Sesenta•y•cinco

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Querido Chico Invisible:

Nunca pude decirte esto.

Tal vez era que tenía miedo, o vergüenza... o tal vez sólo sentía que yo te tenía asegurado.

La verdad es que tu también me gustas... bueno aunque yo a ti ya no. Ahora no puedo hacer nada ya que, bueno es muy tarde.

Seguro te preguntarás, ¿como rayos me enamoré sin verte ni hablarte mucho?

Es porque me enamoré de tus palabras. En ellas reflejabas lo que sentías. Lo importante no es como eres, o como es tu corazón, sino que hay dentro de él.

Cuando me mandabas cada carta mi rostro se iluminaba y mi corazón se llenaba de emoción.

Cada vez que me dabas un regalo prometía disfrutarlo y guardarlo tanto como pudiera.

Cada mensaje, me emocionaba de poder hablar contigo.

Y la vez que tr abracé. Fue un cálido sentimiento que aún siento cada vez que lo recuerdo.

Lo cierto es que debí hacer algo antes de que fuera tarde.

Pero cómo dicen muchos: no te das cuenta de lo bueno hasta que lo pierdes.

Y aquí estoy, siendo un claro ejemplo de esa frase.

Todo ha sido mi culpa. Un descuido. Un desperdicio de una gran oportunidad.

Por último, quisiera pedirte una disculpa, si te hice pasar malos momentos o sentir que erss un tonto porque... ¡no lo eres!

Eres el mejor poeta que yo haya conocido.

Una cosa más... necesito que me recuerdes. No como la chica que te rompió el corazón, sino como la chica que te quiso con todo el suyo.

Te extrañaré chico invisible...

Adiós.

Sinceramente: Elizabeth Zamudio.

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