PARTE IV: INVIERNO RECRUDECIDO

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El pasado regresó en forma de batido el último día de noviembre. Tenía su delantal puesto y servía las mesas como cualquiera de las tres noches a la semana en las que trabajaba en aquel restaurante de comida rápida. No había muchas personas y su compañera charlaba con el dueño mientras hacía su tarea.

Oh Sehun cruzó el umbral con las campanillas sobre la puerta repiqueteando con el movimiento. Se veía más maduro, quizá un poco más serio y definitivamente más alto que cuando era un adolescente. Su cabello estaba tinturado en un rubio que más bien parecía amarillo chillón y las raíces oscuras salían a relucir por todas partes. El recuerdo de aquella caja llena de obsequios, de la ausencia de llamadas y de Sehun dándolo por terminado todo, aplastó su corazón con la presión de una mano helada tratando de reventarlo. Kyungsoo quiso huir, quiso llamar a Sohyun para que tomara el pedido y él no tuviera que acercarse a Sehun. No lo extrañaba, no le quería ni le recordaba más. Habían pasado demasiados años, demasiadas cosas en su vida para seguirse aferrando a aquel amor adolescente que nunca pudo florecer en los aires de primavera. Era el sentimiento de vacío, de soledad. La felonía haciéndose presente otra vez. No era Sehun, era lo que representaba.

Empero, no pudo huir. No pudo pasarle la libreta a Sohyun y no pudo evitar que Sehun le reconociera, que sus ojos se encontraran y que su mundo comenzara a resquebrajarse por sus inseguridades poco a poco.

Le pasó la carta con las manos casi temblándole y volvió para tomar su orden minutos después. Su cuerpo torturado por el silencio espeso y la tensión que sólo ambos sentían.

—Ordenaré hasta que...

La puerta de entrada volvió a sonar. Un chico con la cabeza metida en un gorro de animalito afelpado y una bufanda cubriéndole hasta la nariz entró saludando a Sehun y aquella angustia compartida se esfumó con la voz del desconocido. A Sehun se le iluminó el rostro de una manera en la que Kyungsoo nunca vio. El mundo de su exnovio pareció girar alrededor del recién llegado. De los restos del tiempo compartido con Kyungsoo no quedó nada. Ni siquiera la incomodidad.

—No te perdiste. Eso es bueno.

—Usé Google Maps, hyung.

—¡Pide un batido! —sugirió—. Paso por aquí en las mañanas sólo para comprarlos. No los hacen igual en ninguna parte.

Sehun asintió, hizo una broma como haciéndose el difícil pero acabó cediendo a su petición como cualquiera con dos dedos de frente habría anticipado. La devoción que sentía por su mayor escapaba por sus ojos, por sus gestos y por el tono soñador de su voz.

Kyungsoo tomó la orden, pasó su turno con la cabeza metida en un lío de palabras y frases que perdían sentido. Esa noche soñó con la voz de Sehun diciéndole "hyung" —a él, no a aquel chico— mezclada con la de Jongin hasta tornarse en una pesadilla.

Los días siguientes estuvo callado, huraño y desaparecido. No atribuyó su estado de ánimo a Oh Sehun ni a su pareja. Se pensó enfermo, problema de las bajas temperaturas. No le explicó nada a Kai y le dio evasivas.

"Después nos vemos".

"Tengo mucha tarea".

"Debo reunirme con mi equipo para afinar el proyecto del semestre".

"Quedé con Minseok".

"Estoy muy cansado".

"Cubriré el turno de mi compañero".

No quería verlo. Simplemente no quería y era absurdo. Jongin no le había hecho nada.

Fue a visitar a su madre tres días después de Navidad en busca del reloj que había dejado guardado en el cajón de los calcetines. No había estado especialmente apegado a él ni a su padre, pero lo necesitó en su bolsillo, haciendo peso y marcando la hora de haber hecho lo correcto.

El Tiempo entre las EstacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora