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Recorre el sendero paso a paso, su andar es pausado y denota que está sumergido en sus pensamientos. Es habitual verlo así.

Hoy viste de blanco, completamente de blanco desde los pies a la cabeza. Mocasines de terciopelo, pantalón de vestir bien planchado, camisa de fibra natural arremangada a la altura de los codos. Luce relajado y distendido. Su semblante es imponente.

Cuerpo robusto, tez blanca, su cabellera está poblada de canas y remarcan su rostro redondeado. Su pelo está algo despeinado, sus cejas pobladas, nariz ancha terminada en un perfecto pompón rosáceo. Sus labios son carnosos y llevan una sonrisa en ellos.

Es un hombre feliz, todo en él lo indica, nadie conoce su pasado pero no interesa porque él nutre sus presentes de ilusiones y esperanzas.

Llegó a sus vidas cuando todo parecía perdido y les enseñó que siempre hay caminos para alcanzar sus sueños. Les enseñó lo que realmente es la perseverancia, la lucha constante, los valores.

Lo admiran pero su humildad no tiene fronteras, él actúa como uno más de ellos y siempre está para apoyarlos, para alentarlos a seguir. Es un líder nato, lo siguen por su sabiduría y por la confianza que inspira.

Siempre tiene la palabra justa. Inteligente, muy inteligente. Él es su maestro y aunque no se familiariza con esa denominación y no le agrada en lo más mínimo, ellos lo sienten así, omnipotente y siempre presente con sus enseñanzas. El mundo es un lugar mejor gracias a él. Por eso siguen sus pasos, por eso escuchan atentamente cada una de sus palabras.

No es menor el detalle, él salvó sus vidas en todos los sentidos, física y mentalmente. Por eso ellos luchan a su lado.

- ¡Maestro, maestro! - Un joven corre hacia él para alcanzarlo.

- Por favor - Dice riendo. – Ya les he dicho que no me llamen así -

- Disculpe señor. –

- Llámame por mi nombre. – Una mueca de gracia aparece en su rostro frente a la actitud tímida del muchacho.

- Eh...Sí, disculpe...Raimundo.

Una estruendosa carcajada explota en él – Muy bien, muy bien...Dime ¿Qué querías? Por tu velocidad parecía importante...

- ¡Sí, lo es! Hubo avances en "La Zona" - La voz del joven muestra entusiasmo.

- Oh, interesante. Dime, ¿Qué has notado? – Raimundo lo interroga con la mirada, pensar que ha crecido tanto en tan poco tiempo. Cuando lo rescataron era apenas un niño asustado y agobiado, hoy se encarga de monitorear el lugar y notificar los avances. Un genio con las computadoras, extremadamente tímido y con una nobleza inmensa. Puede ver su ceño fruncirse en señal de concentración, observa sus ojos celestes fijar la vista en sus anotaciones y pasar la mirada velozmente por cada una de ellas. Alan ama su trabajo y eso puede notarse con solo verlo unos segundos. Raimundo sonríe tiernamente.

El muchacho se aclara la garganta. - En el sector 1 y 2 ya encontraron la caja fuerte, ahora están tratando de hallar la clave. En el sector 3 y 4 están tratando de hacer un boquete en la pared, sector 3 con un cuchillo y sector 4 con la base de hierro de la mesa. Por último en el sector 5 la chica continúa tirada en la cama llorando y cantando, aunque para ser sincero... canta como un ángel.- Levanta la vista buscando al maestro.

- Muy bien Alan, quiero felicitarte. Estás haciendo un excelente trabajo.- Raimundo le dedica una amplia sonrisa que hace sonrojar al muchacho.

- Pero... ¿usted está seguro que van bien? – Al joven no le convence el método que utilizan para salir de la cabaña, principalmente sectores 3 y 4.

Raimundo ríe durante unos segundos y le explica – Si Alan, la primera fase siempre sucede de esta manera. Entiendo tu confusión ya que eres nuevo en este sector, aunque debo recordarte que tú lograste escapar haciendo explotar la cerradura de la puerta con los cables de las luces y los cerillos de la cocina, entre otras cosas...

Los ojos del muchacho relampaguean de orgullo.- Sí señor, lo sé. Pero a lo que me refiero es que...mmm... ¿Todos los métodos para salir son correctos? ¿Nadie se equivoca?

- Exacto muchacho, exacto. Todos los métodos son correctos, ya que cada uno debe utilizar sus habilidades para escapar.

- Y la muchacha del sector 5... ¿Saldrá... cantando? -

Raimundo mira a Alan con dulzura – No, lamentablemente no saldrá cantando. Ella tiene que encontrar su habilidad, pero su extrema sensibilidad la está demorando. Dejémosla llorar un poco más, las lágrimas limpian el alma...Todos necesitamos una limpieza de vez en cuando.

Ambos continúan su rumbo por el sendero, cada uno inmerso en sus pensamientos.

Raimundo analiza lo que el muchacho le ha contado, está bastante sorprendido con los avances en la Zona. En esta oportunidad cuatro de los cinco individuos evolucionan con rapidez. Eso le genera tranquilidad, el tiempo se acaba y deben actuar con agilidad. Se aproximan tiempos difíciles y hay que estar preparados.

Alan por su parte procesa lo que su maestro le dijo. Hace menos de seis meses que llegó y es la primera vez que participa de "la iluminación" como facilitador de ella, ya que en su llegada al lugar él también tuvo que atravesarla. Claro que ahora, luego de completadas todas sus etapas la observa con otros ojos. Tiene vivos sus recuerdos de cada práctica y aunque le cuesta asimilarlo, poco a poco, comienza a comprender el motivo de ellas.

El atardecer tiñe el cielo de naranja y les regala una vista digna de admiración. El sol comienza su descenso en el horizonte dando paso a la noche.

- ¿Alan?

- Sí señor...

- Sé que ésto puede ser confuso al principio y me gustaría que despejaras cada duda que te surja. No está mal tenerlas, pero si es malo quedarse con ellas.

Alan permanece en silencio unos segundos antes de volver a hablar. – Lo sé.

Raimundo lo observa expectante, intuye que una pregunta se acerca y los interrogantes del muchacho son dignos de atención.

El joven lo mira directo a los ojos y puede verse reflejado en ellos. Su mirada celeste tiene un brillo peculiar bajo el intenso atardecer. – Se acerca algo malo... ¿Verdad?

- Sí Alan.

La mirada del muchacho se ensombrece. Tiene miedo, pero intenta sonar despreocupado. – Usted... ¿Usted estará con nosotros?

Raimundo sonríe dulcemente. No puede olvidar que está en presencia de un niño. Alan, aunque muy inteligente solo tiene 17 años, es normal que sienta temor y dudas. Así que elige cuidadosamente sus palabras antes de contestar. – Por supuesto Alan, yo no voy a dejarlos jamás. Y sí, algo malo se acerca, pero estamos preparados y confió en cada uno de ustedes.

El joven sabe que habla en serio, él no les mentiría, siempre fue muy sincero. Alan no tuvo familia y Raimundo es como un abuelo para él. Cuando terminó su entrenamiento fue la primera vez que lo vio y de inmediato sintió confianza en ese viejo de blanco que lo observaba. Aún recuerda sus ojos celestes mirándolo con aprobación, desde ese día no se despega de Raimundo. Le cuenta sus miedos más profundos, sus dudas. Al poco tiempo fue nombrado encargado de monitoreo en la Zona y desde ese momento encuentra su trabajo como su lugar en el mundo. Rodeado de computadoras, de monitores y cámaras. El maestro lo visita frecuentemente y lo felicita. Alan nunca fue tan feliz, no era nadie antes de llegar a ese lugar y ahora sabe que está en casa.

- Señor... yo estoy preparado. – Lo dice con seguridad, aunque parece una frase preparada y armada, hasta podría decirse, practicada.

- Lo sé Alan - Dice Raimundo con aprobación. – Tú eres uno de mis mejores hombres...

El muchacho va a estallar de orgullo, continua su andar más erguido y firme, su frente en alto y la mirada fija en el horizonte. El viejo lo mira discretamente disimulando una mueca de gracia y apresura su paso para alcanzarlo.


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⏰ Last updated: Jan 13, 2018 ⏰

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Luz en las TinieblasWhere stories live. Discover now