1. Lena, respeta

57 1 0
                                    

De Kuip lucía hermoso aquella tarde.

El sol desaparecía rápidamente y un cielo de color naranja apagado ocupaba su lugar.

Lena, ajena al inevitable transcurrir del tiempo, miraba con aburrimiento el verde césped que se encontraba algunas decenas de metros más abajo. Transcurrido un buen rato, cuando el cielo empezaba a oscurecer, Lena comenzó a llenar su lugar de trabajo temporal con todo el material necesario para cubrir aquel partido en directo. Sacó su portátil, su botella de agua y su móvil y los colocó encima de la mesa en la que tendría que trabajar aquella tarde.

Su trabajo aquel día era distinto al del resto de días: tendría que comentar el partido en directo por escrito, y no por radio como normalmente hacía.

Trabajaba para AD Rotterdam, y pese a que era periodista de radio, a veces le tocaba darle uso a las teclas de su portátil. Asimismo su trabajo de redactora no iba más allá de comentar los partidos de su equipo en directo. Aquel día concretamente su equipo, el Sparta de Rotterdam, debía visitar De Kuip para plantarle cara al Feyenoord. El derbi por excelencia de la ciudad de Rotterdam.

Esa tarde quien comentaría el partido en directo a través de las ondas sería su compañera Carmen. La chica estaba sentada en la silla de al lado, a escasos dos metros de Lena. Ya estaba ajustándose los auriculares para entrar en directo nada más diese comienzo el partido.

Carmen era aficionada del Feyenoord desde que tenía uso de razón. A veces saltaban chispas entre ellas por defender a sus respectivos equipos, pero hoy reinaba el silencio en su cabina de De Kuip. Ninguna de las dos sabía cómo reaccionar ante esa situación: era el primer derbi de Rotterdam que comentaban juntas desde que se habían sacado la carrera, no mucho tiempo atrás.

El Sparta de Rotterdam se había pasado seis temporadas jugando en la segunda división. Lena y su familia, profundamente apegada al Sparta, habían deseado durante esas seis inaguantables temporadas que su equipo volviese a la élite, y después de mucho esfuerzo, el equipo más antiguo del país por fin había recuperado el puesto que se merecía.

Lena, que desde pequeña había jurado su amor eterno por el equipo más antiguo de su ciudad, escuchó a los miles de aficionados que estaban presentes aquella tarde en el estadio del equipo rival y su corazón se estremeció un poco. Carmen a su lado ya narraba con entusiasmo el encuentro, y ella no paraba de teclear todo lo que percibía por sus sentidos.

Casi sin darse cuenta la chica miró a su compañera y por un instante deseó estar en su lugar.

Ella misma, Lena, había rechazado comentar ese partido.

Trabajaba para un medio de ámbito local, y pese a que debía ser neutral, siempre le pedían que edulcorase un poco sus directos a favor del Sparta de Rotterdam, para mantener la línea editorial del medio. Pero esta vez era más difícil. Los dos equipos más importantes de la ciudad se enfrentaban, y pese a que todavía mucha gente apoyaba al Sparta, sabía que el Feyenoord era el equipo con más apoyo por parte de los aficionados de Rotterdam. Y a su medio ganar audiencia era lo que más le interesaba, así que habían optado por dejar a Lena cubriendo el partido en la web, y a Carmen en la radio. Ambas trataban de ser lo más neutrales posibles, pero a veces simplemente no podían.

Las dos chicas comentaban el partido a su manera. A Carmen a veces se le escapaba algún que otro comentario favorable al Feyenoord, mientras que Lena se dedicaba única y exclusivamente a darle forma a lo que ocurría en el campo, de una manera simple y sin demasiados datos innecesarios.

Y entonces, cuando apenas habían pasado veinticinco minutos, De Kuip enmudeció.

Loris Brogno, el delantero belga del Sparta de Rotterdam, acababa de mandar el balón al fondo de la red.

Lena, sé el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora