Capítulo I

203 7 2
                                    

Martes 8 de abril de 2025.

Le doy cuerda al reloj ya que esta un poco atrasado, es viejo pero todavía funciona. Me encuentro hace dos meses en el ejército, luchando en la guerra del Amazhonas. Tengo que hacerlo, mi país me necesita en un momento tan duro. No pude despedirme de mi familia ya que me aceptaron de inmediato.

La selva es una trampa mortal. Se cubre de una densa capa de vegetación, donde es imposible tener un punto de referencia. La señal de localización remota sólo funciona si te encuentras en un claro. Si te alejas de tus compañeros y te pierdes, nadie vendrá a rescatarte. Varios soldados del batallón han desaparecido por esta causa. Si no te matan los proyectiles lo hará la selva. 

Todos los dias los los aviones arrojan del cielo los paquetes con provisiones. Se compone básicamente de algunos analgésicos para reducir el impacto del combate y comida. Si se puede llamar comida, ya que es una mezcla de proteínas de soja, con trozos de alga deshidratada, compactado de tal forma que parece una hamburguesa. No es para nada delicioso. Se hace llamar 'Alimento Premium'.

La tarea que me toca hacer es despejar la selva de minas explosivas que se han sido colocadas por el enemigo. Si alguno de nosotros la llegáramos a pisar nos mataría inmediatamente. No estoy solo, detrás mío hay 5 soldados. Cuando en las gafas que me coloco, aparece un punto marcado en color azul significa la presencia de algún tipo de objeto metálico.

Una fuerte sirena comienza a sonar y me incorporo rápidamente. Eso significa que el comandante quiere que nos reunamos en el campamento principal. Allí nos dice que el bando contrario avanza cada vez más. Anoche murieron 25 soldados que se encontraban patrullando la zona. Nos exige que hagamos frente a la ofensiva. El plan es liberar el frente este y desde allí, destruir sus depósitos de armamento y municiones y avanzar hacia el oeste arrasando todo lo que encontráramos a nuestro paso. 

Mis instrucciones siguen siendo las mismas: despejar el camino de explosivos enterrados. Vuelvo a colocarme el dispositivo en mis ojos y una por una sigo detectando. Ahora la situación se pone mucho peor, esta prácticamente todo el suelo minado. A todo lo que disparamos explota con mucha fuerza. Hoy es un día muy difícil, estoy nervioso pero a la vez muy concentrado en lo que hago. Un sudor frío se desliza por mi espalda y el temor de que alguien pueda morir en cualquier momento si algo sale mal, me carcome la conciencia. Un error en este momento es imperdonable. 

Quedan las últimas dos. Me acerco, con mi mano señalo el lugar e inmediatamente doy la orden de disparo. El equipo se acerca, le dispara y retrocedemos. Esperamos ocho segundos interminables. Explota con una fuerza que nos empuja hacia atrás. Una esquirla impacta en el cristal de mis lentes, destruyéndolo. Casi por menos de un milímetro no pierdo el ojo derecho. Ese no es el único problema, las gafas quedaron inservibles, sé que existe una mina enterrada por algún lado pero no recuerdo dónde. La preocupación aumenta, miro a mis compañeros y ellos tienen la misma cara de preocupación que yo. Mi frecuencia cardíaca aumenta, siento que mi corazón se va a salir por el pecho y se me entrecorta la respiración. 

Grito a mis compañeros que no se muevan de dónde están. Con mi cuerpo temblando hago cinco pasos hacia adelante, les indico que disparen allí. No hay nada. Camino otros cinco pasos más. Disparan. Nuevamente no hay nada. Sigo avanzando con mucho cuidado la misma cantidad de pasos. Tampoco hay nada. Parece que es seguro y se puede avanzar. Hago un paso y siento un pequeño golpe en seco. Reacciono de inmediato y me arrojo hacia atrás, pero no lo logro. Un fuerte estruendo me levanta por los aires y sin poder hacer nada, veo el fuego que quema mi cuerpo y los pedazos metálicos del explosivo se diseminan por todas partes. Pareciera que el tiempo transcurre más despacio. Cierro los ojos esperando lo peor. Creo que esto es mi final.

Abro los ojos y veo un lugar desierto, todo esta oscuro así que, supongo debe ser de noche. Por lo poco que veo a mi alrededor, parece que es un campo pero no tiene ningún sembrado. Siento que algo me esta mojando, miro hacia el cielo y me doy cuenta de que esta empezando a llover. Estoy confundido, no se dónde estoy. Se viene a mi cabeza el momento de la explosión. Me pregunto que pasó con la bomba. Miro mis brazos y piernas, también toco mi cara. No tengo ninguna herida ni quemadura, todo esta bien. Grito varias veces el nombre de los soldados pero es inútil, no hay nadie que me escuche. Comienza a llover más y más a tal punto que debo encontrar algún lugar dónde protegerme, corro desesperado hacia una dirección. No veo por donde voy solo sigo adelante. 

Siento la suela de mis botas un poco áspera como si estuviera pisando otro tipo de terreno. Es una carretera. De repente veo una luz. Confío en que vienen a rescatarme. ¡Estoy salvado! exclamo. La luz se acerca más . Quiero aproximarme más a ella y vuelvo a correr tratando de alcanzarla. Crece y se hace más potente. ¡Lo estoy logrando saldré de aquí!. Mi ropa esta completamente mojada y estoy temblando de frío. Veo que la luz se bifurca en dos y se aleja. Pierdo todas las esperanzas y lo único que intento hacer es refregar mis ojos, secándome las gotas de lluvia. Exhausto, me siento sobre el suelo, toda mi esperanza fue arrancada en un segundo.

Suena una bocina y levanto la cabeza. Las dos luces se aproximan a toda velocidad hacia mí. ¡CNH! ¡CNH! ¡CNH! le digo con toda mi fuerza. ¡Aquí estoy!. No para y cada vez acelera más y más. ¡CNH! ¡CNH! ¡CNH! ¡ayúdenme por favor! grito enceguecido. Me doy cuenta que no viene a rescatarme porque es sólo un automóvil. Escucho el ruido a frenos rozando el asfalto mojado y siento toda la fuerza de un golpe en mi cuerpo. Quedo tendido sobre la fría carretera. La cabeza me pesa, no siento la mitad del cuerpo y la vista de a ratos se me nubla. Un sujeto se baja del vehículo, sólo puedo distinguir sus zapatos negros. Se queda parado delante mío por varios minutos. Trato de abrir la boca para decir algo pero sólo balbuceo. Con el mango de su paraguas toca mi frente. Vuelve a su subirse al automóvil, retrocede y acelera todo lo que puede tratando de esquivarme. Las luces se escapan a toda velocidad. Mi vista se debilita todavía más, hasta desaparecer y mi conciencia entra en un profundo sueño.
















El don del tiempo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora