DÍAS GRISES VS DÍAS SOLEADOS

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Las mañanas eran bastantes frías. Cuando estás en una ciudad donde los climas se vuelven más frenéticos, se vuelve complicado salir a la calle. En esta etapa de la vida aprendí que la responsabilidad y la puntualidad eran requisitos más que fundamentales así que no daba por decisión y en los días grises concurría igual al colegio. Podrá sonar loco, pero soy el alumno que más veces ha concurrido en días de lluvia solo por la asistencia. No porque lograría romper algún record sino porque simplemente no me gustaba faltar. Pero esa no es la mejor parte. Los días soleados eran mis favoritos porque yo sabía que ella aparecería a contra turno y era la oportunidad perfecta para volver a verla. Siempre lucia con su buzo violeta y su cabello recogido. Su pantalón de clases físicas y su pequeña mochila que la llevaba siempre en su hombro derecho. La esperaba durante el recreo en la puerta, quería recibirla y casi siempre era con un abrazo afectuoso. Eso era único.

Cuando sentís que las demás chicas pierden importancia para una única, es sinónimo de que estás enamorado. Era egoísta pensar pero tenía lógica.

Por las noches me acostaba con el intento de escribir una poesía pero siempre terminaba perdido en mis pensamientos o quizás en ella. Era tan confuso. ¿Cómo era posible que alguien se metiera en tu imaginación y te quitara la atención? Cada vez era más frecuente pensarla, no pasaba un segundo sin que me distrajera.

Tenía tantas ganas de agradarla con algo que la hiciera poner contenta y fuera yo el motivo de sus risas pero ella se debía a ese otro chico y todas las ideas más románticas y superficiales se hacían polvo en mi mente. Me encantaba verla sonreír, me encantaba esa brecha que se le formaba en su rostro. Era un sueño realmente. Estaba condenado definitivamente y ese amor que yo sentía ya se hacía de mi como las gotas que caían de las hojas de ese pasado otoño. Tenía todo para funcionar pero no era el momento. Debía seguir esperando. Si la vida quiso que nuestras vidas se cruzaran era porque nos tenía algo preparado, o al menos eso era lo que pensaba.

Una exquisita forma de quererla era guardar su mirada, atrapar su voz y convertirla en melodía. Respiraba una foto mental, un frágil segundo de eternidad. Una cruel felicidad.

Ella era diferente a las demás y eso la hacía especial para mí, más de lo que puedan imaginar.


Cuestiones del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora