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Me cuesta abrir los ojos. Una potente luz blanca y brillante me causa malestar, intento moverme pero no lo consigo. ¿Dónde estoy? Mis parpados están pesados, estoy mareada y siento naúseas, mi boca está seca y pastosa. Fuertes retortijones en mi estómago hacen que quiera doblarme del dolor.

Abro mis ojos pero la luz vuelve a cegarme, aprieto mis parpados fuertemente y siento que mis pupilas arden, la cabeza me retumba y tengo frío. Estoy en posición horizontal, o al menos, eso creo. La superficie en la que me encuentro acostada es helada y dura, parece una camilla. Escalofríos recorren mi espalda y comienzo a tiritar.

Recuerdo una frase de mi libro favorito "No hay invierno más helado que aquel, producto de nuestros propios miedos más profundos, que de tan intenso nos hiela la piel, los huesos, el corazón." Siempre que tengo frío vuelve a mi mente, está clavada en mi alma. Quizás porque leí ese libro cuando murió mi padre, fue el invierno más largo y helado de toda mi vida.

Trato abrir los ojos nuevamente, esta vez lo logro. Pestañeo rápidamente para acostumbrar mi vista a la claridad, me cuesta pero poco a poco puedo captar algunas imágenes. La luz parpadea levemente, estoy en una habitación pequeña, el techo es alto y está recubierto de lámparas, son tubos fluorescentes de alta intensidad, hay una gran cantidad de ellos, tantos que cubren todo el cielo raso.

No puedo girar mi cabeza, pero alcanzo a ver con el rabillo del ojo unas máquinas extrañas rodeándome. Hay instrumental quirúrgico en un aparador a mi derecha y en él, veo toallas manchadas de sangre. ¿Estoy en un hospital? ¿Tuve un accidente?

A mi izquierda hay grandes ventanales de cristal, detrás de ellos todo es oscuridad. Están empañados y distingo a lo lejos luces rojas de emergencia, intermitentes.

Me esfuerzo por recordar donde estaba, pero no puedo. Todos los recuerdos que consigo son lejanos. Recuerdo mi habitación, a mi madre pintando las paredes, mi abuela esperándome con el desayuno como todos los domingos, su tejido sobre la mesa, el olor a café, mis montones de libros apilados por toda la casa. Recuerdo que amo leer y que mi última adquisición fue "Las sombras detrás de la luz", regalo de Elida, mi abuela, por mi cumpleaños número 21. Qué ironía, me encuentro rodeada de luces pero no puedo distinguir sus sombras.

Intento que mi mente se aclare, recuerdo mis paseos con mi perro y sus ladridos cuando llego a casa. Me gustaría escucharlo ahora, me gustaría saber que ocurrió, cómo llegue a este lugar.

Me esfuerzo un poco más. Recuerdo que me desperté con el sonido de mi alarma, recuerdo que quería dormir un poco más. Lo hice y desperté sobresaltada. Me visto a toda prisa, desayuno apurada, junto mis libros, agarro mi mochila y salgo. Abrocho mi abrigo y ajusto mi bufanda. Camino apresurada. El viento helado golpea mi cara, es temprano y aún hay restos del amanecer en el cielo. Comienzo a cruzar una calle, escucho el chirrido de neumáticos en el pavimento, giro bruscamente y veo luces. Cierro los ojos esperando el impacto.

¿Me atropellaron? Estoy confundida. Aturdida.

Un golpe brusco me trae a la realidad. Cerraron fuertemente una puerta, creo que detrás de mí.

Percibo pasos a mí alrededor. Retumban en la habitación, alguien se acerca. Abro mi boca pero ningún sonido escapa de ella, tengo la garganta seca y siento como si hubiera pasado horas gritando.

Escucho un ruido extraño, agudo, penetrante. Me hace mal los oídos, quiero cubrirlos con mis manos pero no puedo moverme. ¡¿Por qué no puedo moverme?! Si tan solo consiguiera levantar mi cabeza. ¡Quiero saber dónde estoy!

La imagen de un hombre se cierne sobre mí. Está vestido de blanco, su semblante es relajado y sombrío. Una sonrisa se dibuja en su rostro. Tengo miedo. Limpia el sudor de su frente con la manga de la chaquetilla. Coloca un barbijo sobre su boca, sus ojos destellan bajo el resplandor de la habitación. Siento pánico y me gustaría correr, correr muy lejos de ese señor. Quiero gritar, pero no puedo. Solo consigo emitir sonidos guturales inentendibles.

El hombre se coloca unos guantes de látex, sostiene un bisturí en sus manos. Mi respiración se agita. Me da la espalda y hace señas. Creo que está llamando a alguien, pero no consigo ver nada más.

Agudizo mi oído tratando de captar algún otro sonido. Creo que se escuchan voces a lo lejos, pero no son claras y no entiendo lo que dicen. Una fuerte carcajada hace eco en la habitación.

Mis ojos recorren el lugar desesperadamente. Siento los latidos de mi corazón golpeteando acelerados en mi pecho. Escalofríos recorren mi espalda y un sudor frío se hace presente en cada centímetro de mi piel.

Me parece escuchar mi nombre. Me sobresalto. ¿Quién es? Esa voz me resulta familiar. Lo escucho nuevamente, esta vez fue muy claro. ¡Es mi nombre!

La luz se intensifica, ya no parpadea y su potencia aumenta segundo a segundo. Siento que voy a desmayarme.

Alguien toma mi cuello ¡Van a matarme! Siento sus manos frías apresándome y una punzada aguda hace que mis ojos se empañen de lágrimas. Un dolor insoportable atraviesa mi cuerpo, una sustancia pesada recorre cada una de mis venas. Un fuego interno se expande dentro de mí. Ya no siento frío, pero un calor intenso me invade. Mi sangre hierve. ¡Me quemo!

No sé qué es lo que me inyectaron, pero mi cuerpo se resiste a ello. Un dolor insoportable recorre mi interior, el corazón va a estallarme. El aire se torna denso y mi respiración se agita.

Mi cabeza va a explotar. Siento una fuerte presión en mis sienes. El dolor sigue en aumento, un grito ahogado escapa de mi garganta y parece desgarrar mis cuerdas vocales.

Me cuesta respirar. Trato de tomar grandes bocanadas de aire pero nunca es suficiente. ¡Me ahogo! Me invade la desesperación. Lágrimas surcan mis mejillas, las siento humedecer mi rostro.

La habitación comienza a girar, las lámparas de intensa luz ya no son nítidas, todo está borroso y lentamente se oscurece.

Mi mente se aleja. Ya no siento dolor, ni calor. La carcajada aún retumba en mis oídos pero cada vez más lejana. El mundo parece detenerse a mi alrededor.

Estoy en penumbras, solo escucho los latidos de mi corazón que poco a poco se detiene.

Luz en las TinieblasWhere stories live. Discover now