Cap. 4: El Bosque Silente

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Apenas terminaba de pensar, me di cuenta que ya había abandonado las adyacencias de mi hogar, el entorno cambio drásticamente mi aldea era como casi cualquiera el suelo era suave y cada paso dado por alguna persona se marcaba en el suelo, aun así, las brisas más tenues eran capaces de borrar las huellas dejadas por los habitantes y viajeros que cruzaban esos senderos. Las pequeñas casas eran sencillas construidas tradicionalmente con árboles fuertes pero ligeros al mismo tiempo, el piso era de otro tipo de madera tosco pero gracias al esfuerzo de los maestros carpinteros estos terminaban lisos al tactos y suaves, así al andar descalzo dentro del hogar sería casi imposible que te lastimaras, el color era uniforme todas estaban adornadas en distintas tonalidades pastel y algunas poseían detalles hechos a la medida, como por ejemplos pequeñas jaulas para atrapar aves cantoras y dejar que mostraran sus hermosos colores al resto de los vecino sin embargo otras tenían una especie de colgantes en las entradas con pequeñas piezas metálicas, que con el viento sonaban armoniosamente, la dedicación por hacer resaltar estos hogares era sorprendentes aunque sin ser nada pretencioso la más sorprendente era la de mis padres, mi madre solía cuidar con mucho esmero las flores que surgían en el jardín de la parte frontal todo tipo de flores podían nacer en ese lugar y todo tipo de aromas provenían de ahí, algunos tan suaves como las mismas nubes o tan profundos como el olor del bosque durante una llovizna, e incluso tan sorprendentes como el amanecer, un perfecto acuerdo hecho por la naturaleza donde el color, la forma y el tamaño coincidían perfectamente, parecía un lugar paradisiaco para vivir, pero resaltando que era el lugar más aburrido que se podía imaginar, no solía ocurrir nada, nadie hacia nada interesante y las escuelas escaseaban la mayoría de las personas conocían lo suficiente como para subsistir y el resto lo aprendían a través de los más ancianos de su familia, las destrezas y habilidades junto con las profesiones necesarias se transmitían de padre a hijo, de esta forma siempre existirían aquellos ciudadanos capaces mantener con vida nuestro pequeño lugar. Mi ansia de conocimiento siempre había dominado mi ser, no me cansaba de leer todo aquello que encontraba, mi obsesión de comprender por qué y el cómo de todo era abrumante, mi padre era un hombre muy intelectual por sus grandes viajes

Ahí el cielo siempre era azul, el sol era radiante, solo en invierno se podían apreciar los más grandes cambios el frio aumentaba considerablemente y el brillo de la luz disminuía por la cantidad de nubes en el cielo, la lluvia era constante, pero con una apreciable delicadeza y esta llegaba desde las alturas golpeándote con tal suavidad, que en vez de convertirse en una molestia se sentía más con una bendición. Aun así, no podía distraerme, caminar de manera solitaria en un lugar como este podría representar un peligro y más para un muchacho de mi edad, sin punto fijo al cual ir, sin algo con quien guiarse, solo con sueños esperanzados como cual chico pequeño. Era estúpido tal vez eso lo sé, pero si perdía esas ilusiones perdería mis caminos.

Inesperadamente en el sendero me encontré con algo, parecía una pequeña ave herida caminaba de manera torpe y no podía extender su ala como era debido trate de tomarla entre mis manos pero esta parecía tratar huir, perdí un buen momento de mi vida intentando capturarla luego me resigne y me di cuenta que actuar de manera bruta no era lo mío, con sutileza y tranquilidad tome algunas bayas de color gris cerca de un arbusto cercano, hasta donde tenía entendido este tipo de alimento les resultaba agradable a la mayoría de los animales que rondaban el bosque incluyendo los osos a los que por supuesto les tenía algo de miedo debido a lo ocurrido en mi infancia.

Coloque las bayas en el suelo esperando que ese pájaro se acercara, sin embargo, algo extraño ocurrió comencé a sentirme observado esa sensación era totalmente extraña parecía que alguien me vigilaba. Deje lo que había recogido tirado ahí y decidí seguir avanzando, si me encontraba en lo correcto podría verificar esas sospechas. Mientras caminaba me iba dado cuenta de los altos que eran los árboles, este lugar comenzaba más a parecerse a una fortaleza natural con plantas altas y prominentes capaces de recordarte lo insignificante que eres, hermosas hojas verdes diseñadas a la perfección concordando con todo lo que me rodeaba.

El Nacimiento de un VillanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora