Capítulo VII
Simon al ver que era seguro para Ellen le hizo la señal de que era seguro salir para ella. Pero lo que no esperaba, era que ella de pronto desapareciera al ver el rostro de Kenneth.
—¿Qué sucede?—inquirió su hermano al verlo preocupado como si buscará a alguien.
— Estoy buscando a alguien... Pero se ha marchado.
— ¿A quién?— volvió a preguntarle Samuel.
— A la mujer que salvó mi vida... Tengo que buscarla. Seguro que ha pensando que me encontraba en peligro al decirle que no quería arriesgar su vida.
— Si quieres podemos ayudarte a buscarla... Dinos, ¿cómo es?
Y de pronto aquella descripción le hizo sentir a Kenneth que su búsqueda también había acabado. ¿Acaso podía ser demasiada coincidencia todo aquello que escuchaba sobre aquella misteriosa mujer?
¿Sería que finalmente la vida se había apiadado de él? ¿Había encontrado a su amada Ellen?
El dolor era inmensamente para Ellen mientras huía de aquel lugar. La vida no podía ser de nuevo cruel con ella, al ponerlo a él, otra vez en su camino. Pero al parecer todo estaba en su contra. Incluso en ese momento cuando había pensado que había encontrado un lugar seguro para ella.
El corazón le dolía. Era como si sintiera abrirse aquellas cicatrices de nuevo. Las lágrimas corrían de nuevo sobre sus ojos. Corren no le ayudaba en nada, porque él estaba allí. En España.
—¡Ahhhh!—expresó al caer. Al mismo tiempo que miraba a su alrededor.
De pronto comprendía que se había perdido. Que no sabía en dónde se encontraba. Y que posiblemente jamás encontraría una salida que le permitiese encontrar otro lugar seguro. No, ya no existía lugares seguro para ella. ¿Acaso esa no era una prueba sumamente clara?
—Debería llamar a la muerte... Quizá, así, encuentre mi lugar seguro.—expresó para sí, mientras se daba por vencida y decía quedarse tumbada en aquel lugar.
De todas manera, no creía que alguien la encontrará en aquel lugar. No era uno de esos caminos que ella solía frecuentar. Se había perdido en medio de aquel bosque y dudaba que hallasen con ella.
Pero, lo que no esperaba era que el amor del hombre que la amaba, y se sentía culpable por el dolor que le había ocasionado en una ocasión, hiciese posible lo imposible. Kenneth sentía que aquella mujer era ella. Su corazón le impulsaba a no rendirse. Ella estaba cerca.
Ella estaba en España.
—Sé que eres tú... ¡Que eres tú!— se decía a sí mismo, mientras la buscaba en un lugar a otro. Ella posiblemente había decidido huir al verlo—. Tengo que encontrarte. No puedo permitir que la vida te aleje de mí de nuevo. He vivido con este vacío desde que te perdí por imbécil... Necesito tu perdón. Necesito que me escuches... O moriré.
El cielo de pronto cambiaba de nuevo. El sol había bajado su intensidad, anunciando que pronto oscurecería. El frío volvía a sentirse, pero con más intensidad. Él no conocía aquel camino, pero algo le llevaba a seguir hacia aquel lugar donde el bosque le daba la bienvenida. Sabía que el tiempo se le acababa y que ni Samuel ni Simon les habían encontrado. No había señal que indicará que dejara de buscar. Aquel disparo al cielo no se había escuchado aún. No era momento para sentir miedo si se metía en aquel bosque. ¿Acaso en Hampshire no habían lugares como ese?
—Posiblemente sea mi última oportunidad de encontrarte... Y este frío no es buena señal. Quizás llueve...
Y las primeras gotas cayeron cuando ya se había encontrado dentro de aquel bosque, siguiendo aquel camino que sentía que debía recorrer. Buscarla allí. Y el corazón le hizo ver que no se había equivocado cuando la encontró de pie, con su vestido, algo sucio por la caída y el tiempo que había estado tumbada en aquel suelo, antes de que empezaba a llover. Su dorada melena larga le hacía ver que era ella. No podía haber dos mujeres iguales. Y encontró la respuesta final cuando ella se giró sin saber que él se encontraba allí, bajo aquella lluvia que les hacía compañía.
Y él vio el miedo en sus ojos.
—Ellen... ¡Por favor, no huyas! ¡No tienes porque huir!—le expresó Kenneth al ver sus intenciones, al mismo tiempo que intentaba acercarse a ella—. No quiero hacerte daño. Te he buscado desde hace mucho tiempo para pedirte perdón y darte un hogar... Tú eres parte de mi vida.
— ¡Aléjese! ¡No le creo!
—Ellen, sé que te lastime y que posiblemente no quieras perdonarme... Pero no necesitas vivir huyendo. Inglaterra es tu hogar.
—Francia también lo era... Y acabé huyendo de allí.—expresó con un tono sarcástico—. No tengo hogar... Y no pienso volver a Inglaterra. Ni con usted.
— Ellen...—aquellas palabras le habían herido profundamente— No mereces vivir en estas condiciones... Te mereces una mejor vida.
— Mi vida se encuentra aquí... O se encontraba, hasta que usted llegó.
Ellen intentó volver a huir, pero Kenneth fue detrás de ella, sujetándola por un brazo y haciéndole girar hacia él. Aquellos ojos que no había olvidado le miraban con desprecio.
—Entiendo que me odies, pero no pondré tu vida en riesgo de nuevo. Sino me dejas otra alternativa, tendré que hacerlo de esta manera.—expresó al alzarla en sus brazos y colocarla sobre su hombro derecho.
—¡Bájeme lord Blanchett!
—Dispénseme señorita, pero no pienso hacerlo...
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Perdonen la tardanza, realmente ahora se me hace difícil escribir como antes, pero tengan seguro que aunque me tarde, la terminare.... Gracias por sus votos y comentarios. Saludos.
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Justamente un Sueño
Ficção HistóricaEl amor es un sentimiento inalcanzable para muchos. Y más cuando las diferencias y las mentiras están presente para lastimar y herir sin piedad alguna. Ellen Robertson se ha criado como parte de la servidumbre de la familia Bonham. Y ha crecido, co...