Cuteness

¿Quién te perseguía?

Y ahí estaba yo, a los pies de mi cama, con la mano paralizada mientras abría mis sábanas.

Tenía miedo. Un miedo recalcitrante y asfixiante que me trababa el aire en la garganta.

Igual que la noche anterior; se sentía irreal ser yo de nuevo por tanto tiempo. La última vez que lo había sido, el efecto no había durado más de media hora y había sido, literalmente, un sufrimiento constante.

Yo no me había olvidado del palpitar acelerado de mi pobre corazón, el sudor frío corriendo por mi cuello, las cienes que me comprimían el cerebro, los músculos que me temblaban y las toces incontenibles. Mí cuerpo luchando contra el Apotoxin 4869 y el Apotoxin luchando contra mí cuerpo, mis huesos luchando para retener su largo natural y perdiendo sin esperanzas.

No, no era algo fácil de olvidar, y ni hablar de luchar contra la inconsciencia, que para el caso había sido lo más difícil porque el dolor era lo suficientemente fuerte como para dejarme inconsciente.

Y le tenía terror a la idea de acostarme siendo Kudou Shinichi y despertarme como Edogawa Conan. O aún peor, despertarme en medio de la noche para sufrir la transformación.

Era algo que no debía pasar, porque poder era posible que pasara, pero no tenía que pasar. Por ningún motivo. No después de hoy.

Ahora que la tengo a ella no.

El mundo se derrite, la realidad se hace y se deshace para mí. Me oigo pensar en el silencio y siento la necesidad de oír mi voz, para ver que es real, para saber con certeza que sigo siendo yo.

– Ran. – su nombre sale de mis labios sin pensarlo demasiado, mi voz es la que debe ser y el alivio aligera un poco el dolor de mis hombros, aunque no tanto.

Mi espalda sigue pudiendo pasar por calle empedrada con todos los nudos que tiene.

Me fuerzo a recostarme pero mis ojos siguen abiertos. Pasa un rato en el que me quedo en blanco antes de salir de mi escape de la consciencia, logro cerrar los ojos pero igual que ayer no me quedo dormido.

Al menos, las imágenes que hoy desfilan me sacan una sonrisa, la veo a ella con los ojos llenos de risa, y la voz cargada de cariño. Recuerdo sus labios contra los míos y mi cuerpo siente su cercanía.

Me hace tan feliz que tengo miedo. Supongo que a veces la vida entera entra en una hora, porque este sentimiento de felicidad ha erguido en menos de una hora su fuerte y me siento tan lleno luego de que los sueños de toda una vida se cumplieran en una hora que tengo terror de que cuando despierte el fuerte se derrumbe y caiga a pedazos. Tengo miedo de los escombros que quedarian en mi alma y de los que quedarían en la de ella.

– ¡Shinichi, idiota, abrime la puerta! – ¿Qué, quién, cómo, dónde, cuándo, por qué? Estaba tan dormido, que cuando me incorpoé de golpe al oír esos gritos me caí redondito hacia mi almohada.

La voz de Ran reverberó en mi cabeza mientras me incorporaba medio dormido todavía, escuché unos cuántos insultos más antes de reunir fuerzas para levantarme, arrastré mis pies al ropero con la idea de cambiarme, pero ella seguía gritando e iba a tardarme más si me cambiaba por lo que lo único que hice fue lavarme los dientes, porque si ella se calmaba y me saludaba con un beso prefería que no se asqueara.

Llegué a la puerta justo a tiempo para escucharla decir:

– Ese baka, seguro se ha ido de nuevo. – decidí hacer como que no había escuchado eso.

– Oe Ran. – ella se dio la vuelta y pude notar sus qué sus ojos estaban ligeramente vidriosos. También, tenía la falda desacomodada y las medias del Instituto bajas. Lo que quería decir que había venido corriendo, o que hoy no se había arreglado tanto. – ¿Por qué me despiertas tan temprano? – en mi defensa, no puedo evitar el mal humor cuando me despierto, quería seguir durmiendo sobre que me acosté tarde, nadie puede culparme por querer dormir.– Falta hora y media para que empiecen las clases. ¡Yo quería dormir! – ¿Me habré pasado? Tiene cara de que va a darme una patada en las bolas y es capaz de hacerlo.