PARTE II: SOL DE VERANO

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Era 9 de marzo de ese mismo año, justo en su aniversario, cuando decidió que se estaba aferrando demasiado a Oh Sehun. Dejó de cuestionarse qué le habría hecho el menor a todos aquellos regalos que le había entregado. Si los había tirado, si los había conservado. Si se los había entregado a otro más. Dejó de inquietarse por saber con quién sonreía, a quien le festejaba las gracias ahora. Decidió pasar página de Oh Sehun tan rápido como pudiera. Le dijo adiós aunque su nombre siguiera haciendo mella en su corazón el día siguiente, el mes siguiente, el año siguiente.

Ninguna de las relaciones de Kyungsoo volvió a durar. Sus once meses con Sehun fue lo más largo que obtuvo, lo más grande que había tenido también. Se graduó, consiguió entrar a la universidad que quería y su madre, sorpresivamente, le había depositado el dinero para pagar la mitad de la matrícula sin olvidarse.

Fue allí, en los pasillos de la universidad, en su tercer semestre, con la vieja mochila cargando en un hombro y sus lentes para leer torcidos sobre el puente de la nariz que conoció a Kim Jongin. Perdido en los pasillos de la universidad, el otro luchaba por encontrar su aula a tiempo. Kyungsoo no le prestó atención ni siquiera cuando chocaron accidentalmente y el chico le murmuró un apenado "disculpa" de cortesía, siguió su camino con la regularidad de cualquier otro día. Pero Kim Jongin le cogió del hombro, deteniéndole, y le preguntó dónde se encontraba su aula.

—Estás perdido. Ni siquiera es en este edificio —Do le dio indicaciones cortas y directas, un asentimiento de cabeza como despedida.

—Gracias. Te debo una.

Kyungsoo nunca había sido un chico de promesas. Había dejado de creer en ellas cuando sus padres habían dejado de hacerlas; al fin y al cabo, prometer cosas era acerca de quererlo hacer y nadie quiere estar atado a sus palabras por siempre. El "te debo una" de Jongin fueron palabras echadas en un saco roto, olvidadas en el espacio-tiempo al comenzar su clase. Incluso antes de eso.

Se encontraron nuevamente en una fiesta de la universidad, oliendo a sudor, a cerveza, a tabaco y chicles mentolados, quizás con el aroma del coito impregnando sus ropas como las de todos los demás; con un vaso de cerveza en la mano de Kyungsoo y una bebida extraña y azul en la de Jongin. Él le reconoció de inmediato, Do ni siquiera recordaba su rostro de forma vaga.

—¡Oh! Hyung, estás aquí. Vas bien sin las gafas.

—¿Quién eres?

—Ya. Está bien. No me recuerdes. Hace dos semanas me ayudaste a encontrar mi clase. Salvaste mi vida.

La conversación derivó en clases de la universidad, en tareas y trabajos por entregar. Jongin se presentó a sí mismo de manera torpe ("me mandaron a callar en mi primer día. El viejo dijo: 'señor Kim Jongin, si mi clase no le parece interesante puede retirarse'. Cuando dijo mi nombre supe que ya estaba cagado de por vida y... ah, yo soy Kim Jongin. ¿No lo había dicho. ¿Como te llamas tú, hyung?"), le preguntó su nombre después y, en medio de un sorbo a su vaso, Kyungsoo se lo dio. Luego de eso, el otro chico comenzó a darse atribuciones varias, comenzando con la forma tan casual en la que le llamaba "hyung", hasta el descaro de llevarlo por el recinto de un lado a otro, lejos de sus amigos.

—Yo te cuidaré, hyung. Te debo una, te lo dije. Salvaste mi vida. Además tengo carro. Nada malo puede pasar cuando estás con alguien con auto —Jongin guiñó el ojo. A Do no le hizo gracia.

—Podrías ser un secuestrador.

No era una broma. Era una hipótesis. Aun así Jongin se le quedó mirando con las luces estrambóticas iluminándole la piel de distintos colores y luego se echó a reír con una carcajada que se escuchó claramente en medio de todo el ruido.

El Tiempo entre las EstacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora