Camina desde el almacén hasta la carreta de su padre, sostiene una bolsa de piel llena de zanahorias sobre hombro, para ese punto su cansancio le está cobrando factura, en especial cuando su condición como doncel se hace evidente. Él no tenía tanta fuerza como un hombre convencional, sí es que podía decirlo así. Los donceles eran escasos, no había muchas posibilidades de que nacieran en familias pueblerinas, siempre se daban más en las zonas ricas del país. Pero él había sido la excepción. Y sabía que desde el primer momento había sido una decepción para su padre.
Porque todos querían un primogénito, alguien fuerte que les ayudara con la labor dura del campo, pero su condición débil no era exactamente la mejor para ayudar en esos momentos. Pero ahora, humillado y con el corazón oprimido, no dijo nada, no habló de su cansancio evidente ni la de su respiración agitada.
Y recién pudo suspirar cuando Feng, su padre, empujó la carreta por el estrecho sendero del pueblo. Los rayos de sol apenas y habían empezado a salir, pero faltaría bastante hasta un amanecer completo. Hacía frío y estaba agotado, además de que la culpa seguía murmurándole al oído que era un mal hijo por no haber escuchado las advertencias de sus padres.
Se dio vuelta, con intención de ir hasta la cocina para prender la leña y preparar algo de té. Pero algo le detuvo, pudo ver a su madre en el umbral de la puerta de la casa, cubierta con una pequeña manta — Hace frío, mamá. Vuelve a dormir. — Xiu suspiró un poco, desanimado.
— Sabes que tu padre te quiere mucho. Él actúa así por miedo. Él no desea que nada malo te pase, estoy segura de que esto...
— No, mamá. Ya no estoy muy seguro de eso. Él está herido porque manché nuestro apellido y lo deshonro a él. Estaba más preocupado por las ventas de verduras que por mí durante toda mi vida. Sé que él jamás podría querer a un hijo doncel.
— Claro que no es así, hijo. Él simplemente es así...
Xiumin soltó una risa burlona. Volteó sobre sus talones y dejando su calzado en la entrada ingresó a la casa.
— Es temprano madre, vuelve a dormir. Tienes que descansar un poco, aun no estás del todo recuperada.
La mujer asintió levemente mientras que volvía al futón, ella sabía que no tenía sentido seguir discutiendo con su hijo. Él era igual de terco que su padre, y si bien la relación de ambos no era exactamente la ideal, sabía que ambos se amaban, pero no eran capaces de dejar el orgullo de lado para sentarse, pensar y admitirlo en voz alta.
Mientras que su madre se ocupaba de descansar, Xiumin se encargó de toda la labor de la casa. Preparar las hierbas medicinales e incluso hacer algo de té, tal y como el doctor del pueblo le había enseñado la última vez que pasó por su negocio.
.
.El repiqueteo de su carreta destartalada hizo eco en la gran fila silenciosa. Se detuvo detrás de un hombre con coles de Bruselas y esperó su turno tal y como lo hacía siempre. Aunque, esa mañana estaba más nervioso que las veces anteriores.
— Señor Feng ¿Verdad? — Cuestionó el hombre tras la desgastada mesa. Él simplemente asintió. — Esto no es lo que se supone que acordó con nosotros. Una carreta de zanahorias...no, media carreta de zanahorias. —El hombre le miró a través del umbral que les separa y pronto enarcó una de sus cejas.
— Las verduras no están creciendo. El proceso es más lento de lo pensado por las temporadas secas.
— Señor Feng. Usted prometió, hace diez años, servirle al rey proveyendo todo tipo de verduras y frutas. Usted siempre trajo una carreta, eso es basura. Le perdonamos por simple acto de humanidad, pero esto no pondrá feliz al rey. Él estará muy enfadado.
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› dinastía
Fiksi Penggemar(因为命运希望它这样) Un monarca sanguinario y despiadado Un campesino enamorado de la libertad y la simpleza Actos imperdonables harán que la calma del rey s...