Las Orugas.

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                                                                              Erick.

   Lo siguiente que pasó fue lo de las orugas. Dio la impresión de pasar de la noche a la mañana. Al despertar tuve la desesperación de mirar por la ventana, llevábamos mucho tiempo acá abajo en el sótano. Y mientras Any se desplomaba todos lo días yo observaba. 

  Un día los árboles estaban limpios y normales y al siguiente estaban repletos de pesados sacos de telaraña. En el fondo de los sacos se apreciaba algo vagamente oscuro y de aspecto poco saludable,y si los mirabas suficientemente cerca, podías ver cómo se movían.  Y ese día Aaron nos honro con su presencia. 

- Vamos a quemarlos -dijo  Aaron. 

 Estábamos de pie en su patio cerca del abedul,Aaron, Any y yo , Aaroon llevaba puesto su viejo overol azul de casa con los grandes bolsillos.Eran las diez de la mañana y Any  acababa de terminar con las tareas que Aaron le asignaba. Tenía un poco de suciedad bajo el ojo izquierdo.

 - Chicos,  cogeremos unos palos -nos dijo-. Largos y gruesos. Y asegúrense de que estén verdes, para que no ardan. Any, trae la bolsa de los trapos del sótano. Se quedó guiñando los ojos bajo la luz del día, observando el daño. Casi la mitad de los árboles de su patio, incluido el abedul, estaban repletos de sacos, algunos del tamaño de pelotas de béisbol, pero otros tan grandes y profundos como una bolsa de la compra. El bosque estaba lleno.  

Estábamos demasiado débiles como para huir. 

 - Malditos bastardos. Dejarán los árboles sin hojas en un abrir y cerrar de ojos. Any entró en la casa y Aaron y yo  nos dirigimos al bosque para coger algunos palos. Aaron  se llevó su hacha, así que cortamos unas ramas y las limpiamos y las partimos más o menos por la mitad. No nos llevó mucho. Cuando volvimos, Any  se encontraba en el garaje empapando los traposen queroseno. Envolvimos con ellos las ramas y Aaron  los ató con un cordel, y entonces volvimos a empaparlos. Nos dio uno a cada uno. 

 - Les enseñaré cómo va esto -nos dijo-. Y entonces podréis hacerlo vosotros solos.Pero tienen que tener cuidado de no incendiar el maldito bosque. Me sentí increíblemente como niño pequeño. Ademas en cuanto nos diera los palos le incendiaria la cabeza y trataríamos de huir.  Aaron  iba a confiarnos fuego, antorchas, nunca lo hubiera hecho.  Solo esperaría el momento adecuado. Le seguimos al patio. 

 Cuando llegamos al abedul,Aaron metió la mano en su bolsillo y sacó una caja de cerillas de seguridad. El nido del abedul era de los grandes.

 - Me encargaré de este -dijo Aaron -.Ustedes miren . 

 Encendió la antorcha y la mantuvo así un momento hasta que el fuego bajó un poco su intensidad y fue seguro utilizarla. Pero seguía siendo una buena llama. - Tengan cuidado -nos dijo-. No quiero que quemen árbol. La mantuvo unos seis centímetros por debajo del saco. El saco comenzó a derretirse. No ardió. Se derritió igual que el poliestireno, desvaneciéndose, retrocediendo.Era grueso y tenía muchas capas, pero lo hizo con rapidez. Y, de repente, cayeron todos esos cuerpos retorciéndose y temblando, gusanos gordos, negros y peludos, humeando, chisporroteando. Casi podías oírlos gritar. Debía de haber cientos de ellos en ese único nido. Quemabas una capa del nido solo para que apareciera otra en la que había más. Seguían viniendo, cayendo a nuestros pies como si fueran una lluvia negra. Y entonces Aaron alcanzó la capa principal. Fue como si una capa de alquitrán viviente del tamaño de una pelota de softball se derramara directamente sobre la antorcha, y fuera dividiéndose mientras caía. La llama de la antorcha vaciló... había tantos... y, por un momento, casi dio la impresión de que se apagaría. Entonces cobró nueva intensidad, y los bichos que se habían aferrado allí ardieron y cayeron. 

 Hay que admitir que era increíble. Nunca había visto una carnicería semejante.Las hormigas del porche no eran nada en comparación. Las hormigas eran pequeñas,insignificantes. Cuando les arrojabas el agua hirviendo solo se retorcían y morían. Pero algunas de aquellas criaturas tenían un centímetro de longitud. Se retorcían y se encogían;parecía que querían vivir. Miré el suelo. Había gusanos por todas partes. La mayoría estaban muertos, pero muchos no lo estaban, y los que no lo estaban trataban de huir. 

 - ¿Qué pasa con estos? -le pregunté a Aaron . 

 - Olvídalos -me contestó-. Morirán. O los pájaros se los llevarán -Se rió-. Abrimos el horno antes de que estuvieran listos. Aún no estaban hechos del todo.

 - Pues ahora sí que lo están -dijo Any . 

 - Escúchame cuando hablo. Olvídalos -dijo Aaron . Volvió a meter la mano en su bolsillo-

-. Aquí -Comenzó a darnos a todos cajas de cerillas. - Recuerden. Quiero una yarda de distancia cuando estén dentro. Y no vayan mas allá del   bosque. Si tratan de huir lo sabré.  Le cogí la caja,  menos Any.

  - No las quiero -dijo. -  Rechazó las cerillas. - No... no las quiero.  ¿vale? Es... es... Miró al suelo,  los gusanos negros retorcidos que estaban allí... 

 - ¿Qué? -preguntó Aaron

-. ¿Asqueroso? ¿Te da asco, cariño? 

 - No. Solo que no quiero...Aaron se rió.

 - Que me cuelguen. Miren  aquí, chicos -dijo-. Que me cuelguen. Seguía sonriendo, pero su cara se había endurecido de repente. Me confundió y me recordó al otro día, con Any.  Fue como si toda la mañana hubiese estado a punto de estallar con Any  y no me hubiera  dado cuenta. Había  estado demasiado ocupado,  demasiado excitado pensando en como salir de aquí. 

-. Lo que tenemos aquí es una lección sobre la feminidad-Se acercó más-. Erick, Any es muy delicada. Debes entender  por qué las niñas se vuelven delicadas,¿verdad? Las damas lo son. Y aquí Any  es una dama. ¡Vaya, claro que loes! Y entonces abandonó el sarcasmo y pudimos ver su furia sin control. 

 - Así que, en el nombre de Jesucristo, ¿en qué me convierte eso, Any? ¿Crees que las damas no hacen lo que hay que hacer?¿Que no se deshacen de las malditas plagas que infestan su puto jardín? Any  parecía confusa. Pasó tan rápido que no podía  culparla. 

- No, yo... 

- ¡Será mejor que no me digas que no, cariño! Porque no necesito ese tipo de insinuaciones provenientes de una cría en camiseta que no sabe ni siquiera limpiarse la cara. ¿Me entiendes?

 - Sí, Aaron . Retrocedió un paso. Y eso pareció enfriar un poco a Aaron . Respiró hondo.

 - De acuerdo -dijo-. Vete abajo. Vamos, haz tus tareas otra vez. Y avísame cuando acabes. Te tendré preparado algo más.

 - Sí, Aaron. Se dio la vuelta y Aaron sonrió. 

 - Erick encarguémonos de esto.  -dijo-. ¿ No quieres ir allá  abajo, Verdad ? Yo asentí. 

En ese momento no podía hablar. Nadie dijo nada. Aaron despidió a any  con total autoridad y con un extraño sentido de justicia que realmente me dejó fascinado. Debería golpearlo o algo.   Aaron me  dio unas palmaditas en la cabeza. Miré a Any . La vi volver a la casa, con la cabeza gacha, secándose la cara,buscando ese poco de suciedad que Aaron le había dicho que tenía.

 Aaron  puso un brazo sobre mis hombros y se volvió hacia los abedules de detrás.Inhalé su olor: jabón, queroseno, cigarrillos y pelo recién lavado.

 - Nosotros podemos hacerlo.  -me dijo. Y su voz era de nuevo muy amable. 

Aquella chica de los hematomas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora