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Estoy parada en el medio de un camino, la noche es oscura y sin luna. Alguien se para frente a mí y extiende su mano, es blanca y pálida, sus dedos largos. Tomo lo que ella me entrega. ¡Es mi libro! Subo la vista buscando su rostro y un dulce beso en mi frente me despierta.

Despierto en la cabaña, sigo acostada junto a la puerta. Mi estómago cruje de hambre.

Tengo que encontrar una salida, pero decido comer antes de seguir buscando. No sé qué hora es, ni cuánto tiempo estuve dormida, por la posición del sol asumo que está amaneciendo. Distingo el color rojizo de todo amanecer, pero las nubes oscuras y grotescas aun están en el cielo.

Rebusco en los armarios, hay latas de conserva de diversas variedades, hay arroz, fideos, leche en polvo, café. Todos alimentos no perecederos y hay una cantidad suficiente para sobrevivir un largo tiempo. En el refrigerador también hay comida, aunque la cantidad es menor. Hay lácteos de todo tipo, frutas, verduras. No observo carne.

Siendo sincera conmigo misma no se cuánto tiempo estaré encerrada en la cabaña así que opto por tomar lo que el refrigerador me ofrece. Elijo un pote de yogur. Lo miro con desconfianza, la fecha de vencimiento está bien, pero quizás alguien lo envenenó. Lo huelo. ¿Cómo olería un yogur envenenado?

Mi boca se hace agua, opto por rendirme y lo termino en cuestión de segundos. Sabía que tenía hambre, pero nunca pensé que tanto.Tomo algunas frutas y también las devoro.

Paso varios minutos en silencio y sin siquiera moverme. Muchos recuerdos atraviesan mi mente y mi cabeza empieza a doler. Necesito encontrar una salida.

Recorro la cabaña, la habitación donde desperté, la sala, el baño. Reviso cada una de las ventanas, pueden abrirse pero los barrotes son inamovibles. Reviso cada cajón que se me presenta. Encuentro papeles, lapiceras, lápices, inclusive clips pero ninguna llave.

En la habitación hay una cajonera que ayer no había visto. Está ubicada del lado izquierdo de la cama. Es bastante amplia, también de madera oscura como todo en la cabaña. El lugar es agradable, siempre soñé con un lugar así. Es realmente absurdo que me hayan dejado aquí encerrada.

Sacudo mi cabeza para despejarla y me enfoco en la cajonera. Tiene tres cajones. Abro el primero. Remeras, todas ellas blancas, idénticas a la que tengo puesta. Una chispa de enojo se enciende en mi interior.

Abro el segundo cajón. Pantalones. La pequeña chispa de enojo es un fuego interno de furia. Me controlo como puedo.

Abro el último cajón. Ropa interior. Inhalo y exhalo.

Quien quiera que me haya dejado aquí, se aseguró de que no me faltara nada. - Que gentil - pienso con ironía. Solo me falta el calzado y puedo vestirme y desvestirme solo para estar aquí adentro.

Lamento haber pensado eso. Encuentro zapatos bajo la estantería del baño. Son de mi número, pero ya no me sorprendo. Son deportivos, parecen cómodos.

Sólo me queda un pequeño armario en la cocina. Trato de ser positiva y me repito a mi misma -Lo abro y encuentro la llave, lo abro y encuentro la llave- Creo que es más una súplica que convencimiento.

Tiro de la portezuela con los ojos cerrados, la escucho chirriar mientras se abre. Cuento hasta tres.

Escobas, palos de piso, baldes. Artículos de limpieza, trapos, esponjas.

Grito. Grito con todas mis fuerzas. -¡Basta! ¡Quiero salir! ¡¿Por qué me hacen ésto?! - Continúo gritando, hasta que mi garganta arde.

Toc toc toc.

Un golpe seco en la puerta corta mi respiración. Me abalanzo sobre una de las ventanas y espío a través de ella. Afuera esta oscuro, solo distingo una figura parada tras la puerta vestida de negro de pies a cabeza, lleva una especie de capucha que no me deja ver su rostro. Me provoca un escalofrió

Lentamente avanzo hacia la puerta. Escucho los latidos de mi corazón retumbando en mis oídos y mi respiración agitándose.

-¿Hola?- Mi voz suena temblorosa y parece a punto de romperse.

-Akari.- El tono es firme, algo brusco. Es un hombre, parece avanzado en edad. ¿Por qué conoce mi nombre? Eso me sorprende. Rebusco en mi memoria su voz, trato de encontrarle una familiaridad. No lo logro. Quiero preguntarle quién es y si lo conozco, pero me detengo. Tengo otras prioridades, y la verdad, lo que menos me interesa en este momento es saber si lo conozco o no. Quiero salir.

-¡Sí! Sáqueme de aquí, por favor - Estoy algo ronca de tanto gritar. Espero con ansias que la respuesta sea afirmativa. Del otro lado, silencio. Me impaciento, quizás debí exigirle que me dejara salir. Mostré debilidad con un "por favor". Me resulta absurdo haber pedido por favor cuando yo no pedí estar aquí, cuando alguien me encerró sin siquiera preguntarme, cuando nadie me dio ningún tipo de explicación. El silencio se prologa. ¿Por qué no me responde? Mis ojos se cubren de lágrimas.

-No tengo mucho tiempo. Necesito que me escuches. Estas aquí por una razón, Akari. Ahora no puedo decirte más pero necesito que te calmes y utilices la lógica- Sus palabras me toman por sorpresa.

- ¡¿Calmarme?! ¡¿Cómo quiere que me calme si me tiene aquí encerrada?! ¡¿Usar la lógica?! ¡Sáqueme de este lugar!- La ira me invade. La ira que llevo horas controlando. Las lágrimas desaparecen. Ya no quiero llorar. Tengo bronca, mucha bronca. Siento un odio explotando en mi pecho.

Espero una contestación pero nunca llega. ¿Se fue? - ¿Hola? – Sueno desesperada, angustiada. - ¿Hola? – El volumen aumenta, denota frustración.

Golpeo la puerta con furia, la golpeo y continúo golpeándola hasta que mis nudillos sangran. Sus palabras vuelven a atravesarme como cuchillos, hace eco en mi cabeza –Necesito que te calmes y utilices la lógica- Se repite una y otra vez en mi interior. –Necesito que te calmes y utilices la lógica- Usar la lógica. De pequeña amaba esos juegos. –Necesito que te calmes y utilices la lógica- Mis preferidos eran aquellos donde una persona aparecía encerrada en un lugar y debía encontrar la manera de salir. La puerta siempre estaba cerrada, pero yo sabía que había otra opción. Nunca me daba por vencida. –Necesito que te calmes y utilices la lógica- ¡Claro! Ésto es igual a mis juegos de pequeña. ¡Lo tengo!

Estoy muy cansada, pasé todo el día o lo que creo es el día ya que no hay reloj aquí, buscando una salida.

Me dirijo hacia la habitación. Mis pies se arrastran por el piso de piedra. Me arrojo sobre la cama. Es realmente cómoda. No sabía que estaba tan cansada. Empujo los almohadones al piso y arrastrándome me acuesto debajo de las sábanas. Huele a vainilla. Me recuerda el perfume de ropa de mi abuela, ella siempre me regalaba un frasco para que rocíe en mis frazadas; yo lo amaba y lo usaba hasta en las cortinas de mi cuarto.

Siento el peso del cansancio sobre mi cuerpo, cada músculo se relaja. Me cuesta mantener los ojos abiertos.

Mi respiración cada vez es más profunda y los latidos de mi corazón se acoplan a ella. Ya no hay preocupaciones. A lo lejos, el rugido feroz del viento y truenos, parece que se acerca una tormenta. No hay nada mejor que la lluvia meciéndome mientras duermo. Otro trueno y el agua se precipita sobre la tierra.

Olvido donde estoy y por un segundo me siento en casa. Poco a poco me hundo en un profundo sueño. 

Luz en las TinieblasWhere stories live. Discover now