Extra

345 34 4
                                    


En una fría y nublada tarde de invierno, alguien llamó a la puerta de la casa de los Discipo. Se trataba de Lucas Maestre, el que había sido profesor particular de Javi Discipo, residente de aquella casa, durante todo un año. Sin embargo, ya no era tal. Desde la última tarde lluviosa en la que el profesor Maestre entró en esa casa, ya no iba allí el maestro, sino el novio de Javi. ¿Novio? Lucas se preguntaba si podían catalogarse de aquella manera. Ni siquiera se habian regalado un "te quiero" el uno al otro, tan sólo la sombra vacía de dos "me gustas", y el segundo, el de Javi, podía ser tan sólo el embaucador contorno de los negros pies de la frase. Además, no se habían entregado, como dulces amantes que disfrutan de compartir lecho y alma, a los placeres del cuerpo; si bien es cierto que se habían besado, esto había ocurrido muy esporádicamente, y siempre de manera apresurada y discreta.

Lucas les contó a sus padres que había dejado la universidad, y éstos, aunque al principio fueron presa del yugo de la ira inherente a la decepción, después se liberaron con la calma de la confianza. Decidieron dejar que pensara lo que quería hacer en la vida, y cómo quería hacerlo, así que no le presionaron. Sin embargo, le obligaban a encargarse de las tareas del hogar y a tomar clases de inglés por las tardes, para que, según ellos, no perdiera el tiempo. La confianza tiene dos caras: la delegación del asunto en manos del confiado y la necedad del confiador a que éste siempre va a cumplir su parte del trato. El joven faltaba a clase de inglés siempre que podía, para encontrarse con Javi en su casa. Intentaba de veras ir a dichas lecciones, mas, cuando se agobiaba y notaba la ansiedad del recién llegado, escapaba a los brazos de su único consuelo.

Era una época oscura de su vida, y la única rama que le permitía posar el peso de sus errores y desgracias en ella para no caer al abismo de la desesperación, era el chico que fue su alumno en otro entonces. La madre del muchacho se alegraba mucho cuando iba a visitarlos, pues, aunque ya no trabajaba para ellos, sabía que era una buena influencia para su hijo. Al menos, eso pensaba hasta ese día.

Lucas oyó pasos al otro lado de la puerta, pasos que se ahogaban en un océano de disonantes gritos que eran apagados, a su vez, por la robustez de la madera que ocupaba la entrada. Los reproches, venenosas flechas lanzadas por ese arco al que llamamos preocupación, parecían estar siendo disparados hacia la paz de aquella casa con sumo rencor. Finalmente, abrieron. Al otro lado, Javi le miraba con una expresión cansada y algo molesta. Llegaba en mal momento. Resulta que el chico había suspendido varios exámenes, y la mujer estaba furiosa con él porque se temía que volviera a repetir. Había llegado la hora de que la confidencialidad propia de las penas le fuera devuelta al muchacho.

Justo cuando Lucas iba a hablar, apareció tras Javi, acompañada del eco de unos pisotones rápidos y fuertes, que entonaban el canto de la histeria; su madre. La señora Discipo examinó a su invitado con mucha atención, como si fuese un enigma de cuya resolución obtendría la solución al fracaso escolar de su hijo. Antes de que pudiese decir nada, su hijo sentenció que iba a salir con su antiguo profesor por ahí. No obstante, ella le recordó que estaba castigado, y que no podía poner un pie fuera de casa. Haciendo mención al apego que la señora tenía por el joven Maestre, consiguió convencerla de que al menos dejara que él se quedara, con la condición de que le ayudara a estudiar.

Lucas entró sin más discusión y vislumbró aquel pasillo que tantas veces había atravesado. Algo había cambiado en él. Era como si el aburrido gusto del gris se hubiera tornado en un sofisticado color que reflejaba sencillez a la par que buen gusto. Quizás así era como estaba los días que no había lluvia, pues, con la amplia luminiscencia que penetraba ahora en el pasillo, ya no se dejaba entrever el tedio o la insignificancia.

Javi le invitó a subir para que estudiaran en su habitación, aunque, a juzgar por el guiño que había perpetrado con su ojo en clara intención de desafío y de deseo, no se iban a dedicar a los libros precisamente. La madre prefería que estudiaran el el salón, donde ella podía vigilarlos, ¿pero quién era ella para decirle lo que debía hacer? Al menos eso pensaba Javi. ¿Por qué le iba a joder la tarde con Lucas? Si estaba amargada, él no tenía la culpa. Le dijo que en su cuarto no había tanto ruido y, ya que ahora era más un amigo que un profesor, podía estar allí sin ningún problema.

Lluviosos días de aprendizaje (Gay) (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora