Una lágrima, una sonrisa

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Bajó esa línea fría y salada por mis mejillas por millonésima vez; Apreté como cinturón los parpados de mis ojos usando la fuerza de un ligero viento y mordí mis labios intentando no quebrarme; Un escalofrió recorrió mi espalda hasta que llego a mi nuca e intente levantar la mirada hacia ti, abrí los ojos y allí estabas tú, no te veías como yo, tú solo tenías la expresión del rostro triste; a pesar de estar el sol yo tenía frío, el sol estaba a punto de ocultarse; mire al piso y luego de vuelta, tu rostro no sólo era triste si pero también denotaba compasión; tu cabello parecía ámbar pero su forma era la marea, legaba casi hasta tus hombros; tu piel parecía plata, parecía nieve, parecía hielo.

Dos lagunas esmeralda me miraban y dos pétalos de rosa color rosa intentaban emitir sonido así que volví a mirar el suelo.

- No te vayas...- Dije con mi voz quebrada como el cristal que se ha estrellado con el piso.

Tus labios entraron ligeramente a tu boca y los mordiste un poco en ese momento sentí tu mano posarse sobre mi hombro derecho, clave los ojos sobre los tuyos, vi los pétalos de rosa que eran tus labios apunto de decir algo pero interrumpí.

- Aarón, no te vayas, no me dejes otra vez. – Dije al romper a llorar, tome tu mano y deje salir mi llanto.

Pusiste una expresión de honda tristeza, tu mano se acercó a mi rostro y con un dedo acariciaste mi mejilla; En ese momento yo lo escuche, tú voz había vuelto.

- Todo tiene su tiempo Nath. – Mencionaste con la voz tranquila y un tanto dulce.

- Pero...no es justo.- Respondí aun en llanto.

- Nath...-Suspiraste- Tuvimos nuestro tiempo, tuvimos nuestra vida juntos pero esto se ha acabado por fin llegamos al final del camino; Tienes que dejarme ir.- Tú voz comenzó a quebrarse.

- Pero yo quiero estar contigo, continuar contigo, estar siempre a tu lado.- Dije en un sollozo un tanto mas tranquilo y con una voz mas pequeña a cada palabra.

- No sabes lo que yo daría por tenerte nuevamente entre mis brazos pero ya no, ya no puedo Nath. – Dijiste al borde del llanto, te acercaste a mí y acariciaste mi hombro derecho con tus dedos en busca de consuelo

La luz de la tarde agonizaba y moría a cada segundo; intentaste sonreír, una caricia tuya pasó por mi cara limpiando lo que quedaba de lágrimas para terminar posando ambas manos sobre mis hombros, acercaste tu cara a la mía y susurraste.

- Tranquilo...quizá no podrás verme, no podrás tocarme pero...Tienes que saber que yo siempre, siempre voy a estar a tu lado, voy a estar contigo en cada inicio, en cada final. – Me regalaste una mirada de cariño e intento de alegría.

- Cierra los ojos, tú ciérralos por favor. – Pediste de la manera mas dulce y amable que pudiste en ese momento.

Obedecí, cerré los ojos en ese mismo instante, comencé a respirar muy lentamente intentando mantener la calma momentánea que había conseguido; En ese segundo de respiración tus labios se posaron en mi frente y tus manos sujetaron nuevamente mis hombros.

- Cuenta doce segundos y abre los ojos por favor, te sentirás mejor ya lo veras y todo estará bien confía en mi.- Escuche que lo decías en tu usual tono tranquilizador, tu siempre has transmitido bondad con cada una de tus palabras.

- Uno...Dos...Tres...- No logré llegar a contar el cuarto segundo cuando necesite abrir los ojos.

En los siguientes segundos al momento de comenzar a abrir los ojos el cielo estaba blanco, la luz me entraba a los ojos y me lastimaba un poco así como dagas cortándome; Corrí mi mano para llevarla a mi cabeza y sentí algo muy suave y como plástico, no plástico no, tela era una sábana; Quise alcanzar el cielo blanco, intente tocarlo y entonces un impulso me elevo y me quede sentado, no estaba viendo el cielo era un techo no estaba en la intemperie como creí; toque mi cara estaba un poco húmeda, frote mis ojos unos cuantos segundos y sonreí.

Observe a mi alrededor y pude ver la ventana con las cortinas corridas y la luz de la mañana entrando; El reloj marcaba las nueve y quince de la mañana continue recorriendo todo con los ojos y logre divisar en la mitad el pequeño acuario, dentro había unos cuantos peces de colores verdes, azules, grises y amarillos, a través del acuario vi un poco de ropa sobre un sofá; En ese momento lo supe estaba de vuelta en mi cama, estaba nuevamente despierto.

Así como un rayo me llego todo a la mente y me di cuenta de quién era el chico por el que estaba sufriendo, el chico que estuvo conmigo esa tarde, también recordé porque sufría; Después de ocho largos años lo sé, nunca fue ni es ni será fácil perder a un hermano, nunca será fácil perder a tu gemelo, nunca será fácil perder a tu reflejo.


¿Una mañana? ¿Una tarde? ¿Una noche?Where stories live. Discover now