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Dicen que hay fechas que no se olvidan por el simple hecho que dejan huellas, cicatrices o enseñanzas. Soy malo recordando, pero nunca olvido los días que soy feliz. He conocido personas, he desconocidos otras más. Me he sentido vacío, me han sabido completar. He buscado tantas veces una razón para escapar, pero siempre me supe volver a encontrar.

¿A qué juega la vida cuando se trata de amar? El amor es un acto salvaje, puro, difícil, subestimado, ingenuo, soberbio y de entrega. Es una brecha entre el bien y el mal. Es algo que te atrapa. No nos aferramos al amor, el amor se aferra a nosotros. Por eso caemos, amamos, nos hacemos débiles, vulnerables y cuando sabes que no te cambiara, él lo hace. El amor juega sucio, impone sus reglas. Podemos hablar bien o mal del amor, porque dependiendo de las circunstancias, podemos arrebatarlo o simplemente adoptarlo en nuestra vida. No trato de hacer filosofía. ¿Pero quién puede vivir sin amor? Hasta aquel que dice que la soledad es mejor que la compañía está enamorada de una mentira, de una fantasía o de su propia soledad. Va más allá de un sentimiento o una palabra, está en nosotros. Quizás aún no despertó. Quizás ya nos invadió. Es algo que corre en nuestra sangre, que se nutre de nuestras emociones, crece de ideas, se enamora de lo que recibe en una mirada, se enamora de lo que ve. No existe remedio, es algo incurable que llevamos desde que nacemos hasta nos vamos de este mundo. El amor muere con nosotros, se puede morir a mitad de una frase y puede volver a nacer a través de un beso. ¿Qué mal nos hace si es bueno? ¿Qué bueno nos vuelve si es malo?

En el mundo existe dos personas: los hombres y las mujeres. Y hay quien dice que el universo es tan amplio e incalculable en su extensión, no se dan cuenta que no es más que eso: Hombres y Mujeres. En ese momento el universo pierde volumen y gana sentido. ¿Acaso no hay amor cuando se habla de estrellas? Pues de ellas venimos. Dicen que los ojos son la puerta del alma y que existe un Dios que nos protege. En el mundo estamos solos y en compañía de nosotros mismos. Nunca estamos solos. Jamás lo estuvimos. El mundo atravesó guerras. Se hundió en las trincheras del caos pero aun así el amor a la vida triunfo. La historia retractada ya es parte del pasado. Y así sucede con el amor. Es una constante guerra personal que se vuelve instinto de supervivencia.

El amor es complejo, es un universo paralelo al nuestro. Arroja las cartas del destino. No es que la casualidad no exista, pero hay momentos donde se puede comprobar que las cosas si pasan por algo. La suerte no existe, existe aquellos que se atreven a no creer en sí mismo.

Y yo no era muy allegado a los términos de creer que podía atreverme solo por un segundo a vivir tal experiencia. Créeme, en la escuela era muy buen alumno, respetado colega de curso pero era bastante pésimo para esas cosas. Por eso insistía a desahogar todo ese sentimiento y lo hacía a través de la poesía. Todos los días era lo mismo. Salir temprano de casa e ir al colegio a aprender los divertidos cálculos matemáticos, las regiones de nuestro país, la interesante clase de informática y los detallados temas de la clase de artística. Pero cero en el amor. Creo que no soportaba la forma en que se debía llevar a cabo o quizás tenía cierta incertidumbre y no me sentía confiante aun. Los años dentro del secundario dicen ser los mejores de tu vida. Y la verdad que cuando se pasan siete años y te das cuenta que ha crecido, madurado y convertido ya en casi un adulto sí que lo es. La escuela siempre fue mi segundo hogar, pasaba la mitad del día prácticamente dentro de ella. Muchas chicas asistían a ella, algunas se podían decir que era interesantes, otras chicas se pasaban como si fuera una peluquería remodelando sus cabellos, después estaban las chicas más sencillas que se podía entablar lindas conversaciones. Y a mí me agradaba más la última.

Ni lo físico ni lo emocional, a las bonitas del colegio no se agradan así sin más. Debes tener algo más que les pueda interesar, por eso en ese rubro ya me daba por fracasado. Intente varias veces arrojarme a alguna chica que sentía que se podía dar, pero siempre terminaba en la famosa "friendzone" y eso era un karma. Cuando uno no es correspondido simplemente no queda forma que alejarse si no quieres lastimarte más de lo que ya causa saberlo. Por suerte me fui apoderando de la idea y amenizaba los daños.

Cuando uno llega al último año del secundario estas enfrentando una difícil realidad. Sabes que todo llega a su final y que más tarde hay que comenzar a pensar más y trabajar más. Ciertas cosas quedan lastimosamente de lado. No por egoísmo, sino por propósito de la vida. Las relaciones se complican, la falta de tiempo y los intereses personales se pierden para la distancia. Pero es la realidad.

Preferiría salvar un año que perder diez para el pasado. Así que en este último año decidí vivir a pleno. Cuando uno se siente afortunado y las cosas marchan bien suelo llamar "los buenos momentos" esos son muy valiosos. Lo gracioso es que después de unas buenas fechas suelen venir otras no tan buenas, cuestiones raras que confunden pero pasan y nos deja sin razón de pensar. Los días transcurrían bien pero no del todo, en agosto del dos mil catorce yo había sentido una chispa. No que no me diera cuenta, pero era demasiado real para ser verdad. La conocí una tarde cualquiera. Ella bailaba danza folclórica y solía venir a practicar en la tarde. Yo siempre la veía. Era muy bueno hablar con ella. Y de pronto nos habíamos vuelto amigos. A pesar de que iba al turno opuesto al mío, ella a la mañana yo a la tarde siempre la encontraba por esos pasillos largos testigos de las cuatro estacionales del año.


Cuestiones del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora