Querida Elizabeth:
Hoy se supone que nos veríamos afuera del salón de plásticas.
Salí de mi clase con un regalo para ti. Ta esperé en la puerta. Pasaron los minutos, pero no te veía. Entonces volteé hacia los salones de la izquierda.
Ahí estaban Joseph y tú. Afuera de su salón. Sólo hablaban. Desde ahí no alcanzaba a oír lo que decían. Veía en tu rostro preocupación. En el de Joseph igual.
Entonces, parece que me viste. Le dijiste adiós, el sólo hizo un gesto como diciendo “¿por qué me dejas aquí?”.
Estaba molesto, y le dio un puntapié a la pared.
Yo solo me quedé ahí inmóvil, viendo la escena.
Comenzaste a caminar hacia mi.
Entonces, a cierta distancia, te paraste en seco. Sólo te quedaste ahí. Tus ojos se llenaron de lágrimas. Pero una breve sonrisa se dibujó en tu rostro cuando viste lo que yo traía para ti. Corriste hacia mi. Y me abrazaste.
Me abrazaste, Liz.
Al principio, me sorprendí tanto que no sabía cómo reaccionar. Creí que era un sueño. Quería pellizcarme para saber si lo era pero a la vez no. Por fin, reaccioné y también te rodeé con mis brazos.
Pude sentirte. Tu cabello que olía a fresas, tu piel suave como la de un bebé. Y toda tu. Simplemente perfecta.
Me sentí feliz. Mucho. Por primera vez sentía que era ALGUIEN para ti. No quería que me soltaras. No quería que te fueras.
Joseph desapareció y volvió a tu salón. Tu seguías con los ojos algo llorosos. Te ofrecí un pañuelo que traía en mi bolsillo.
Sonreiste y te limpiaste la cara.
Gracias Liz. Por regalarme esa sonrisa tan preciosa que tienes.
Atte. El Chico Invisible.
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Chico Invisible
Short Story"...Te conozco tan bien. Tu nombre, tus gustos, tu forma de pensar, lo que haces, a quienes quieres, como eres. Pero te aseguro que tu no tienes ni idea de que yo existo. Soy solo el chico Invisible que se sienta a mirarte siempre que le es posible...