Aguas Termales

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Disclaimer:

InuYasha ni sus personajes me pertenecen, son propiedad exclusiva de su creadora Rumiko Takahashi.

-Aguas Termales-

¿Cuantas veces había visto esta dolorosa escena? No es que fuese masoquista y le gustara auto lastimarse una y otra vez, pero es que simplemente no tenía una alarma que le avisara cuando iba a suceder... y aunque si la tuviera, no sería capaz de usarla.

Prefería verlo una y otra vez con sus propios ojos, aunque le destruyera el alma en cada oportunidad, a tener la incertidumbre de si está con ella o no... si, quizás en el fondo si era masoquista después de todo.

Me quede un largo rato viendo el camino por el que había desaparecido sin mirar atrás, solo hacía falta que ella lo llamara con una de sus serpientes cazadoras de almas para que el dejara todo, absolutamente todo para ir con ella... ¿Todo? Ja. Otra vez tratando de engañarme, queriendo incluirme como parte de algo, -una mueca que asimilaba ser una dolorosa sonrisa se posó en sus labios, mientras reprimía las lágrimas que luchaban por salir-. ¿A quién trato de engañar?, estoy segura que no le importaría marcharse tras ella aunque le estuviera suplicando de rodillas que no lo hiciera. Además ¿Porque le pediría que no lo hiciera? ¿Qué razón o excusa tendría yo para pedirle que se quede?, al final... solo somos amigos.

Eso fue todo, eso fue lo que basto para que las lágrimas rebeldes abandonaran sus ojos y rodaran por sus mejillas. Rápidamente trato de limpiarlas esperando que nadie lo notara, pero su amiga Sango que había visto toda la escena, no necesitaba mirarla para saber lo que pasaba.

Le dolía verla sufrir, le dolía tanto no poder consolarla. Él también era su amigo, pero cada vez que se marchaba de eso modo, deseaba exterminarlo como el demonio que era, si eso evitaba ver a su amiga sufrir, pero claro, eso la lastimaría aún más, sin mencionar que nunca la perdonaría si llegaba a tocar un solo cabello de su amado... su amado, si, ella lo amaba. Lo amaba con devoción, y todos parecían saberlo menos él. O al menos eso pensaba, porque se había jurado a si misma que si algún día llegaba a descubrir que él estaba al tanto de los sentimientos de ella, y aun así la lastimaba de esa manera, hay sí que lo mataría. Ya después encontraría la forma de conseguir el perdón de su quedísima amiga.

Con ese pensamiento en mente, le dio una mirada de complicidad a su propio amado, un monje pervertido y sinvergüenza pero de buen corazón. Ella también estaba tan enamorada como su amiga, pero era incapaz de dar un paso adelante en su extraña relación con el monje. Se sentiría culpable si ella lograba la felicidad con el ser amado mientras su mejor amiga, su hermana de diferente madre, sufría de una manera tan amarga por el suyo.

-Oye Kagome, por casualidad Miroku encontró unas aguas termales cuando estaba explorando los alrededores- le dijo la exterminadora a su amiga que aún estaba de pie en aquel lugar limpiando sus lágrimas, pero no era casualidad. Cada vez que hacían un campamento, tanto el monje como el pequeño kitsune recorrían el área en busca de esos cálidos manantiales, pues todos sabían que además de que eran una gran fuente de relajación para las chicas, también representaban en lugar ideal en donde su queridísima amiga (y la madre adoptiva en el caso del pequeño kitsune) podía desahogar sus penas con su amiga del alma. De hecho ambas mujeres parecían compartir un lazo especial de hermanas, en el cual podían apoyarse una a la otra sin tabúes, sin penas, sin restricciones. Sea cual fuera la situación, ambas mujeres se sentían mejor después de disfrutar un baño juntas. Por eso era tan importante para ellos realizar diligentemente esa tarea.

-Claro Sango- Dijo la joven, tratando de sonar lo más calmada posible.

Ambas jóvenes tomaron sus cosas y me marcharon por el camino que había señalado el monje.

Un Pacto DemoníacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora