Depresión

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Yamaguchi:

“A pesar de que no le merezca, le quiero demasiado”

Por primera vez en mucho tiempo me sentía tranquilo, iba a estar con alguien en navidad, por mucho tiempo he pasado nochebuena solo. Mamá casi nunca está conmigo, siempre está de un lado para otro, viajando por el mundo. Pero aun así, con Mamá lejos, nunca me he sentido solo, tengo a la persona que amo conmigo, tengo a Tsukishima Kei, mi amigo, mi compañero y mi pareja. Él siempre ha estado conmigo y aunque hubo un tiempo en el que me encerré dentro de mí mismo, él estuvo ahí para salvarme y para sacarme de ese infierno que tenía por dentro. Con él conocí muchas personas y me permitió conocer a mi segunda familia, su familia. 

La casa de los Tsukishima siempre ha sido mi segundo hogar, ellos me han acompañado desde que conocí a kei y me han acogido como un familiar más, ellos han estado ahí cuando más solo me he sentido.

Hoy voy a pasar nochebuena con ellos, Kei va a pasar por mí, pero hoy me siento mal, no tengo dinero para darles un regalo, me siento muy mal, soy un inútil que ni siquiera es capaz de trabajar para conseguir dinero y darles un regalo, son personas tan especiales, no las merezco... Bueno ¿yo merezco algo?, soy tan simple, no merezco nada, no lo merezco a él mucho menos a su familia, él es tan especial, tan único, no sé qué vio en mí. Mi cuerpo no es lindo, yo no soy guapo, soy delgado y me enfermo con facilidad, soy débil, tanto mi cuerpo como mis sentimientos son débiles. Lo único que es fuerte es mi amor hacia él, y de es de lo único que puedo estar seguro, lo amo.

Kei va a venir en cualquier momento, necesito estar presentable, primero iré a la tienda a comprar dulces y galletas para Kei y su familia, tengo poco dinero, pero aun así debo llevar algún presente a su casa, Mamá me enviará dinero la próxima semana, no importa si no almuerzo por un par de días, ellos lo valen, él lo vale.

Al regresar a casa lo vi, estaba sentado en el comedor, tan tranquilo como siempre, no me sorprendió, me puse feliz, desde que le di las llaves de mi casa jamás había entrado hasta hoy, estaba algo avergonzado, mi casa estaba algo desordenada y encima de la mesa en donde el apoyaba sus brazos estaban las flores marchitas que me había dado la semana pasada junto con el peluche que me dio cuando cumplimos nuestro primer año, estaba casi seguro que se iba a burlar de mí, quién no, cuando estoy en casa llevo ese peluche a todas partes. Soy muy cursi, aun no entiendo cómo es que no le fastidia o no se aburre de mí.

—Kei! Perdona por no estar aquí cuando llegaste. —Oculté mis compras en mi bolso y fui directo hacia él. —Estaba comprando algo para ustedes.

—No te preocupes tadashi, no llevo mucho tiempo tampoco. —Se levantó de la silla. —¿Ya estás listo?

—No, lo siento. —Me dirigí a las escaleras para el segundo piso. —No te preocupes, en cinco minutos voy a estar listo.

—Vale.

Qué raro, no se burló. 

Y como dije, cinco minutos después ya estaba listo, tomé mi bolso y salimos de casa. Cuando menos me lo esperaba me tomó de la mano, sus manos siempre han sido frías, casi tanto como él, pero me he dado cuenta que desde que le hablamos a sus padres acerca de nuestra relación ha estado más cariñoso, es raro en él, nunca me había tomado de las manos en público, aunque tampoco es como si hubiese mucha gente.

—Oye, gracias por venir a mi casa hoy.

—No es nada. —Volteó su mirada hacia mí. —Yo soy el que debe agradecer.

Nos quedamos en silencio, tampoco es como si necesitáramos hablar, nos bastaba con sentir el calor del otro.

Cuando llegamos Akiteru me saludó como siempre, es una persona muy cariñosa, su madre y su padre me saludaron con el mismo calor de hogar con el que me han saludado siempre, nos sentamos en la sala, junto a la chimenea y empecé a recordar mi primera navidad solo.

Tenía diez años, Mamá no estaba, y Papá, bueno, él nunca estuvo, mi cena de navidad fue Ramen instantáneo, comí solo, Mamá me llamó para pedirme perdón, ella estaba incluso más triste que yo, había llorado, lo notaba por su voz, estaba más ronca. Llegó tres días después, me trajo una matrioska y té ruso, se quedó dos noches y luego regresó a Rusia. Por mucho tiempo no entendía por qué no estaba conmigo, pero entendía que al final era por mí, ella quería asegurarme un buen futuro, quería asegurarme que fuera feliz.

—Kei! Tadashi! Terminamos de poner la mesa, vengan a cenar.

Miré a kei, estaba dormido, se veía cansado pero su expresión era muy tranquila, debo despertarlo, ya tendré toda la noche para verlo dormir.

Nos sentamos y hablamos sobre temas triviales, hablamos del clima, de Mamá, de la cena y de la escuela. Para cuando recordé los dulces, ya habíamos terminado la cena. Agradecí por todo y fui por los dulces. Cuando regresé Kei estaba sentado derecho y completamente sonrojado, me llamó la atención pero empecé a entregar las galletas a su familia como agradecimiento por la cena, la señora Tsukishima se veía muy feliz y ansiosa casi tanto como Akiteru, al principio pensé que era por la entrega de las galletas, pero no tenía sentido. Entonces Kei se levantó, tomo una bocanada de aire y dijo:

—Tadashi. —Me llamó y se colocó al frente de mí. —Cuando terminemos este tercer año quiero que vengas a vivir conmigo.

Me quedé congelado, no lograba asimilarlo, ¿Por qué yo?, ¿Merecía esto? No lo sabía, sentía el momento como un sueño, estaba nervioso por el futuro ¿Qué pasaría si ello no resultara?, ¿Qué pasaría si nos separamos?, No podría vivir con ello, no lo sé muy bien.

—Hace algún tiempo te dije que no pienses de más. —Habló Kei sacándome de mi ensoñación. —Quiero estar contigo y que seas muy feliz, prometo hacerlo.

La expresión de sus padres era inigualable, y Akiteru era el más feliz, en ese segundo todos me miraban y yo sin dudarlo di mi respuesta.

—¡Claro que si!

Tiempo después fui a ayudar a la señora Tsukishima con los trastes, ella me cometo lo feliz que estaba por su hijo, dijo que estaba orgullosa de que su hijo hubiera escogido a alguien como yo para estar con él y cuidarlo. Yo estaba muy feliz, estaba feliz de que me confiaran a su hijo, porque yo lo voy a cuidar como lo que es, lo más preciado que tengo. Sentía gran felicidad y por primera vez una paz interior, a pesar de mi tristeza todos estos años se me dio el mejor momento y mi oportunidad para finalmente ser feliz.

A pesar de que no le merezca, le quiero demasiado, porque él es lo mejor que a llegado hacia mí, así que le haré feliz”

Someone to lean onDonde viven las historias. Descúbrelo ahora