Capítulo II

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Hans sacó el valor que tenía poco a poco, atreviéndose a preguntar:

-Froilain, ¿me permite invitarla a cenar a un pequeño restaurante? -Dijo el con una pequeña sonrisa.

- Bueno yo... salgo a las 9, si quiere. -Dijo ella dudando de las intenciones del joven Hans.

-Aquí estaré Froilain.-Dijo Hans sin dejar de mirar con sus castaños ojos los verdes de la enfermera.

-Perdona que te mire los ojos, pero me apasionan -Dijo el momentos antes de bajarse de la camilla y ponerse su guerrera de servicio.

- A las nueve leutnant.-Dijo ella sonriente.

Hans salió del hospital con una sonrisa en su rostro. Caminó hacia aquel coche propiedad de su padre. El padre de Hans era obrero en la fábrica Krupp. Hasta la llegada del Reich su padre fue un parado y pasaron las de Caín, pero ese tiempo había pasado, se compraron un coche, una radio y Hans pudo ir a Postdam.

Hans entró en la parte de atrás del coche, se quitó la guerrera quedando sólo con la camiseta interior de reglamento y se puso a dormir.

Esa noche la pelirroja se vistió de civil con un vestido azul marino que llegaba hasta sus pantorrillas. Llevaba guantes de delicada tela blanca cubriendo sus manos y un par de zapatos negros de tacón bajo.

Esperó a la hora señalada hasta que aquel joven oficial llegó a buscarla para dirigirse a un restaurante italiano. Al llegar pudo visualizar con sus verdes ojos la delicadeza del ambiente, alumbrado por grandes arañas colgantes de cristal, había varias mesas con manteles blancos y servilletas rojas y un amplio ventanal. Los presentes vestían elegantemente al igual que ella, y los mozos se movían de forma rápida de un lado a otro, cargando pesadas bandejas y un viejo italiano tocaba el acordeón.

Tomaron asiento en una de las mesas libres cercanas al ventanal y luego de un momento leyendo la carta decidieron pedir ravioles y un vino italiano. Ruth se sentía a gusto allí, por algún motivo Italia siempre le había llamado la atención y todo lo que se relacionara con esta.

Dirigió su verde mirada hacia Hans, esperando que este hiciera el pedido cuando el mozo se acercó para tomar nota, y posteriormente su mirada no dejo de estar sobre el... observándolo.

-El lugar es muy bonito... gracias por la invitación

Anónimos en guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora