Capítulo 4

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-¡Elisabeth! – llama – ¡Es para ti!

¿Quién podría venir a mi casa ahora? En la entrada, sin llegar a pasar la puerta, me espera la cabellera rubia por la que he pasado mis dedos tantas veces. Sus ojos azules me observan atentamente y una sonrisa se forma en su rostro, la cual borro de golpe. El portazo que doy espanta a todos los pájaros de tres manzanas por lo menos. Mi madre me mira horrorizada y corre a abrir la puerta para ver si le he hecho daño al ser despreciable de ahí fuera. Yo, en cambio, me pego la carrera hasta el jardín. Me siento bajo un árbol escondida por algunos arbustos y ahí lloro en silencio.

-¿Dónde estás? – la voz de mi único apoyo ahora resuena por el lugar. Quiero contestar pero las lágrimas que caen sin control no me lo permiten. El sonido llega a mí y empiezo a sollozar. – Lis. – me ha encontrado. – Ven. – abre sus brazos y sin pensármelo me apretujo entre ellos, absorbiendo el calor que emanan. – Tranquilízate. – sus pulgares pasan por debajo de mis ojos hasta que consigue secármelos. Dejo de llorar pero mi respiración sigue siendo superficial. – ¿Qué ha pasado?

Vuelven a salir un par de lágrimas hasta que me decido a hablar.

-Ha venido Jake. – cierro los ojos y respiro hondo. – Se ha presentado en mi maldita puerta con una maldita sonrisa. Como si sonriendo fuese a solucionar el daño que me ha hecho. No quiero volver a verlo, Cameron. Nunca más.

-Me haré cargo de ello. Luego le diré que no vuelva aquí. No sé ni cómo ha conseguido tu dirección.

Nos quedamos en silencio un rato.

-Venga, levanta. – me hace ponerme en pie y vuelve a pasarme las manos por las mejillas. Luego me besa la frente y me hace sonreír un poco. – Vamos a por un helado.

-La heladería más cercana está a unos cuantos kilómetros para ir andando.

-En ningún momento se me ha pasado la idea de ponerme a caminar. Mucho menos bajo el sol doloroso de España.

-¿Entonces? ¿No pensarás coger el transporte público, no?

-Para nada.

Me arrastra hasta el garaje y de su bolsillo saca unas llaves de un coche.

-Tu padre me ha dicho que puedo utilizarlo cuando quiera.

-¿Y si te para la policía? – vacilo antes de abrir la puerta.

-Tengo el carné. Soy extranjero. Puedo hacerme el tonto.

Dudo unos segundos pero el recuerdo de Jake vuelve y me subo de un salto en el vehículo.

-Cuando quieras.

Él se ríe y el coche cobra vida.

Durante todo el camino le indico por donde tiene que ir para poder llegar a la heladería que solía venir con mis padres cada domingo.

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De vuelta en casa comemos en la mesa de la zona de terraza y luego nos tumbamos en el sofá a ver la televisión.

Hacia las siete de la tarde mis padres nos avisan que se van a dar un paseo y volverán para la cena. Nos invitan a ir, pero yo le prometo a Cameron ir mañana si hoy nos podíamos quedar en casa.

-Esta noche no veremos ninguna película de miedo. Te lo aviso con antelación. – mi dedo le da unos golpecitos en el pecho.

-Demasiado gallina.

-Demasiado idiota.

-¿Qué quieres hacer? Estoy cansado de estar toda la tarde estirado.

-Yo también. ¿Quieres darte un baño en la piscina? – la sonrisa se me escapa sola, recordando el primer baño que nos dimos en su piscina. Su respuesta es una sonrisa a medias.

En un santiamén nos ponemos los bañadores y volvemos a bajar. Esta vez no es necesario calentar el agua porque ha estado todo el día expuesta al sol.

Dejo en la toalla en una silla que hay cerca de la escalera y me quedo mirando el agua.

-Lo siento. – escucho a mis espaldas y luego hago un gran plof.

-Te voy a matar. – lo persigo por todo el lugar mojándolo todo. Se detiene una milésima de segundo porque casi se resbala y eso me da la ventaja a mí para alcanzarle y tirarme con él a la piscina.

Emergimos riéndonos y nadamos hasta el bordillo. Me subo a su espalda y él hace varios largos.

-Estoy cansada. Ve al bordillo. – le toco el hombro mientras se lo digo para que me preste atención.

-¿Cansada tú? Soy yo el que ha nadando con un peso encima.

-Te jodes. – le hago una ahogadilla y esprinto hacia la escalera. Cameron me pilla antes de que pueda ni siquiera agarrarme al bordillo y me la devuelve. Yo me subo a su espalda, esta vez con las piernas enrolladas en sus caderas, y le presiono los hombros para que se hunda. Acabo yo otra vez bajo el agua mientras él se ríe. – Ya basta. – salgo respirando muy rápido por el cansancio de hundirme y salir a la superficie muchas veces.

Él me sigue sujetando por las piernas y llega al bordillo. Ahí me gira para mirarnos a la cara.

Sus ojos me recorren todo el cuerpo y se paran en mis labios. Yo también miro los suyos. Se pasa la lengua por estos y yo no aguanto más la tensión y juntamos nuestras bocas llevados por la pasión.


Siento mucho haber dejado tantos días sin subir nada. He estado hiper liada con las mil semanas de exámenes que he tenido. Espero que estos tres capítulos lo compense, al menos un poco.

-Con todo mi amor, liveorleavelife.

PD: Andrea, te debo un cacaolat.

This is a love story -- EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora