La mirada y expresión de Steve pide a gritos que la mujer que tiene en frente exprese, muestre, o diga algo referido a lo que tanto le costó decir. ¿Y si verdaderamente no entendió a lo que se refería? Steve comienza a preocuparse, pero cuando observa a Natasha detenidamente comprende que no tiene por que hacerlo. Ella le está sonriendo y un ligero brillo de emoción ilumina su mirada.
—¿Puedo tomar una ducha? —pregunta Natasha, luego de varios segundos sin decir nada. Habla con más confianza, como si se sintiera más cómoda, en terreno conocido.
—Sí, claro.
Ya se había tomado y comido el desayuno más rápido de lo que lo suele hacer, con su hambre ya saciada y con energía renovada en su sistema, le agradece con una sonrisa amigable y se pone de pie con esfuerzo. Todavía los dolores siguen intactos. El de su abdomen duele con puntadas intensas pero el de la pierna es el que molesta más, sin embargo los ignora y se encamina a la habitación. Solo da escasos pasos cuando un mareo repentino le hace perder el equilibrio, se aferra a un mueble para no caer. Steve en cuestión de un segundo ya está a su lado, tomándola del brazo para ayudarla.
—¿Estás bien? —le pregunta. Ella asiente, poco convincente—. Dejame acompañarte hasta la habitación.
Envuelve su brazo en la cintura de Natasha y juntos se dirigen hasta la habitación. Antes de que la pelirroja entrara al baño, Steve va al armario para darle una muda de ropa. Romamoff espera paciente, apoyada en el umbral de la puerta.
—¿Vos me cambiaste la ropa? —inquiere con un ligero tono divertido y hasta insinuante, pero solo con el fin de ponerlo incómodo al soldado.
Y lo logra. Steve vacila por un momento y titubea haciendo obvia su mentira.
—No, fue Anne.
Natasha finge creerle, no quiere ponerlo más incómodo pero la da un poco de gracia, aunque no lo quiera admitir.
—Tu ropa estaba sucia y rota —le dice y le entrega una remera y pantalón de colores oscuros—, espero que puedas conformarte con esto hasta que te consiga ropa que sea de mujer y no te quede tan grande.
—Tranquilo, no soy exigente.
Steve le regala una sonrisa que para los ojos de Natasha parece ser una tímida, y le da un juego de toallas. La rusa ingresa al baño y cierra la puerta.
Una vez sola, suelta un suspiro aliviado, expulsando todo el aire que tenía retenido en los pulmones; al fin puede dejar de fingir y liberar toda esa tensión que se le acumuló desde que despertó en el departamento de Steve. Deja, con la seguridad de la soledad, que esa mezcla de preocupación, ansiedad y nerviosismo se reflejen en su rostro para que disminuya en su pecho. Estaba cansada, desorientada y en problemas, pero no quería dejar que Steve la viera así. Se siente vulnerable y no le agrada esa sensación, quiere verse fuerte ante la mirada atenta y comprensiva del soldado y además mantenerlo lejos de su lado problemático, porque eso hace con la gente que le importa mucho. Pero mentir le es cansador cuando lo hace a las personas que son cercanas a ella, y Steve ya pertenece a esa acotada lista.
Por eso un baño comienza a parecerle una maravilla.
Con movimientos calculados y delicados, se quita la ropa y se observa minuciosamente en el espejo. Su pelo está a un mechón desacomodado de ser un revoltijo y enredo interminable, todo el color que a su rostro le falta está volcado en los hematomas cerca de su ojo y mentón, y su cuerpo parece marchito, agotado por el peso de sus problemas, luce como si no tuviera la fuerza para sostenerse.
Se quita las vendas y descubre que las heridas no están tan críticas como se las imaginaba. No todo está tan mal, se dijo, con las intenciones de subirse el ánimo.
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TIEMPO
Fanfiction|Fanfic Romanogers| Steve busca a su mejor amigo. Natasha trata de lidiar con sus problemas. Estando separados, para ambos el tiempo les juega en contra pero luego de un reencuentro repentino, descubren que estando juntos el tiempo no existe y que...