No sé cómo llamar al capítulo. Yo ke sé, cosas raras de Dalas.

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Cómo iba a ocurrir. Yo, en un psiquiátrico. Era imposible. Aún me dolía la cabeza de los golpes que contra la pared me di.

Qué voy a hacer. Qué voy a hacer. Qué voy a hacer. Yo era feliz, porqué me tuve que hacer marica. Para que luego digan que los maricas son normales, me convertí y ahora estoy en un hospital esperando a ser llevado a un psiquiatra. Mi vida era normal. Follaba, acosaba, hacía vídeos sin tener ni puta idea de los temas, ganaba dinero, acosaba, follaba, acosaba... No sé, la vida de un hombre hetero español. Ahora debería huir.

Cogí el móvil que estaba sobre una mesilla, horrible, por cierto, qué mal gusto tenían en el hospital. 

-Bueno, mirad aquí al heterito pensando sobre moda. Ayyy, que no le gusta la mesilla, pobrecito, ayyyy, pobrecito. Qué poco macho eres, Dalas- Miré a un lado, Pérez Reverte estaba ahí, pegando puñetazos al aire- Esto en mi puto barrio no ocurre. Aquí se soluciona con unos cuantos golpes. Sin poder verlo su puño aterrizó contra mi barbilla, luego contra mi pómulo hasta que la vista se convirtió en una gran mancha negra. Estaba seguro que iba a ser mi final.

Pero no, este no era mi final. Al abrir la vista puede observar que me encontraba en el asiento trasero de un coche que olía a... a... a... FEMINAZI. Podía oler su olor a pelo en el sobaco y a años sin ducharse por mantener su fachada de perroflauta. A mí me gustaría tener un perro, bueno, ni el perro me soportaría porque soy horrible como persona.

-Dónde estoy. Qué es esto- no podía casi hablar. La cara me dolía. ¿¿¿¿¿¿NO ME HABRÍAN DESFIGURADO LA MARAVILLOSA CARA QUE TENGO, QUE CON SOLO ABRIR LOS OJOS HAGO QUE LAS NIÑAS CHORREEN??????? Porque como si fuera por la voz no me comía ni una rosca.

-No levantes la voz, algunos intentamos dormir- Giré hacia el asiento continuo. Estaba Hitler mientras Trump dormía en su hombro.

-No existís. No existís. Todo es mi imaginación. No existís. No existís.

-Cómo que no existo. ¿Tú eres tonto?- me dio con toda la mano abierta- ¿Existo o no?

-A dónde vamos. Por qué esto huele a feminazi. Por qué no estoy en el hospital. Qué hace aquí Trump.

-Ay, Dalas. Cállate un rato- la voz provenía del asiento del copiloto. Era Alicia.

-Tú, tú, tú, me traicionaste. Tú, tú, tú, eres una feminazi. Tú, tú, tú, te odio- parecía la canción de la Rispa, otra choni, putas chonis, son guarras, tontas, y peores que yo. JÁ. Yo no soy clasista ni capacitista, eh, solo es la verdad, ja ja ja.

El conductor paró en seco el coche. Nos encontrábamos en mitad de la nada, de noche, en un camino desierto con un bosque a los extremos.

-No me odiarás tanto cuando veas esto- Cogió una cuerda y me ató las manos impidiéndome cualquier movimiento pues con los pies también lo hizo.

Ya está, me va a matar.

Alicia abrió el maletero, Hitler y Trump estaban follando en la parte trasera del coche. Al mirar Trump me guiñó el ojo. Vomité. Algo de heterosexualidad me quedaba, eso me hizo sonreír.

-¿Ahora me odias?- Dentro del maletero estaba el cuerpo del Rubius.

-¿LO HABÉIS MATADO? NO. NO. NO. LO HABÉIS MATADO SIN QUE HAYA PODIDO FOLLAR CON ÉL. CÓMO NO TE VOY A ODIAR.   

Empujé a Alicia a un lado de la carretera. Cogí el cuerpo del Rubius y me baje los pantalones, a continuación los suyos. Su cuerpo estaba frío. Me daba igual. Necesitaba su cuerpo, sentirlo, gozarlo.

-Qué haces!!!!! Que yo no soy gay. #NoHomo- No estaba muerto. Acababa de oír su voz. Me puse a llorar de alegría.

De detrás de un árbol apareció Stalin riendo.

-Saluda a la cámara, Dalas.

Todos rieron.

Juraste amarme, Rubius.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora