Otoño. de Thinkus Londlord

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Te recuerdo otoño:


Como el rojo carmesí de tus ojos encendió fuego en mi corazón,

danzabas con el viento, y la espiral de tu cabello; caía como hoja

de árbol, en silencio, acariciando la tierra que un día dio su fuerza

para que pudieran resistir cualquier tormenta; si, era tu naturaleza.


Como de ángel que llego con el atardecer del cielo,

nunca debí haberme enamorado, dentro de un sueño;

pero, firme mi propia condena después de que te robe

el primer beso, de esos cálidos; puros y sinceros, que:


Tú lo correspondiste al momento...


Y entre mis labios tu sonrisa, como si solo fuera un verso,

pero niña; mira que mi arte es salvaje si se trata de amarte,

-no juegues con mi ego, o podrás quemarte- lo entendiste,

pero convertiste abrazos en cadenas, me clavaste tus uñas

de plata en mi espalda; pero, nada podía calmar estas ganas

que tenía de hacerte mía, pues la larga noche y su licantropía

habían llegado a mi alma; luz de luna convirtió a este poeta,

en bestia santa, pero todo se detuvo; cuando mi pasión eclipso:


Con tu mirada.


Llenaste con el rojo color de tu rubor, ese rincón del pensamiento,

llevando el ritmo lento; que acompaña nuestra canción de pecado,

y deseo, por sentir el calor de tu cuerpo; dejarte mi sello maldito

en tu cuello, llevándote hasta el amanecer, para ver como placer;

resbala como miel en cada centímetro de tu piel: musa de papel.


Sellaste nuestra promesa con una lágrima de melancolía,

y yo te jure por el último día de mi vida, que regresaría;

me dejaste ver cómo tu cara dibujaba una tenue sonrisa,

antes de que los primeros rayos del sol me dieran partida.


De vuelta a las tierras del olvido, cruel castigo de los divinos,

-despertar con soledad, después de haberme acostado contigo-

cae tu nombre por el filo de mi boca como roció, y mi suspiro

se convierten en veneno para las hadas que bailan cada mañana

afuera de mi ventana; ya perdí la magia, pero aun así, yo siento;

que aún hay gran poder dentro de mí, y consiste en mi palabra.


Hasta que la muerte atraviese mi cuerpo: mi tiempo se termina,

-alma mía, ¿acaso podrías volver a ser libre, y amar de nuevo?-

porque quiero volver a tu lado, y tratar de buscar el punto final;

para terminar nuestra historia, la que ni siquiera ha comenzado.


Musas de papel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora