Encuentro, final

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Le hice caso en seguida, me quité la ropa rápidamente y Él la apartó toda junta hacia la mesa, acto del que tomé nota. Los siguientes minutos estuvo probando a cada poco la resistencia que tenía a sus azotes. No usaba ningún látigo o fusta al ser la primera vez de casi improvisado, lo que hacía era tumbarme bruscamente en su regazo y darme con una fuerza bien regulada en mis nalgas y a veces, por mis muslos, cambiando el espacio exacto, la inclinación o la rapidez según mis reacciones. Yo, silenciosamente, pedía más con mis suspiros, gemidos y posturas. Me gustaba.

Me puso de pie junto a la cama, pensaba que iba a acomodarme y follarme pero no; me agarró del cuello con una mano y con su otra extremidad me inmovilizó, enrevesando y agarrando mis brazos tras la espalda. Yo quise besarle muy ansiosa ante eso, pero me apartó. Me dijo que intentase moverme, escabullirme, lo lo hice y me era realmente imposible. Eso pareció gustarle.

Muchas veces sé cuando le gusta algo o se siente complacido aunque siga manteniéndose serio, casi impasible, se lo veo a la legua, y eso me gusta.

Me dijo que separase las piernas y no las juntase, yo le hice caso y, con la mano con la que me había agarrado del cuello me azotó varias veces sobre la entrada de mi vagina, teniéndome más pegada a su cuerpo. No me lo esperaba, gemí aguantando el aire en los pulmones y, cerré los ojos apretando los párpados y con el ceño fruncido para aguantar ese repentino escozor que me dejaban los azotes como rescoldo. Entonces, con la misma mano me cogió del cuello, sosteniéndome también por la barbilla o las mejillas según decidía desplazarla, dándome alguna que otra bofetada; y volvió a dejarme en mi lugar con sus palabras... Todo es del amo, yo entera pertenezco al amo, a mi amo, nadie puede tocar lo que es suyo, y como es suyo él sabría cómo tratarlo, Él decidía, Él mandaba y Él usaba. Yo aceptaba, también complacida, asentía y esperaba más... más de lo que fuese, bofetadas, azotes, zarandeos o tirones de pelo, lo que sea, lo que el amo quisiese darme yo lo estaba deseando recibir.

Ahí sí que me sentía pequeña en todos los sentidos. Yo estaba desnuda, obvia y claramente excitada, y Él casi sereno, vestido desde cada botón, y siendo tan alto y corpulento. Me manejaba como quería, parecía su muñeca, su maniquí... Cuando entre los azotes me cogía entre sus brazos para moverme y yo rodeaba su torso con mis piernas, podría haber tocado el techo de la habitación si estiraba los brazos, daba incluso vértigo; Él parecía notarlo en las tensiones de mi cuerpo al agarrarle y me dijo que me calmase, que no pasaría nada, no me caería, y ahí es cuando adoraba estar en lo alto.

Ya, sin poder aguantarse más, decidió follarme. Se quitó la ropa y se puso un preservativo. Sí... Debía saber cómo hacer las cosas; Él sabía que no tenía un físico espectacular y supo qué hacer para quitarse la ropa y que lejos de no entrarme por los ojos, estuviese deseando que pasase y terminase de desprenderse de sus prendas lo antes posible, porque cuando le vi desnudo fui consciente de que si llega a ser otra persona no me hubiese agradado, y ahora lo miraba ansiosa, caliente y con detalle.

Él se quedó de pie y al borde de la cama me dijo que me pusiese a cuatro patas, describiendo y manejando mi cuerpo tal y como Él quería que tuviese colocados los hombros y arqueada la espalda. Al tener la postura exacta me lo hizo saber con un "Muy bien, eso es... Ahora, no te muevas". La metió lentamente y empezó a moverse dentro de mí. Joder, me estaba encantando. Cayeron comentarios como "Estaba deseándolo, has estado toda la noche provocando"... "¿Y este collar? ¿para gustarle más al amo?", ... Me cogía del cuello para elevar mis hombros aún más y a veces yo dejaba de tocar la cama con las manos, no podía, haciéndome difícil aguantar en esa postura por mi propia fuerza. Él lo veía y en cierto momento me dijo que me dejase caer, que Él me sujetaba en esa postura si era necesario, así lo hicimos poco más hasta que se corrió. Hmmm. No tardó demasiado, las primeras veces de cada sesión siempre tarda más bien poco, y descarga... Más bien mucho.

Después nos dedicamos a charlar de nuevo. Ha habido tantas conversaciones que no podría recordar de qué hablamos estas primeras ocasiones, pero en fin. Lo que sí recuerdo es la tranquilidad de estar cómoda con la desnudez de ambos e interesada en nuestras -sus- palabras.

Tras ese agradable rato, volvió a cambiar su línea, su tono, sus intenciones; me hizo comérsela. Se tumbó al lado izquierdo de la cama y me hizo ponerme de rodillas, a su derecha, para ello. Algo que Él no sabía aún es lo cachonda que me pone hacer eso, y mucho más, dándome sus indicaciones, guiándome para darle más placer. Hacérselo como más le pueda gustar y adaptarme a Él eran en ese momento mi objetivo.  "¿Me dijiste que te gustaba ser fotografiada y grabada, no?" cogió el móvil de la mesita de noche y empezó a grabarme, colocando el móvil en su ángulo de visión y también quedaron grabadas sus instrucciones y mis respuestas ante ellas.Hmmmmmmm...

"Ya no aguanto más, quiero follarte otra vez" dijo pasados unos minutos. Yo estaba más que dispuesta, mi cuerpo más que caliente; me notaba completamente abierta y sólo quería que me dijese cómo iba follarme para colocarme a su parecer. Otro preservativo, y varias posturas, dos de ellas me gustan particularmente pero ya las describiré en otra ocasión. Haciéndolo esa vez, me puso a conciencia contra la ventana de la habitación, era vertical y no demasiado ancha, lo justo para que se viese desde fuera un cuerpo de pie a la perfección. Estábamos en el doceavo piso de catorce que había, y con el pecho y la cara en el cristal me dijo "¿No te gustaba el exhibicionismo? Pues que te vea toda ciudad desde abajo, zorra".  Levantó mi pierna derecha para poder metérmela cómodamente, apoyándola en su torso. Joder. Él se corrió estando ya tumbados en la cama. Creo que lo hicimos una vez más tras otra de nuestras conversaciones. Yo sé que tuve tres orgasmos.

Ese mismo día estuvo enseñándome unas fotografías y vídeos de paisajes que Él mismo hacía, eran realmente sensibles y preciosos, me habló de ellos y de cómo los hacía, contándome también alguna anécdota con respecto a ellos. Después me llevó a casa y quedamos en seguir con esto. Al ir a bajarme de del coche me dijo "Dame un besito aquí" señalando su mejilla. Ahhh, me despidiría siempre así...

Su pequeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora