4. Lena, cálmate

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El invierno y la navidad llegaron en un abrir y cerrar de ojos.

Las calles se habían vuelto intransitables, y tanto Lena como Carmen se refugiaban en su piso, con la calefacción al máximo, y veían los copos de nieve caer y ocultar aceras, asfalto y vehículos.

-¡Feliz navidad! -gritó Carmen, despertando a su mejor amiga.

Países Bajos era un país mayoritariamente ateo, pero, quizá por costumbre, todo el mundo celebraba aquellas fiestas. Casi todo el país se paralizaba entre el día 25 y el 27 a primera hora. Lanzaban pirotecnia y las familias se unían.

Pero ni Lena ni Carmen celebraban la navidad con sus familias.

Tampoco celebraban la navidad realmente.

Lena se desperezó después del grito de su compañera. Se habían ido a dormir más bien tarde después de visualizar algunos vídeos de cuando las dos eran pequeñas.

La chica miró su despertador: las 8 de la mañana. Bostezó con fuerza, se puso una bata por los hombros, y salió hasta la sala de estar. Estaba ordenada, pero ni rastro de árbol de navidad, regalos o decoración.

-¡Feliz navidad! -repitió Carmen.

-Feliz navidad -contestó Lena, abrazando a su amiga.

La televisión estaba encendida. Al parecer Carmen estaba viendo Pesadilla Antes de Navidad. Lena la miró de reojo.

-Llevo despierta desde las 6 de la mañana viendo películas navideñas -confesó, con una sonrisa tímida decorando su rostro.

Lena sonrió de medio lado.

-Voy a cocinar el almuerzo -anunció.

Si algo volvía realmente loca a Lena, además del fútbol y su profesión, eso era la cocina. Podía estar horas y horas entre fogones, aromas, cubiertos y platos y no cansarse jamás.

Aquel día, como siempre en navidades, iba a cocinar pavo. Era una tradición familiar, además de ser su plato favorito. Conocía de memoria la receta de cuando ella y su abuela la cocinaban cada 25 de diciembre en la casita de Breda.

Los recuerdos la inundaron en cuanto comenzó a añadir ingredientes al caldero. Sonrió casi imperceptiblemente.

Apenas se llevaba ya con su familia. Desde que había entrado en la universidad su relación con ellos había estado en un punto medio entre fría y turbia. No es que aquello le hiciera sentir mal. Ni mucho menos. Pero a veces, como aquel día, echaba de menos los recuerdos.

Decorar la casita de Breda con sus primos, jugar con sus juguetes, y ver los partidos del Sparta Rotterdam juntos era algo difícil de olvidar. La navidad siempre había sido para ella una época llena de calor.

Pero aquel año ni siquiera habían montado el árbol. Y ningún regalo decoraba la sala de estar.

De algún modo se sentía melancólica.

-¿Carmen? -la llamó.

La rubia se acercó a su amiga. Estaba a medio arreglar. Tenía el pelo recogido y la cara llena de maquillaje, pero seguía aún en pijama.

-La casa está muy triste -concluyó-. ¿Te parece si la decoras un poco mientras yo cocino?

Carmen estuvo a punto de echarse a llorar.

Si la cocina era la pasión de Lena, la de Carmen era la decoración. Siempre era ella la que colocaba carteles por las aulas cuando iban a la universidad, y quien decoraba la cafetería y los salones.

Salió disparada de la cocina y Lena la perdió de vista durante unos minutos. Cuando regresó cargaba varias cajas, con aspecto de ser pesadas y estar llenas. La chica la observó durante un momento. Sacó luces, adornos, calcetines, e incluso un muñeco de nieve hecho de telas recicladas. Sin mucho esfuerzo y sin pensárselo demasiado comenzó a llenar la sala, la puerta, la mesa, y hasta el teléfono del timbre con adornos navideños.

Lena, sé el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora