La puerta

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Por qué el paso más pequeño puede ser el más difícil y hasta las estrellas se queman un día.


Pasaba. La luz a través de las cortinas ultramar en la ventana de la habitación color crema. Unas pequeñas motas de polvo bailaban lentamente en los delgados rayos de luz. Era la luz clara, casi blanca y le tocaba la cara. Paso una mano por la mejilla, abrió los ojos cuidadosamente antes de levantarse de golpe. Se sentó en la orilla de la cama, allí observo la sábana cielo que cubría la cama y a él durante la noche. Cuando era pequeño solía jugar con ellas y armar casas con ellas o simplemente le volvían superhéroe. Abandono la cama para dirigirse al baño, un baño completamente blanco como si los demás colores no existieran, al llegar se encontró mirando frente al espejo a un muchacho quien no era el más guapo, pero tampoco era el más feo. Su piel era amarfilada; su cabello era color marrón enmascarado por un tinte dorado claro, aunque su corte rapado en los costado y largo por arriba denotaban su color original; sus labios eran claros, pero no tenían ninguna forma en especial, tan solo de labios; en sus cejas poco vistosas había una pequeña línea, casi invisible, causada por un golpe en la niñez.

Se sonrió al espejo antes de abrir la llave y mojar tanto su cara como su pelo, miro de nuevo al espejo y observo los ojos de su otro yo, eran verdes con un tono gris que los hacían opacos para nada brillantes; tomo el peine para cepillar su cabello como siempre dejando un poco sobre su frente. Al dar la vuelta y volver a la habitación recordó que muchas veces lo que usaba como escondite porque creía que nadie le buscaría allí. El closet de la ropa, era de madera oscura y con pequeñas líneas de abertura entre las puertas, hace mucho le hubiese atemorizado entrar allí, hoy no tiene importancia.

Al abrirlo tomo una playera blanca con estampado de una nota, unos jeans azules gastados de las rodillas y los bordes al final, así como una chamarra color café con leche con un escudo en la zona izquierda del pecho. Al vestirse noto que su cabello se había movido un poco así que le acomodo solo pasando la mano izquierda llevando su cabello falsamente dorado, así como las monedas, hacia la derecha. Se calzo unos botines blancos con las agujetas entrelazadas sin atar y se dirigió al frente del espejo de cuerpo entero, espejo de marcos blancos y delgados, con unas cuantas calcomanías viejas en la parte superior, su madre le había ayudado a colocarlas ya que en su momento no alcanzaba la parte más alta.

Ahí estaba él, reflejado en el espejo con ropas que le hacían lucir como niño, pero con una altura y una cara que le alejaban de esto, hasta ese momento no había notado el momento donde ocurrió el cambio, el momento donde por así decirlo abandonaba una edad.

Caminó. El pequeño pasillo que separaba su habitación de las escaleras de la casa, alguna vez le habría parecido un recorrido insignificante pero hoy le parecían los pasos más largos del tiempo. Risas, lagrimas, gritos, andares cansados y apurados han visto estos pasillos. Si las paredes hablaran ¿qué podrían contar? Quizá la historia de un niño que ha crecido, quizás los años que han transcurrido o quizá los instantes que marcaron esos años, después de todo estamos hechos de instantes. Un pasillo alabastro y una nublada alfombra han vistos sus instantes.

Orilla. Es lo que une la alfombra con las escaleras, veinte pisadas hacia abajo es lo que ve, pequeñas ventanas acomodadas del lado izquierdo de la escalera muestran imágenes del pasado. Cada paso, cada escalón que baja le remite un año, una emoción, un instante, un recuerdo: el asombro de un árbol de navidad verde y brillante con un poco de escarcha; el miedo ante un frío portón negro de metal, un incómodo uniforme rojo, una pequeña maleta con comida; la intriga al ver un largo pasillo de tercer piso color verde, una ventana al final con barrotes pequeños y una campana; un suspiro con los pies descalzos siendo besados por el oleaje y la luna al final saliendo del agua, dando luz plateada para ese sentimiento sereno que trae la fresca noche de verano; el aburrimiento de una ventana con solo tierra vacía de un autobús; una sonrisa escapando al ver el suave cielo rosado que tocaba las alas de aquel vuelo; lo húmedo del primer beso con la risa nerviosa al volver abrir los ojos; lo excitante de aquella ocasión de escape para verse a horas inadecuadas; lo satisfecho ante un diploma y una felicitación ante un micrófono; la tranquilidad de la mirada aquella vez que sus amigos fueron con él una tarde a descubrir un monte y se les ocurrió cantar; la felicidad y la sensación de vacío la última tarde de preparatoria; la tristeza palpitante con el sabor salado de una lagrima del corazón roto que dejo una mirada al piso seguido del último adiós de un amor; la pesadez de las noches de llanto y vela que le siguieron durante casi un año.

Cuando llego al final lo había recordado todo cada año, cada instante que le había marcado durante su corta vida, al mirar al frente observo la puerta color crema con nueve pequeños vidrios aguamarina que dan a la calle, en ese momento la nostalgia le recordó que, en cada año, cada momento todos los instantes entraron por aquella puerta. Puerta que le daba entrada a la vieja y pequeña casa que le vio aparecer y crecer, así como el sol ve florecer una rosa.

Valor. Es lo que tomó y con un suspiro dio los últimos pasos a aquella entrada, sujeto la manija color plata, estaba tan fría como la nieve, le acaricio con su pulgar un breve momento y abrió la puerta lentamente. Un suave y fresco viento entro por el piso de la abertura, metiendo un poco de polvo y algunas hojas secas, era obvio que el otoño tocaba las puertas; se lo pensó un momento, no estaba listo, pero sino lo hacía en ese momento jamás lo haría. Tiro de la puerta dejando entrar una pálida y perezosa luz blancuzca, llevo el pie derecho con dificultad a la luz, así avanzo dio media vuelta y vio por última vez la escalera y los cuadros de la familia, cerró los ojos unos segundos, levanto la mirada, formo una sonrisa, apago la mirada nuevamente y tiro de la puerta cerrándola. La luz blanca pasaba por los pequeños vidrios de la puerta y solo una última hoja verde reposo frente a la luz.


¿Una mañana? ¿Una tarde? ¿Una noche?Where stories live. Discover now