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Como era de esperar; los padres de Magie le habían estado llamando todos los días durante las dos últimas semanas para cerciorarse de cada detalle del vuelo que ella tendría... por otro lado, la universidad le había enviado un aviso a Magie percatándola del día de inicio de clases y ese comenzaba también en dos semanas.

A esa altura yo ya había digerido mas que bien el hecho de que Magie se iría, pero aun había una espinita punzante que persistía contra la herida rara vez.

El tratamiento de Uriel parecía estar dando buenos resultados y las quimios permanecían al pie de la letra.

Los últimos días me había estado quedando a dormir en casa de mis padres porque aquella situación de las quimios ponía a mi madre muy tensa y debía tener mucho cuidado con su presión arterial. Entonces el quedarme en esa casa me hacia sentir menos preocupado. Incluso por la salud mental de Alina quien demostraba mucha tristeza.

Llegó el día de la partida de Magie y muchos ajetreos había por hacer.

A las diez de la mañana nos encontrábamos Eli, Magie y yo, en casa de la tía de Magie que era con quien ella había vivido desde que sus padres dejaron el país.

Eli y Magie se estaban encargando de realizar unas cuantas estrategias para que la ropa alcanzase en las valijas. Yo me encontraba sentado esperando que ellas culminasen con sus tips maleteros para de allí poder dirigirnos al centro comercial a comprar unas cuantas cosas que Gaby, la madre de Magie, le había pedido.

—¿Chocolates? —cuestioné, enarcando las cejas cuando Magie estaba revisando la lista y yo alcancé a ver esa palabra.

—Sí —asintió ella—, mamá adora esa clase de chocolates, y pues, ahora me ha pedido que le lleve una buena cantidad, con eso de que no volveré por tanto tiempo creo que almacenará todos los que le lleve.

«No volveré por tanto tiempo», con tan solo escuchar aquello mi semblante cambiaba, pero hacía mi mayor esfuerzo por no demostrarlo, no quería aguar el viaje de Magie. No quería que ella notase mi mal pesar.

—Mmm era de esperarlo —le dije y me tumbé sobre mi espalda en la cama de Magie.

La habitación olía a ella, a ese dulce perfume a caramelo de miel. Cerré los ojos e intenté memorizar ese aroma para siempre. Quizás esa ocasión sería la última en que mi olfato lo degustaría.

Me di vuelta quedando de lado y observé que Eliza tenía su mirada fija en un portarretrato que estaba en el velador de Magie.

—¿Quién es ella? —preguntó finalmente refiriéndose al portarretrato.

—Ah, es mi madre cuando tenía dieciséis años. —Magie tomó el portarretrato en sus manos y lo colocó en un pequeño comodín al lado de su cama—. Lo dejaré aquí, si algún día vuelvo espero encontrarlo tal cual.

Me levanté de la cama, ya que sentí algo de curiosidad por ver la fotografía. Cuando me acerqué a esta, me di cuenta de algo extraño en ella.

—¿Qué edad tenía tu mamá aquí, amor? —pregunté como si no hubiese escuchado a Magie segundos antes.

—Dieciséis —respondió—. ¿No parece o qué?

—No... o sea sí.... Solo que parece estar embarazada y según me has contado a ti te tuvo a los veinte.

Magie giró a verme tipo exorcista y volvió a coger el portarretrato dejando de lado las cosas que tenía en mano para poner en la valija. Se quedó analizando la fotografía de su madre varios segundos.

—Hum, mi papá decía que cuando conoció a mamá era flacucha y solía usar ropa bastante ligera, luego cuando él emigró a Londres, y ella se quedó acá había subido unas cuantas libras. Estaba gordita, mas no embarazada.

Inevitable TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora