4

1 1 0
                                    


- ¿Aún no la hallaron? - Suena más a reproche que a interrogante. Su mirada se fija en cada una de las personas que tiene de pie frente a él.

- No señor. Lo sentimos.- Nadie en la habitación puede sostener sus ojos clavados en ellos, parece analizar cada centímetro de su cuerpo, medir su miedo, olerlo. Todos bajan la vista presa del pánico.

Gira su sillón de cuero marrón dándoles la espalda, golpea con su bastón el suelo y el sonido seco hace eco en los pasillos del lugar.

- Ineptos. – La voz denota odio y crueldad, aprieta los dientes con furia y respira entrecortado. – Estoy rodeado de inútiles. Encuéntrenla o voy a matarlos. Matare a cada uno de ustedes. – Saben que no es una amenaza.

- Sí señor. Estamos haciendo todo lo posible. – El hombre intenta sonar convincente, pero un dejo de dudas y miedo se escapa con sus palabras.

- No me interesa el esfuerzo que realizan. Quiero resultados.- El énfasis de la última palabra provoca escalofríos en sus súbditos. El aire puede cortarse con un cuchillo. – Tienen 48 horas. – Amenaza una última vez y abandona la habitación con paso firme y relajado.

Nadie se atreve a emitir sonido alguno. Conservan su silencio durante minutos mientras sus pasos se alejan cada vez más, son casi imperceptibles. Una puerta se cierra estruendosa a lo lejos pero el silencio continúa, el graznido de un cuervo rompe la quietud de la noche, un auto cierra su puerta y arranca. Los minutos siguen corriendo, nadie atina ni siquiera a moverse y aunque ninguno habla todos piensan exactamente lo mismo. Deben encontrarla como sea y solo tienen 48 horas.

Un hombre de mucho carácter, desalmado, su simple mirada provoca temor y es la última persona en el mundo que alguien quisiera tener como enemigo.

Su edad ronda los 70 años aunque nadie la conoce con certeza. Responden a él y obedecen sus órdenes desde que tienen memoria pero sin conocer los motivos. Nadie se atreve jamás a contradecirlo, sus mandatos son cumplidos o la muerte inminente cae sobre ellos.

Despiadado. Cruel. Sádico. No ha nacido la persona capaz de enfrentarlo, o al menos eso cree él y se aprovecha. Se aprovecha del pánico que provoca, de su poder, de sus habilidades.

Viste siempre muy elegante. Atuendos oscuros, largas gabardinas cubren su cuerpo con habitualidad, botas de cuero siempre bien lustradas y pantalones de casimir negros.

Su cabellera blanca remarca sus facciones angulosas, mandíbula cuadrada, cejas pobladas. Sus ojos tienen un extraño color grisáceo, siempre inyectados de sangre.

Quien conoció su tétrica sonrisa contemplo dientes puntiagudos, manchados y amarillentos. Labios muy finos, casi inexistentes. Siempre bien afeitado y prolijo, su cuello es fino y su contextura es delgada.

Su tez es muy pálida, similar a la de un cadáver. Profundas arrugas surcan su piel, cada centímetro de ella. Peina su cabello hacia atrás, engominado. Su perfume amaderado es inconfundible. Siempre con un dejo de aroma a sangre. Profundo y penetrante.

Sus manos son gruesas, toscas. Un anillo de oro negro en forma de serpiente decora su dedo anular izquierdo, es grueso y bien trabajado.

Hombre de pocas palabras y claras órdenes, hace y deshace a su antojo, conocido por sus despiadadas torturas. Tiene el don de conocer el punto débil de cada sujeto que se cruza en su camino y exprimirlo para conseguir lo que desea. Si alguien se resiste a obedecerlo lo somete a los tormentos más oscuros, los hace implorar por su vida y luego los mata.

Sus asesinatos siguen un mismo patrón. Profundos tajos hacen que la persona se desangre, que sienta segundo a segundo como su vida se termina. Él se sienta en su sillón y observa. Su macabra risa sonoriza el horror de la persona. Sus ojos resplandecen de placer. Observa como poco a poco su víctima se retuerce de dolor y lo disfruta.

Se regocija en los demonios ajenos. Juega a ser Dios. Nada adora más en el mundo que tener el destino en sus manos. Él decide quien vive y quien muere.

Se baja del auto al llegar a su mansión, tan oscura y tétrica como él. Cierra la puerta bruscamente y entra en ella. Su cena ya está servida pero no tiene hambre, por lo que la arroja contra el piso y la porcelana se hace añicos en él. Automáticamente una joven de uniforme negro y blanco se precipita a limpiar, él clava su mirada en ella y hace que retroceda temerosa.

Lentamente sube las escaleras haciendo retumbar su bastón negro en cada escalón y su figura se pierde por el pasillo.

Ya en sus aposentos cierra sus ojos y desea con todo su ser encontrarla. Esa muchacha debe morir y debe hacerlo en sus manos. No entiende y no se perdona por ese error. Fueron años estudiándola, años enteros dedicados a ella. A seguirla, a descubrir sus habilidades. Años perdidos de su vida creyéndola su arma perfecta, el ser letal que continuaría su trabajo en este mundo. Ahora es su peor enemiga, la única capaz de destruirlo y tiene que evitarlo.

Se recuesta en su cama. Coge su vaso cargado de whisky y bebe de él.

Nadie puede arruinar sus planes, ya que él fue puesto en este mundo con una sola tarea. No ha habido noche en su vida en la que no haya revisado minuciosamente su trabajo, sus escritos, cada una de las actividades realizadas, los experimentos. Dedicó cada uno de sus días a ser perfecto para su rol, a entrenarse, a meditar. Hizo todo cuanto le fue posible y aun más.

Por fuera es fuerte y poderoso pero por dentro se culpa a sí mismo por lo ocurrido. Sabe que errores como este pueden costarle la vida.

No puede volver a ocurrir y hay que repararlo cuanto antes. Tienen que encontrarla antes que ellos. Ruega con todas sus fuerzas que no la hayan encontrado ya. Aunque teme lo peor.

No sería la primera vez que ellos son más eficaces que sus hombres y por eso los maldice con odio.

El sonido de su teléfono lo sobresalta.

- ¿Vos otra vez? – Su voz es monótona e inexpresiva.

Sea quien sea quien está del otro lado de la línea no parece mejorar su humor sino todo lo contrario.

Su palidez se tiñe de rojo, la sangre hierve bajo su piel y sus ojos resplandecen de furia.

- Todo lo que viene de vos siempre es una mala noticia. Sabés perfectamente que no podemos cometer otro error. No PODÉS cometer otro error. – Acentúa la palabra con un desprecio inhumano.

Se frota la frente con la manga, denota frustración y nerviosismo pero continúa hablando. - Me juraste que la habías estudiado lo suficientemente y que era ella la indicada. Me juraste que no tenías ningún tipo de duda. No, n...- Un grito de ira sale de su garganta y aprieta su mandíbula con fuerza, sus dientes afilados parecen a punto de romperse. Cuando vuelve a hablar lo hace extremadamente pausado, en un tono casi imperceptible. - No vuelvas a interrumpirme. ¡JAMÁS!. Ya no quiero tus estúpidas excusas, quiero que la encuentres y la mates. No, mejor aún. Quiero que la encuentres y me la entregues. Yo mismo la mataré. – Sonríe maliciosamente. – Y por si no te quedó claro, es el último tropiezo que te perdono.

No espera respuesta y cuelga. Sabe que aunque cometa otro error lo perdonará. Sacude su cabeza en señal de resignación.

Nunca debió aceptar que él trabajara bajo sus órdenes. En labores como éstas los sentimientos deben quedarse en segundo plano. Se debe ser muy frío y calculador y no lo fue, aunque trate no puede, no con él.

Apaga la luz y termina de acostarse, fue un día demasiado largo y el que sigue será aún peor.

Él todavía está en su mente, tiene su imagen intacta como si estuviera reviviendo ese día nuevamente, pidiéndole que lo deje participar, diciéndole que trabajar a su lado era su mayor anhelo. Recuerda su joven figura, algo desgarbada en aquellos años. Su pelo rubio algo largo contrastando sus rasgos aún de niño. Harto de escucharlo había accedido, le había dado una oportunidad creyendo que fracasaría, que solo eran delirios. Recuerda de manera intacta su carita triunfante cuando le entregó la foto de ella y le dijo que había encontrado lo que necesitaba.

Quizás porque su descubrimiento fue brillante o quizás porque le recordaba a su juventud, cuando apenas emprendía ese arduo camino, pero le dijo que sí. Le dijo que sí a su hijo.


Luz en las TinieblasWhere stories live. Discover now