerta. Los dos saltamos un poco, alejándonos, sin dejar de sonreír, un poco sonrojados. Se levantó del sillón con dificultad, acomodando su pantalón y yo acomodé el mío aún sentado. Decidimos comer porque ya era tarde.
El resto es historia que se seguirá escribiendo con los años...
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