El tren viene a toda marcha. Es el más nuevo y veloz que se haya inventado. Dicen los expertos que alcanza los 1260 km/h flotando sobre los rieles. Se detiene suavemente en la parada del ejército. Exigen que me suba. Les explico que no puedo hacerlo sin antes despedirme de mi esposa e hijo. Amenazan con enjuiciarme y meterme a prisión si no lo hago. Ellos tienen el contrato totalmente legal que acabo de firmar hace un momento. Voy a arrepentirme toda mi vida de lo que hice.
Asciendo al vagón N°5 y me acomodo en la segunda fila, en el asiento que da del lado de la ventana. Me encastro los cinturones de seguridad, uno que atraviesa a lo largo mi abdomen y otro para las piernas y los brazos. Es la cosa más incómoda que se haya inventado. La tecnología avanza pero dejando de lado el confort. Una voz por el parlante anuncia la bienvenida a todos los pasajeros y nos avisa que nos coloquemos las máscaras de oxigeno durante el transcurso del viaje, sin excepción. Por unos minutos, mientras el tren se pone en marcha, se crea un vacio dentro de este. El objetivo es que pese menos y la fuerza de los imanes sea mayor y de esta forma acelera a toda velocidad. Trato de no mirar por la pequeña ventana ya que todo se mueve tan deprisa no quiero evitar marearme. Los tres minutos que tarda en llegar se me hacen una eternidad. Cierro mis ojos con fuerza y aprieto mis manos en forma de puño. Se detiene despacio. Nuevamente la voz nos confirma que ya es seguro sacarse la máscara y que los cinturones se desabrochan de manera automática.
Giro mi cabeza hacia la derecha y veo que estamos en medio de la selva. Bajo del tren y nos hacen ir a todos al campamento principal dónde los encargados nos asignan una tarea que debemos cumplir todo el período que estemos en este lugar. Nos hacen disponer en una fila dónde avanzamos uno por uno, a una mesa improvisada dónde se pregunta el nombre y se designa el grupo dónde pertenece y se entrega el equipamiento. En ese momento de tanta espera, veo que dentro de la campaña hay un dispositivo para comunicarse. Sin que nadie lo note me salgo de la fila y me dirijo hacia este. Deseo llamar a mi casa para poder ver como van las cosas. Marco la secuencia de dígitos identificatorios y en el momento en que esta sonando la espera, alguien de atrás me toma del cuello y empuja mi cabeza hacia adelante, golpeándome con el aparato.
- Esta prohibido usar el teléfono aquí. Su familia no va a necesitar más de su ayuda. Sólo se llama al país en caso de necesitar bonos que compran municiones. Me encargaré de que usted lo pongan en el lugar que se merece.
Me lleva hacia la mesa de la fila e interrumpe al teniente que estaba designando el trabajo.
- Su nombre. Diga su nombre - gritó mas fuerte.
- Eh, Ivor Kulikov -respondo.
- Quiero, señor teniente, que le de el peor trabajo a este. Soldado usted será detector de minas anti personas. Tomé su equipo y retírese de mi vista. Lo tendré bien vigilado. Camine bien derecho.
Despierto recostado en una cama, todo fue un sueño producto de mis recuerdos. Miro a mi alrededor. A juzgar por la apariencia del lugar parece el cuarto de un hospital. Tengo cortadas y moretones en mis brazos y piernas. Tengo mucho dolor en la columna. Mi cabeza esta vendada. Intento levantarme para irme, pero no tengo fuerzas para hacerlo. Respiro profundo y pienso que esto no me puede estar pasando. Una enfermera pasa por delante mío y se detiene.
- ¿Cómo se siente? - me dice con una timida voz
- Creo que no muy bien. Díganme que hago aquí.
- Apareció tirado al costado de la ruta 51, aproximadamente hace dos horas. Lo encontró un policía que pasaba por el lugar.
- Sí, un automóvil me atropelló.
- ¿Cuál es su nombre?
- Ivor Kulikov.
- ¿Tiene algún familiar para avisarle de su estado?
- Adila. Es mi esposa. Su número está en mi placa.
- Si acabo de encontrarlo. Otra pregunta ¿por qué usa ese uniforme tan raro?
- No tiene nada de malo, sólo pertenece al ejército de la supervivencia
- Ah, entiendo, sabe la dureza del traje lo protegió del impacto del automóvil. Trate de descansar. Cualquier novedad le avisaré.
- Exijo saber otras cosas, no se vaya por favor.
Cierro los ojos y ya es de mañana. Miro el reloj y me doy cuenta de que la pantalla esta rota, igualmente sigue funcionando y son las 8:45 a. m. Una persona se pone al lado mío y me pregunta:
- ¿Es usted Ivor Kulikov?
- Así es.
- Agente de policía Sculey del departamento de Kentow - mostrando su placa identificadora.
- ¿Que necesita?
- Fui el que lo encontró tirado en la carretera. Vine a hacerle algunas preguntas.
- No entiendo mucho lo que pasó.
- Comience desde el principio.
- Estaba en la guerra del Amazhonas, detectando explosivos enemigos, cuando sin saber piso uno y en vez de morir, aparecí en ese lugar de noche en el medio de la nada. Seguí una luz y no era lo que pensaba.
- Entiendo. Mire es delito mentir en una declaración.
- Yo no estoy mintiendo, así fue exactamente.
- Verá usted no es quién dice ser. Según su relato se llama Ivor Kulikov, déjeme decirle que se revisó en el registro de personas y ese nombre pertenece a un combatiente nacido el 12 de marzo del año 1986.
- Eso mismo, ese soy yo.
- Si eso fuera verdad hoy tendría 59 años. Por su aspecto dudo que tenga más de 40. Además esa guerra terminó hace ya 20 años.
- ¿Cómo dice? ¿Que fecha es hoy?
- Lunes 27 de agosto de 2045.
- Es peor de lo que pensaba.
- Se siente bien?
Me quedo en silencio un momento. Tengo la mirada perdida. No puedo mover los labios. Tampoco logro escuchar lo que me dice.
- No me importa me pagarán igual de todos modos. Adiós.
- Mi hijo es Christopher Kulikov - le grito cuando esta saliendo por la puerta, pero no alcanza a oír y se va.
Quedo en ese lugar sin saber que hacer. Las horas pasan y mi incertidumbre crece. Nada importa más que todo esto fuese una mentira. Todo lo que hice hasta ahora desapareció en un minuto. Mi vida ya no tiene sentido. Nadie sabe quién soy. Ni siquiera existo.
En ese momento vuelve a aparecer la enfermera que me atendió este último tiempo.
- No pude evitar escuchar todo lo que dijo y si quiere un consejo lo que le puedo decir es que no se sienta mal. Seguramente esta confundido. De alguna forma todo se resolverá, sólo tiene que esperar que pase el tiempo. Se ha recuperado muy bien así que la tarde le daremos el alta y ya se podrá ir de aquí.
A la tarde vuelve la policía pero no era el mismo, sino otro agente.
- Eres tú
- Se puede saber que quiere - respondo de mala manera.
- Es difícil para mi decirte esto, te he buscado por mucho tiempo...
- No estoy de humor. No lo quiero escuchar.
- Sigues igual a como te recuerdo. Mírame.
- Algo familiar veo en tu cara. ¿Quién eres?
- Soy Christopher Kulikov, tu hijo.
- No puede ser. Eres tú. Haz cambiado tanto...
ESTÁS LEYENDO
El don del tiempo ©
Science FictionIvor se alista en el ejército y sin poder despedirse de su familia, es obligado a subirse al tren que lo lleva a la guerra. Allí una bomba explota sobre él, haciéndolo viajar al futuro. Deberá ingeniárselas ante las adversidades para regresar a su t...