L u k e

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Hola, me llamo Lucas Greyson y no puedo pedirle más a la vida. Mi padre está comenzando a expandir su empresa y mi madre es su abogada y acesora. Suena a que trabajaran todo el día y de hecho lo hacen, pero siempre logran apartar unos minutos del día para estar los tres juntos. Somos de esas típicas familias felices. Voy a la escuela en Miami donde tengo amigos que me adoran y una novia perfecta a la que amo. Además de eso adoro surfear y es lo que hago cada segundo de mi tiempo libre. Me gusta salir con mis amigos los fines de semana en que no estoy con Kate, mi novia, y suelo pasármela muy bien todo el tiempo. Soy de esos que en lugar de planificar toda su vida, la viven al máximo antes de que acabe. Adoro mi vida.

Camino por la playa rumbo a la escuela. Sip, vivo en una casa en la playa que además queda cerca del instituto al que asisto. Voy descalzo mientras llevo mis zapatillas y calcetines en una mano y mis libros y cuadernos en la otra. Siento las olas reventando a mi derecha y las gaviotas graznando sobre mí. Una ola más grande que las otras me salpica algunas gotas saladas y luego empapa mis pies. Está fría, pero no hago nada al respecto. Se siente bien. Me detengo y me enfoco en mis pies para notar cada nervio de ellos. El agua salada se cuela entre mis dedos y adoro esa sensación. Cierro los ojos y me concentro en ella. Cuando la ola se recoge, sigo caminando y esta vez me alejo un poco del agua para desviarme hacia la escuela. Subo las escaleras de madera que llevan a la calle costera que bordea la ciudad y sacudo la arena que se ha pegado a mis pies lo mejor posible. Me pongo rápidamente mis calcetines y mis converse rojas y cruzo la calle para entrar a la escuela. Probablemente acortaría mucho camino si me fuera por la calle, pero la playa me llama cada vez que miro por la ventana de mi habitación. Es inevitable. Cuando traspaso las enormes puertas de vidrio, una ráfaga proveniente del aire acondicionado me refresca inmediatamente. Hoy no es un día muy caluroso, pero al parecer los profesores no pueden hacer el esfuerzo de quitarse sus chaquetas y abrigos así que la solución es tener aire acondicionado todo el año. En fin, a mí no me influye demasiado la temperatura. Me da igual. Camino por el pasillo principal en dirección a mi taquilla cuando siento un par de suaves manos tapar mis ojos desde atrás. Dejo de caminar y sonrío inmediatamente. Sé perfectamente quién es la persona detrás de mí, y sé que está parada de puntillas para poder alcanzar mis ojos. Levanto mis manos y tomo las suyas, sin apartarlas de mis ojos aún. Luego agarro firmemente sus brazos y flecto mis rodillas, inclinando todo mi cuerpo hacia adelante y tirando de sus brazos. Escucho un gritito seguido de un ataque de risa y luego siento como unas delgadas piernas rodean mis caderas. Camino hasta la puerta de la sala de idiomas y pongo mi carga suavemente en el piso. Me doy vuelta para encontrarme con unos hermosos ojos azules, en un hermoso rostro, rodeado por una hermosa cabellera rubia. Sonrío cuando termino de admirar cada detalle de su rostro y la beso antes de poder detenerme a mí mismo. Sonrío contra sus labios y abro mis ojos antes cerrados para encontrarme con los de ella. Nuestras frentes están pegadas y yo solo la miro hasta que ella habla con tono entre burlón y seductor.

-Gracias por el viaje.- Se separa un paso de mí y me sonríe adorablemente.

-Ha sido un placer.- Le sonrío de vuelta. Adoro a esta chica. Intento acercarme para volver a besarla, pero antes de poder dar un paso ella me guiña un ojo y entra corriendo por la puerta hacia el aula. Suspiro, paso una mano por mi cabello y me alejo del salón para dirigirme a mi clase de música. 

Cómo adoraría esta clase si en verdad nos enseñaran algo. Siempre he querido aprender a tocar la guitarra, pero con el vago que tengo como profesor desde que tengo memoria, no es nada sencillo. Dave, el profesor de música, no pasa de los veinticinco años y es un completo idiota. Seguro nunca en su vida ha visto un piano. Supongo que estando en una escuela pública no se puede esperar mucho más, así que me rendí con la guitarra y durante toda la clase me dedico a mensajear con Kate sobre lo aburrido que estoy. Y eso es lo que estoy haciendo justo ahora. La hora pasa volando mientras hablo con ella y apenas oigo la campana me levanto rápidamente, tomo mi mochila y me largo a la siguiente clase.

El día transcurre entre mensajes con Kate y clases a las que sí les presto algo de atención. Cuando por fin oigo el último timbre de la jornada, estoy agotado. Vuelvo caminando por la playa hasta mi casa, toco la puerta y cuando mi madre abre, le doy un beso en la mejilla y me encierro en mi habitación. Me lanzo desde la puerta directo a la cama y apenas mi cabeza hace contacto con mi almohada, soy secuestrado por Morfeo sin poder evitarlo.

Cuando despierto, miro por la ventana. El sol aún ilumina el océano, haciéndolo ver de un azul hermoso. Tomo el reloj despertador de mi mesilla de noche y lo acerco a mis adormilados ojos: 17:23. Me levanto de mi cómoda cama y salgo de mi habitación para inconscientemente dirigirme a la cocina. Abro la nevera y saco una caja de jugo, bebo un gran trago directamente de esta sin molestarme en buscar un vaso. Hay que ahorrar agua, por el amor de Dios. Me acerco a la despensa y tomo un paquete familiar de papitas fritas. Saladas, crujientes y deliciosas papitas fritas. Santo cielo, me estoy muriendo de hambre. Abro la bolsa y comienzo a devorar papitas sin piedad hasta que veo a mi madre entrar a la cocina. Me paralizo, estas papas son para comer este fin de semana. Oh, estoy en problemas. Bien, solo me queda una solución. Escondo la bolsa detrás de mí y trago todas la papas en mi boca para luego lanzarle la sonrisa más adorable de este mundo a la mujer frente a mí. Ella solo me mira seria.

-Tu padre y yo tenemos que hablar contigo-. Bien, esto es extraño. No mencionó las papas. ¿Qué clase de brujería es esta? Luego de hablar, desaparece por donde entró y como no entiendo nada de lo que pasa, la sigo. Cuando llego al salón, mis padres están sentados uno al lado del otro en el sofá y él está sujetando la mano de ella. Esa escena pudo haber sido conmovedora, de no ser por los rostros de ambos. Estan mortalmente serios, casi afligidos, ellos no son así. Definitivamente hay una mala noticia de la que aún no estoy enterado. ¿Algún pariente habrá muerto mientras yo dormía o estaba en la escuela? ¿Tenemos algún tipo de problema económico? ¿Mis padres van a divorciarse? De acuerdo, cada podibilidad es más impobable que la anterior. Tomo asiento en una silla frente a ellos y solo espero a que digan algo. Como ninguno se digna a hablar opto por hacerlo yo primero.

-¿Y bien? ¿Qué es eso tan importante que van a decirme?  Sus caras largas me están espantando-. Intento bromear, pero sus expresiones no cambian en lo más mínimo. Empiezo a preocuparme en serio. 

-Lucas...- Mi madre comienza. Mal comienzo, ella jamás me llama Lucas a menos que algo realmente gordo esté ocurriendo. Su mirada se posa entonces en mi padre y murmura algo que alcanzo a entender como: "No puedo hacer esto". El hombre a su lado suspira, y eso solo me asusta aún más. Lo que van a decirme definitivamente no me va a gustar.

-Bien, yo se lo diré-. Otro suspiro, esta vez más profundo. -Hijo, vamos a mudarnos.

Dream Big.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora