Lazos Oscuros [EDITANDO]

Capítulo 5

Un nuevo... ¿Amigo?

Durante mi desmayo vi el mismo grande y verde campo de la vez pasada. Está vez me encontraba debajo de un hermoso cielo azul con algunas nubes blancas y esponjosas, jugaba con mi familia, incluido mi padre. En el viento se balanceaban nuestras risas y sonrisas, expresando lo agradable del momento. Todo eso se terminó cuando el recuerdo de lo que había sucedido en el bosque se proyectó en forma de flashback en mi mente. Cuando desperté me encontraba en los brazos de aquel extraño que me salvó. Su aroma era peculiar, parecia como el de una flor.

Me asusté un poco cuando recordé que quería matar a Gabrielle. Desesperada, busqué con la mirada a mi amiga. Ella se encontraba en el suelo confundida, había vuelto a su forma humana. Tenía puesto un vestido blanco de tirantes delgados y escote en forma de uve. No traía esa ropa antes de que me desmayara, pero eso era lo de menos, lo importante era que estaba bien.

—Gracias— Susurré. Una pequeña sonrisa se dibujo en mi rostro. El extraño no contestó.

De pronto una ola de emociones me ahogaron. Todo lo que había pasado caía sobre mi como un balde de agua helada. Mis lágrimas salían como una cascada y chocaban con el pecho de quién me abrazaba. No me importaba que un desconocido me viera llorar, necesitaba desahogarme.

Quiero gritar, golpear todo y quemar este libro.

Si tan solo mi papá estuviera con nosotros.

—Kendall— Me llamó Gabrielle. Se levantó y caminó hacia mi dirección. —Perdóname, por favor, perdóname. No sé que me pasó, yo...yo no podía controlar mi propio cuerpo— Observó mi pierna sangrante, sus ojos se abrieron de sorpresa y su cuerpo tembló un poco. — Te lastimé, Keny. No te preocupes voy curarte.

El desconocido me entregó a Gabrielle, ésta un poco desconectada, me tomó. El extraño hizo un ademán para que lo siguiéramos.

—¿Nos ayudarás?, muchas gracias— dije. La respuesta que obtuve fue un sonido de afirmación.

Así fue como Gabrielle, la persona de negro y yo nos adentramos mucho más al bosque.

Durante los primeros cinco minutos caminando, le hicimos varias preguntas sobre quién era, pero ninguna contestó. En los siguientes diez minutos, hubo mucho silencio, Gabrielle y yo seguíamos tristes y preocupadas por lo sucedido.

En cada tramo que caminábamos, buscaba esperanzada a mi madre y a Oliver pero no estaban por ningún lugar. El rostro de Gabrielle estaba mirando al suelo y sorbía su nariz. Sus silenciosas lágrimas caían en mi suéter color azul.

Todo esto no estaría pasando si yo hubiera quemado ese libro desde un principio. Si lo hubiera hecho ahorita los padres de Gabrielle estuvieran comiendo con nosotros algo delicioso preparado por Oliver, luego platicaría con ellos sobre lo que me ocurrió en la escuela, quizás habría uno que otro consejo de mi mamá y después ella nos contaría una extraordinaria historia. A mi madre le gustaba mucho hacer esto último, decía que todas sus historias eran reales y que todas las criaturas mágicas que aparecían ella las había visto con sus propios ojos. Obviamente no le creía, pensaba que era ridículo e infantil pero ahora se que ella tenía razón. Perdóname mamá.

Mamá, Oliver, por favor luchen con todas sus fuerzas. Ya voy por ustedes.
Al pasar un rato, el desconocido se detuvo frente a un gran árbol muerto, el cual tenía un enorme agujero en el centro.

—¿Qué sucede?— preguntó Gabrielle.
El extraño señaló el árbol. Ambas observamos confundidas.

—¿Qué quieres decir?— pregunté.

El individuo caminó atrás de nosotras y empujó a Gabrielle, llevándola dentro del árbol. Estando ahí, con su mano hecha puño golpeó levemente el árbol en una secuencia exacta, después el piso comenzó a descender. Era parecido a un elevador solo que éste no era de metal, ni tenía esa música graciosa que suelen reproducir, sino que era un pozo de aproximadamente dos metros de ancho, lleno de polvo y algunos insectos.