Capítulo IV

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Hans se encontraba en la puerta de la joven mientras pese a ser verano era una fría noche.

-Puede dejar de llamarme por mi rango no es mi subordinado-Sonrió ligeramente el joven oficial.

Ella no respondió sólo sonrió y a decir lo bien que lo habían pasado.

-Ruth, no malpienses, pero podría dormir en el sofá hasta dusseldorf es una hora y es tarde-Dijo el Leutnat con una mirada fría.

-Y Ruth, me han dicho que tienes una semana de permiso -Dijo Hans con la sonrisa que le caracterizaba.

Ella no podía creer como el sabía tanto de ella.

-Y antes de que digas que no, me ha dicho una amiga que no tienes planes por lo que mañana si quieres podemos ir al norte -Finalizo Hans con una mirada de sus castaños ojos en la sonrojada cara de Ruth.

--¿Al norte? ¿mañana? Me gustaría aunque tengo que preparar tantas cosas --Dijo ciertamente alarmada, proponerle algo así con tan poco tiempo de anticipación era para ella, como para cualquier otra mujer, algo descabellado, pero aquella espontaneidad era una de las cosas que empezaban a atraerle de aquel hombre.

Finalmente accedió pues no tenía mas planes que pasar aquel permiso descansando,estudiando para reforzar sus conocimientos en el campo de la medicina y tocando el piano. Esa noche no pudo dormir por dos razones, la ansiedad y la dedicación de cargar una gran maleta, con varias cosas que posiblemente al final le resultarían innecesarias pero en ese momento creía que necesitaba.

Una sureña como ella posiblemente sufriría el calor del verano en el norte, por lo que cargó sus mas cómodos vestidos y faldas, algunos pares de tacones y varias mudas de ropa interior.

Unas leves ojeras moradas se habían formado bajo sus ojos, pero estaba despabilada en el momento que el sol empezaba a asomar y el cielo se iluminaba, era una fresca mañana de cielo despejado y ella se vistió con un conjunto de impecable camisa blanca, falda negra de tiro alto y entubada que llegaba a sus pantorrillas y sus tacones negros que había usado la noche anterior. Llevaba sus rojizos y ondulados cabellos sueltos, algo que no solía verse en los estilos mas usados de la época, y los labios en un tono rojo-anaranjado, sus pecosas mejillas como siempre iban acompañadas por un tenue rubor natural. De esa forma esperaba a Hans, que había quedado en ir a buscarla.

Anónimos en guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora